‘Farándula’, una novela de Marta Sanz

Marta Sanz obtuvo con Farándula el premio Herralde de Novela 2015, título que hace unas semanas presentó en la librería de Mujeres en Santa Cruz de Tenerife con gran éxito de público, imagino que todos, o casi todos, lectores de un libro que tampoco es para tanto si se raspa el barniz que evoca, pero con mala digestión, la película Eva al desnudo (All About Eve, 1950), escrita y dirigida por Joseph L. Mankiewicz.

Uno de los aciertos de la novela de Sanz es que más que imitar, adapte ese clásico del cine a su propuesta narrativa aunque es como si la autora presintiera que no ganaría esa jugada, pese a que rinde un cariñoso homenaje al filme de Mankiewicz proponiendo un nuevo montaje al teatro, espectáculo en el que se resaltara el blanco y negro de la película original.

Lo que promete compromiso, sin embargo, pronto se transforma pero es marco, un espacio al que recurre Marta Sanz para ubicar los límites de un territorio en el que quiere hablar sobre el paso de los años, lo efímera que resulta la fama y con paleta gruesa toda la tramoya humana que está detrás de las bambalinas, del escenario, de eso que se llama teatro. De ahí el título de la novela, Farándula.

Farándula está narrada con cierta gracia pero no emociona ni invita a continuar su lectura con entusiasmo. Probablemente fuera un recurso impostado por la misma escritora, pero el tono y el estilo suena a falso, a nerviosa descripción de unos personajes que, a nuestro juicio, carecen de voces distintas.

La fotografía, porque Farándula es una imagen congelada, del teatro se ha visto otras veces, y en concreto en una película como Eva al desnudo que sigue siendo uno de los mejores retratos de un universo dominado por la envidia y el peso de la juventud frente a la vejez, y en continuo proceso de transformación.

Esta tormenta para nada perfecta afecta a los protagonistas del relato. Por un lado dibuja a los actores que se esfuerzan en la adaptación de Eva al desnudo, como la veterana Valeria Falcón, actriz ante el abismo del final de su carrera; Natalia de Miguel, una mujer joven que ha aprendido a sobrevivir y Lorenzo Lucas, su esposo. Y por otro, retrata a unos personajes que asumen su labor de secundarios en la novela como el mundo en el que se mueven, el del teatro. Ahí destaca Ana Urrutia, una actriz mayor de edad que ha sufrido un ictus cerebral, entre otros.

Uno de los problemas que gravita en torno a Farándula, además del artificioso alambicado que sostiene personajes y estructuras, es que se nota que Marta Sanz intenta ser en todo momento y en todo lugar demoledoramente sarcástica, lo que rompe ya hemos dicho el tono. Tono que pulveriza porque se nota que quien escribe quiere hacerse demasiado la graciosa.

Y si bien resulta graciosa en ocasiones, hay otras en la que es repetitiva, lo que lleva al lector a hartarse de la situación y contar el número de páginas que le queda para finalizar una novela a la que si se araña para quitar lustre, el barniz al que nos referíamos al principio, se queda en nada.

Es la interpretación personal de una novela que suena además de por el premio obtenido, por estar escrita por alguien que procede de la farándula literaria de un país que parece que se ha perdido definitivamente. Habrá así lectores a los que abrume y divierta este divertimento con intenciones críticas, como aburrirá a otros lectores, la mayaría cansados de las pretensiones, a medio camino de la frivolidad, que detectan en esta agridulce comedia de la vida.

Con todo lo bueno y lo malo, Farándula cuenta con diálogos y momentos sobresalientes, como la cruel descripción de la vejez, pero es una luz que emana de una vela, una llama intermitente que con solo un soplo se funde a negro.

Saludos, pensando que no veía…, desde este lado del ordenador.

Escribe una respuesta