La vida es puro teatro

Un teatro, la vida es puro teatro, y dos personajes: un hombre y una mujer.

Están sentados y miran al ojo de la cámara, que es el del espectador y claqueta: Dueto.

Dueto es la última experiencia visual de Josep Vilageliú y una película, como casi todas las películas de este cineasta, en la que propone una aparente ruptura con su filmografía anterior.

En esta ocasión, reflexiona sobre la violencia de género a través de una pareja que, pese a la escasa distancia que los separa del escenario, se encuentran a años luz o  en mundos opuestos. En unas antípodas emocionales que, a través de lo que dicen, revela el origen y desarrollo que puso fin a esta relación.

Los actores, los personajes, se confiesan al público y se despojan a través de monólogos de todo aquello que una vez los unió. A través de las palabras se dan dos versiones diferentes de lo que pudo ocurrir. Y si bien no cae telón al final, la segunda sección del mediometraje muestra momentos felices de la pareja grabados con la cámara del móvil. En estas escenas se acercan y se tocan. Hay exteriores e interiores. Se bromea y hay complicidad entre los dos.

El espectador sabe, sin embargo, que lo que ve, que lo que observa forma parte del pasado. Un pasado en el que hubo confianza y amor.

Josep Vilageliú se demuestra como un cineasta preocupado por los personajes en Dueto. Le basta que cuenten sus versiones de la misma historia para que el espectador saque sus conclusiones y se haga una idea de su desamor.

La apuesta del cineasta es pues arriesgada porque apenas se sirve de recursos técnicos para reforzar el drama. Se apoya en sus dos actores, estupendos por convincentes Miquel Ángel Rábade e Idaira Santana, para diseccionar las causas de este fracaso sentimental que degeneró en violencia.

La obra no termina sin embargo de ser redonda porque los diálogos suenan a veces forzados. Y es en los diálogos donde se encarrila el relato, que son confesiones o mejor versiones divergentes de un mismo hecho.

Con todo, Josep Vilageliú se mueve como pez en el agua en la creación de atmósferas. Sean teatrales como las que ocupa la primera parte o “reales”, como los de la segunda. Dos unidades, paradoja, que enganchan perfectamente en la totalidad de la película porque enseñan las dos caras de una misma moneda.

Cineasta al margen de modas, francotirador independiente y creador de espíritu estajanovista, la filmografía de Josep Vilageliú no admite términos medios, o gusta o disgusta, pero revela un estilo, una marca, un sello, que hacen que todos sus trabajos se reconozcan porque tienen firma.

La firma de un director que vuelca en sus películas obsesiones que ya se han convertido en constantes, sin traicionar su forma de entender el cine. Un cine en el que la imagen prima por encima de cualquier cosa. Las emociones son visuales en un cineasta más cercano a lo lírico que a lo narrativo.

El discurso de Vilageliú no es solo estético sino también emocional. En ocasiones lo manifiesta con carácter críptico y en otras con mirada luminosa. Una mirada que afortunadamente aún no ha perdido su capacidad de asombro. De detenerse en los detalles para que el espectador vaya configurando las piezas en su cabeza.

Una ambigüedad como absorta define el cine de Josep Vilageliú, quien en Dueto lo transforma en teatro (anti-cine) para terminar decantándose por el disfrute, el goce cinéfilo.

Saludos, hermanos y hermandas, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “La vida es puro teatro”

  1. Daniel León Lacave Says:

    Jo, no hay comentarios en este post. Definitivamente o hemos madurado o hemos envejecido…

  2. admin Says:

    Quiero pensar que madurado y envejecido como –dice el cursi– “los mejores vinos”- Hasta usted, señor Lacave, hasta usted me ha envejecido y madurado como, insisto como cursi, “los mejores vinos”.

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