Mientras espero ver lo que más quiero

Uno tarareaba la melodía del tema principal de una banda sonora y la cosa estaba en descubrir quién era el primero que la adivinaba. La sintonía de La Guerra de las Galaxias y Supermán, las originales claro está, eran las más fáciles porque casi todos las habíamos visto. 

La cosa se complicaba cuando se tarareaba la de largometrajes como Lo que el viento se llevó o Ben Hur, no tanto con los 7 Magníficos y sí con La gran evasión, que esa era la que solía interpretar con resultados mediocres porque nunca he tenido buen oído aunque le debo a muchas películas quedarme con una canción o con un grupo que, probablemente, nunca hubiera conocido si no es porque al verla un acento sonoro conmovió ese corazón partío que los dioses me dieron…

Paso por la mañana ante el teatro Guimerá y veo un montón de chiquillos.

Imagino que debe ser una de las actividades que organiza Fimucité, que ya inició una andadura que continuó esta tarde porque, al volver a pasar ante el teatro Guimerá, vi a gente, adultos muchos, esperando ante la puerta.

Hoy ha sido uno de esos días en los que cualquier cosa se transforma en sorpresa.

Leo los periódicos mientras espero ver a lo que más quiero y muy de mañana hasta me tomo con cierta filosofía que me hagan el clásico vuelva usted mañana mientras cuelgo el teléfono sin hablar con la persona que reclamaba.

Debe ser cosa que el día amaneció con un cielo blanco y cambió a medida que danzaba el sol hacia un cielo azul, no ese azul limpio que rompe los ojos, pero sí bastante celeste.

Mientras, leo a trompicones y mientras puedo La dama de Zagreb pero se trata de una lectura premeditadamente lenta porque, de momento, me lo pide el cuerpo.

Todo resulta algo extraño pero debe ser porque la rutina está mostrándose esquiva.

Cambios.

Los mismos cambios que animaron a dejar de tararear bandas sonoras. Aunque hoy, al pasar frente al Guimerá me encontré silbando La gran evasión.

Qué cosas.

Saludos, bastante indignado, desde este lado del ordenador.

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