Piensa en algo bonito, me dijo la anestesista

La anestesista me dice antes de colocarme la máscara que piense en algo bonito. ¿Algo bonito cuando lo único que veo es el techo?

Sí, piensa en algo bonito… repite la anestesista mientras me instala la mascarilla e imagino, así, como de repente, a Charlize Theron. O un ángel con la forma de Charlize Theron y pierdo la conciencia.

Me cuentan que abro los ojos tres horas después de la intervención. Y la verdad es que no detecto calambres ni dolores molestos. Eso sí, intento que pase el tiempo y para alguien que no recuerda demasiadas cosas de su pasado, le atropellan ahora imágenes del pasado. Algunas en blanco y negro y otras en color.

Un fogonazo recupera lo que sintió con el regalo que le hicieron sus padres cuando, muy pequeño, salió de aquel quirófano en el que el anestesista, entonces un hombre, no le dijo que pensara en cosas bonitas sino que le puso la máscara por sorpresa en la boca y creyó que se asfixiaba, que se moría, que en aquel mismo instante dejaba este mundo que es el único que conoce y, supone resignadamente, conocerá vivo y muerto.

El regalo fue Astérix y los normandos, y desde ese día conserva ese cómic, tebeo, colorín o novela gráfica que dicen los sofisticados, como oro en paño. Eso sí, es incapaz de releerlo, aunque pasa las páginas y se detiene un rato y observa los dibujos…

Y es que siempre hay una primera vez y, llegado el caso, una última vez.

Claro que solo sé que no sé nada, aunque ahora sé que Charlize Theron, a su manera, fue lo último que imaginé antes de caer dormido…

Saludos, en busca del unicornio, desde este lado del ordenador.

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