Dashiell Hammett presenta: Miedo en la noche

No sé si alguien le habrá hecho ya el homenaje que se merece y si no es así dejo la idea flotando en el aire, pero somos muchos los que le debemos a la Editorial Molino la lectura de apasionantes novelas de género, esa palabra que pone la piel de gallina a unos pero no a otros, y sus colecciones de novelas que iban más allá de Agatha Christie, Rex Sout o Erle Stanley Gardner.

Me tropiezo algún domingo en el Rastro de la capital tinerfeña con libros editados por Molino mucho tiempo antes de que viniera al mundo y en un estado aceptable de conservación y, la mayor parte de las veces, su lectura me hace concluir que ya todo está inventado por mucho que nos esforcemos y que la sorpresa, el factor clave para el asombro, se encuentra siempre si uno mira hacia atrás sin ira. Si se atreve a explorar un pasado que hoy resplandece porque hay que tomarlo muy en serio.

Miedo en la noche (Editorial Molino, 1964) es una antología muy extraña por varias razones. La primera de ella porque se trata de diez relatos que fueron escogidos en su día por Dashiell Hammett y la segunda porque no se trata de una selección de relatos policíacos sino fantásticos y alguno de ellos demoledoramente terrorífico. La tercera razón para leer este libro es conocer a sus autores, la mayoría de ellos desconocidos aunque es probable que les suene William Faulkner, que abre la selección con un cuento estremecedor, muy empapado además de aire sureño, Una rosa para Emily; el estupendo La casa de André Maurois; La araña, escrito por el extravagante Hanns Heinz Ewers, miembro del partido nazi desde 1931 y muerto a causa de la tuberculosis en Berlín en 1943 y, para los que aún rinden culto al sumo sacerdote H. P. Lovecraft, Un visitante en Egipto que firmó uno de sus más aventajados discípulos: Fran Belknap Long Jr.

Pero esta antología reúne a seis escritores más. Destacaría así La venganza de la bruja, de W. B. Seabrook pero más que por el relato –ya lo dice el título, va sobre brujería–  por la extravagante vida de su autor. Un periodista y viajero que se especializó en las ciencias ocultas y probó, eso al menos lo afirmó en uno de sus libros de viaje, la carne humana. “Sabía bien”, sentenció un tipo que se codeó con el mismísimo Aleister Crowley y que pide a gritos su recuperación en español.

Como recuperación y reivindicación exige Conrad Aiken, quien firma el mejor relato de esta antología, Míster Arcularis, y en el que se detectan las secuelas de una vida ingrata: el asesinato de su madre a manos de su padre, quien más tarde se suicidó, dejando a Aiken desde entonces lo que se dice muy tocado.

Miedo en la noche incluyen otros relatos más, todos ellos rubricados por escritores que se ganaron la vida colaborando en revistas literarias que costaban muy pocos centavos en el kiosco de la esquina. Cuentos, para que se hagan una idea, que fueron redactados con las manos muy sucias y en ocasiones por razones alimenticias, para llenar el estómago.

Se pueden leer así El extraño caso de mistress Arkwright, de Harold Dearden; El rey de los gatos, por Stephen Vincent Benet y Más allá de la puerta y ¿Quizás un sueño? de Paul Suter y Michael Joyce, respectivamente.

¿Conclusión?

Pues que Miedo en la noche es una formidable antología de rarezas que van más allá de los territorios con que se limita el género, y un volumen que pese a los años transcurridos aún conserva una tétrica frescura más que recomendable para los  aficionados a lo macabro.

Que la antología corra a cargo de Dashiell Hammett es otro de los valores añadidos de un volumen al que si se le puede objetar algo es su traducción –que la firma uno ¿o fueron más de uno? con las iniciales: A.Z.– y una portada si quieren chirriante pero reclamo eficaz para las pesadillas que guarda dentro.

Miedo en la noche (Biblioteca Oro-Terror, Editorial Molina, 1964)

Traducción: A. Z.

Cubierta: Sundquist.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador.

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