Todo queda en familia

Entre los escritores que llevan un tiempo despuntado en el panorama literario español destaca por autoría, por poseer señas de identidad propias, Ignacio Martínez de Pisón, quien ha cultivado y con estilo géneros como el histórico con las excelentes Una guerra africana, Enterrar a los muertos (en la que revela la vida y muerte de José Robles, traductor de John Dos Passos y ejecutado por los servicios secretos soviéticos) y El día de mañana, entre otras; y la novela intimista y familiar, territorios en los que se mueve como pez en el agua y en el que ha dejado muestra de su hacer en títulos como Dientes de leche, La buena reputación y ahora Derecho natural (Seix Barral, 2017)

En estos retratos familiares y generacionales, el lector se ve reflejado en innumerables ocasiones. Las familias de este país que aún se llama España y con independencia de donde sean, resultan más o menos iguales. Las grandezas y miserias parecen que se reproducen como fotocopias aunque todas ellas cuenten con formas y estilos diferenciados.

Por norma general, están unidas por unos mismos principios pero a veces se separan por esos mismos principios de convivencia.

De esto suele hablar Ignacio Martínez de Pisón en lo que se podría denominar ciclo de novelas familiares. Subgénero, si lo desean, que en Derecho natural bascula sobre la irresponsabilidad paternal y la liberación, lenta pero vigorosa de la mujer al mundo del trabajo durante los últimos años del franquismo y primeros de la aún balbuceante democracia, esa Transición que ahora unos quieren revisar porque el invento, dicen, nació fallido desde el principio.

Como en otras novelas del escritor, hay humor en Derecho natural así como rabia contenida por cómo los hechos externos afectan al día a día de una familia que quiere ocupar su espacio en la sociedad. Por desgracia, la tarea resulta imposible por el padre, el mejor personaje del libro, un actor de pequeños papeles en películas de producción miserable y más tarde imitador de Demis Roussos, que fue un cantante que tuvo mucho éxito a finales de los años setenta.

La historia la cuenta Ángel, el hijo mayor, y a través de él conoceremos a su madre, que se debate entre el modelo antiguo y el nuevo de feminidad, su padre actor y sus hermanos, una de ellas hermanastra.

La novela se desarrolla entre Barcelona y Madrid y al margen de las pequeñas alegrías y tragedias familiares, el escritor nos avisa de los cambios que se están produciendo en la familia y en una España que a mitad de los años setenta tuvo que aprender a respetar y escuchar al contrincante. La democracia que se dice, una democracia de parto complicado, no tan fácil como ahora aseguran algunos, y a la que tuvo que aclimatarse un país que hasta ese entonces vivía de espaldas al progreso.

Tiene mucho de costumbrista Derecho natural, y mucho calado si uno se deja arrastrar por ella. Hace evocar un pasado, que es del que venimos, con el objetivo de entender mejor nuestro presente. Se puede calificar así esta novela como de comedia agridulce y como un relato de y sobre perdedores que no tienen derecho a una segunda oportunidad aunque las nuevas generaciones, esas que aprendieron a crecer ya en democracia y que en la novela representan los hijos y entre los hijos el mismo narrador, voz que hace de cronista, sean los responsables de construir una nueva vida.

No obstante, y al margen de la existencia de esta familia a finales de los setenta y principios de los ochenta en una España que comenzaba a asimilar el nuevo régimen democrático, Derecho natural centra su atención en el padre, que es el verdadero personaje de un relato que lo describe como un tarambana, un tarambana sí, pero un tarambana simpático a quien se le coge cariño pese a que aparezca y desaparezca en la vida de la familia, y cuando reaparece, reclame los mismo derechos que cuando se fue.

Ignacio Martínez de Pisón propone un penetrante estudio psicológico del progenitor, a quien retrata como un tipo egoísta pero también sentimental. En el otro extremo se encuentra Luisa, su esposa y madre de tres hijos en común así como madrastra de una cuarta que le viene impuesta por un padre, Ángel, que no tiene nada de Ángel y sí mucho de cabra loca, de improvisador, de tipo que vive la vida sin importarle demasiado la de sus seres queridos. Puede ser, se sugiere en el relato, porque arrastra como una losa la muerte violenta de quien fue su gran amor.

Como otras novelas del escritor, Derecho natural tiene poso y conmueve. Y hace pensar en la familia y en las relaciones, a veces ocurrentes y otras francamente marcianas, entre padres e hijos.

Merece la pena leerla, como merece la pena leer las anteriores novelas de un escritor que, nos hace sospechar, está comenzando a escribir como si ya pensara en una posible versión cinematográfica de su novela.

Saludos, triki, triki, trikiiii, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Todo queda en familia”

  1. paco Says:

    Para mi es un autor de referencia

  2. admin Says:

    Pues que lo siga disfrutando.

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