“niños con el pelo gris, pequeños ancianos…”

París, 11 de agosto, 1943

Durante la noche los antiaéreos estuvieron varias horas disparando contra los aviones que, a gran altura volvían de bombardear Nuremberg. Por la mañana, el general en jefe me mandó a llamar y me regaló un hermoso libro de Botánica. Luego rindió su informe el teniente Sommer, que acababa de volver de Hamburgo. Dijo que había visto un tren lleno de niños con el pelo gris, pequeños ancianos que habían envejecido en una noche de bombas incendiarias.

Terminé el cuarto capítulo del Llamamiento, que progresa con gran lentitud. Sus dos partes podrían denominarse, respectivamente, la fundamental y la constructiva. En la primera deben explicarse los motivos del sacrificio, y en la segunda el orden nuevo que sobre él puede construirse. Pero es difícil, en la primera parte no caer en la pura y simple compasión. Por eso espero que en la segunda la pluma se mueva más aprisa.

Por la noche, dos partidas de ajedrez con Baumgart. Krause, que ha estado en Hamburgo durante los bombardeos, dice que vio veinte cadáveres carbonizados, apoyados uno al lado del otro en la barandilla de un puente, como en una parrilla. Seguramente habrían quedado rociados de fósforo y tardaron de tirarse al agua, pero habían ardido antes de conseguirlo. También había visto a una mujer que llevaba en cada brazo el cadáver carbonizado de un niño. Krause, que tiene una bala incrustada en el corazón, pasó junto a una casa en el momento en que se derramaba el fósforo por el tejado. Oyó gritos en el interior, pero no podía ayudar. Esto recuerda escenas del Infierno, es como una terrible pesadilla.

(Diario de guerra (1939-1948).- Ernst Jünger. Traducción: Ana María de la Fuente. Plaza & Janes Editores, 1972)

Saludos, calor, desde este lado del ordenador.

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