Un carnaval de pesadilla

Santa Cruz de Tenerife es una constante en la producción literatura de Juan Ignacio Royo, ciudad y capital de una isla que, en ocasiones, reconoce como Puerto Santo o la ciudad de los laureles en Un carnaval amargo, su última novela, una divertida sátira basada en hechos reales: las kafkianas interioridades de la gala del Carnaval del 2007.

Un carnaval que puso en pie de guerra no solo a una ciudad, sino también a una isla.

La guerra, por otro lado, es otra de las constantes en la literatura de Juan Ignacio Royo

En apenas doscientas páginas y estructurada como un banquete (allá quién piense que platónico), Un carnaval amargo es además de la crónica de un gigantesco fracaso, un divertido sainete que protagoniza un concejal de influencias santeras, un bailaor y director bastante tolete y una serie de secundarios entre los que destaca el gerente de todo ese desaguisado. Un tipo aparentemente serio y callado, y quizá por eso el más sensato de toda esta fauna carnavalera.

Viaje a su manera a la madre de todos los desastres, Un carnaval amargo invita a transitar por las tripas de aquella organización. O cómo se lo monta el Ayuntamiento de esa ciudad de los laureles para poner en marcha la estructura elefantiásica de un festejo que más tarde, y ya recorriendo las calles de manera enloquecida, forma parte del adn de los vecinos de este pueblo.

Un carnaval amargo describe con lenguaje conciso, directo y hasta gélido en ocasiones –pero es precisamente este espíritu bajo cero el que sustenta el carnaval oficial, el que orquesta el Ayuntamiento – una farsa donde, mucho nos tememos, la realidad supera a la ficción. Con todo, el lector ajeno a la tramoya carnavalera se puede hacer una idea aproximada de todo aquel histórico disparate. De ese derroche dinerario que se invirtió en una gala que pretendió ser lo más de lo más y terminó siendo lo menos de lo menos.

En la novela, porque se trata de una novela, los protagonistas son víctimas y eso incluye al concejal que invoca a Shangó y al bailaor tolete y, al mismo tiempo, es el retrato –no sé si certero pero sospecho que muy pegado a la realidad– de lo que se mueve dentro del corazón organizador de aquella fiesta que mejor olvidad,

¿Mejor olvidar? Ya va siendo hora de que los habitantes de esta capital de provincias se quiten las máscaras para mirar y reconocer en el espejo sus vergüenzas. Alguien dijo que los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlos…

Han pasado ya diez años de todo aquel caos y el relato de los hechos, por patético que resulte, necesitaba su cronista. Pero no un cronista con ánimo periodístico (que también) sino literario. Capaz de fundir realidad y ficción para recrear unos meses de sofoco pero también carnavaleros, con acento saturnal.

Estas fiestas, lo recuerda Juan Ignacio Royo, tuvieron su origen en Roma y nacieron para que los hombres se sintieran libres durante una semana. Libres para dejar de ser esclavos y libres para dar rienda suelta, aunque fuera solo una semana, a sus deseos.

Un carnaval amargo es, sin embargo, la narración fabulada de los responsables, de los que toman decisiones y firman cheques para organizar ese carnaval que confunde la fiesta con la psicosis de trabajar bajo una presión infernal, mientras se lidia con egos todos ellos muy revueltos así como se juega a hacer política municipal con música de fondo bastante murguera.

En Un carnaval amargo además de concejales de pelo cano, guayabera y habano en la boca, bailaores solo ante el peligro, diseñadores, candidatas y lo que se tercie en ese glamour de verbena más próximo al de Telecinco que al de un musical de Broadway, actúa también una amplia red de secundarios que dan consistencia más bufa, si cabe, a esta divertida y también apresurada crónica de lo que no tuvo que suceder jamás y, sin embargo, sucedió.

Por esto y otras cosas, es inevitable leer Un carnaval amargo consciente de que no se cuenta todo, pero sí algo de aquel todo. Se sospecha, además, que Juan Ignacio Royo escribió esta novela para exorcizar demonios, la pregunta ahora es si logró finalmente espantar a los siete diablos.

Finalmente, Un carnaval amargo propone una mirada ya distanciada en el tiempo de aquellos hechos con notable acento cómico. Y es que la risa, como escribió Boris Vian, es la mejor manera de tomarse las cosas en serio

  • Un carnaval amargo (Ediciones Aguere/Idea), una novela de Juan Ignacio Royo Iranzo, se presenta este jueves, 26 de enero y a partir de las 19 horas, en el salón de actos de la Mutua de Accidentes de Canarias (MAC), en la capital tinerfeña. Estarán presentes además del autor de la obra, la concejala de Fiestas del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Gladis de León; el periodista especializado en temas de carnaval Humberto Gonar y el editor Ánghel Morales.

Saludos, carnaval, carnaval, te quiero, desde este lado del ordenador,

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