Care Santos: “La construcción de mis personajes le debe mucho al teatro”

Protagonizada por cinco mujeres que se conocieron en los años cincuenta en un colegio de monjas y que se reencuentran veinte años después en una España completamente transformada son algunos de los ingredientes que se cocinan Media vida, por el que su autora Care Santos (Barcelona, 1970) obtuvo este año el premio Nadal y novela que presentó a finales de mayo en la XXIX Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife.

- Media vida está protagonizada por cinco mujeres muy distintas una de otra…

“La novela cuenta con un gran trabajo de composición de personajes, siempre lo hay en todos mis libros porque lo primero que visualizo son los personajes y no las situaciones. Me preocupa mucho conseguir al personaje, lo que debe ser resultado de los cursos de dramaturgia que he realizado, nunca de novela, y que me enseñaron además de escritura teatral a escribir novela y no teatro, paradójicamente. Cuando se escribe narrativa es más fácil poner el énfasis en la voz y resolver la famosa pregunta de ¿quién cuenta la historia? En la teoría literaria narrativa el personaje se relega, creo que injustamente, al poner énfasis en otras cuestiones como el tratamiento del espacio y del tiempo, lo que no ocurre en teatro. Uno de mis profesores de dramaturgia me comentó una vez que cuando representaba una obra los actores se volvían muy pesados cuando le preguntaban porqué su personaje decía o sentía algo, y ese es el momento en el que el autor tiene que ser capaz de explicarle la razón de porque tiene que decirlo y sentirlo como está escrito. A mi me pasa un poco lo mismo con los personajes de mis historias, y el hecho de que los trabaje tanto es resultado de esa influencia. La construcción de mis personajes le debe mucho al teatro.”

- En líneas generales Media vida cuenta la historia de cinco amigas que se conocen en un internado en la España de los años 50 que se reencuentran en los 80 con la idea de resolver algunos errores que se cometieron en el pasado. En esta novela juega con el tiempo…

“Y eso que pretendía ser un poco más lineal, procuré no romper la cronología todo el tiempo porque la vida es memoria y la memoria no es nada cronológica. La literatura, además, tiene que ver mucho con la memoria. Con todo, a mi me parece que esta novela resulta un poco más ordenada que otras anteriores mías.”

- Pero las épocas en las que transcurre la historia condiciona a los personajes.

“La novela se inicia en los años 50 y esa década significa el primer condicionante que pesa en las protagonistas ya que nos indica más o menos la fecha de su nacimiento y porque recibieron una educación franquista, que fue tan decimonónica y religiosa. Las cinco protagonistas estudian en un colegio de monjas de aquella época, y en ese colegio ocurren cosas. Lo que acontece en los años ochenta, años donde esas chicas ya son mujeres, tienen 45 años más o menos, no tiene nada que ver con la juventud de esos tiempos ni con fenómenos como la movida ya que no está narrada desde el punto de vista de la gente joven sino cinco mujeres maduras que arrastran un lastre que no encaja en los ochenta. En la cena que celebran con motivo de la reunión, se describe como algunas sí que han sido capaces de ubicarse en los nuevos tiempos aunque les cueste ser juzgadas por sus amigas. Esto es lo que le pasa por ejemplo a Nina.”

- Cuenta que con esta novela lo que pretendió fue rendir homenaje a la generación de sus madre.

“Y a su memoria. A la memoria de mi madre y sus compañeras de generación con las que compartió internados. Se tratan de mujeres que han tenido que adaptarse a los tiempos y ha sido un proceso difícil porque encima pertenecen a la única generación en España que ha tenido que recorrer este camino tan complicado y en el que unas más y otras menos, supieron incorporarse. Creo que merece la pena que se lo reconozcamos porque se criaron en unas condiciones que para nada se parecen a las actuales.”

- ¿Y de las cinco protagonistas de la novela por cuál tiene especial querencia?

“Empezaré por la que peor me caía al principio, que es Olga aunque la animadversión se fue diluyendo a medida que avanzaba en la historia. Olga me fue ganando y pude entonces observarla con otra mirada. Una mirada más tierna. Por otro lado, Nina me cae muy bien porque es un personaje que da bastante juego y es de esos que cuando abre la boca siembra el caos. Cuando Nina aparece es como un tsunami, lo arrasa todo.”

- ¿Y a cuál le costó más darle vida?

“Lola, porque tiene un modelo de vida que no tiene nada que ver con el mío. No se me parece en nada y si tuviera una amiga como ella, estaría todo el rato zarandeándola para que espabilara. Lola es un personaje que ha tenido una vida con una serie de inconvenientes que ha terminado por asumir pero espera que la vida le dé otra oportunidad, otra posibilidad. Con las otras protagonistas tengo más o menos cosas en común pero con Lola no. Marta, por ejemplo, es escritora pero es su marido, un editor barcelonés, quien tras animarla a que escriba, le pide solo libros de cocina, con los que Marta alcanza gran éxito y popularidad, pero es una popularidad que Marta lleva enfadada.”

- ¿Marta está inspirada en Simone Ortega?

“Hay más aunque sí, este fue exactamente el caso de Simone Ortega, una mujer que era cocinilla y al que su editor le pidió que solo escribiera de recetas, recetas que terminaron en el libro 1080 recetas de cocina que fue un éxito de ventas.”

- En la novela, sin embargo, el gran tema es el perdón.

“Se me ocurrieron muchas preguntas alrededor del perdón. El perdón está de moda porque se pide perdón por cualquier cosa, aunque haya sucedido hace 70 años. Parece que necesitamos el perdón, pero es un perdón que no se siente, y eso me generó muchas preguntas cuando comencé a escribir Media vida. Sobre todo, ¿cuál es el sentido último del perdón, y dónde surge? ¿Tiene sentido? Como pienso que a veces el azar escribe por nosotros, me encontré antes de comenzar la novela con La lectura como plegaria, de Joan-Carles Mèlich, fragmentos filosóficos en los que su autor reflexión sobre la lectura, la escritura, la distinción entre moral y ética. Y en el capítulo dedicado al perdón escribe solo se puede perdonar lo imperdonable, una idea que argumenta el pensamiento de Derrida. Leí más sobre este asunto, hasta que el perdón acabó filtrándose en la novela. Yo creo que para mejorarla. En el libro hay varios perdones, pero el de Julia es el mayor ya que tiene algo importante que perdonar y se encuentra en un momento de la vida idóneo para perdonar.

- ¿Un momento idóneo para perdonar?

“El perdón que es un lazo que no obedece a ninguna lógica y Julia perdona probablemente porque vive un buen momento. Y desde ese punto de vista, de triunfadora, tal vez resulte más fácil perdonar.”

- La novela además de crear personajes, sabe generar atmósferas. Pienso en la cena, la última en llegar es precisamente Julia que atraviesa una Barcelona en la que cae una violenta tromba de agua mientras se retransmite por televisión la boda de Carlos de Inglaterra, príncipe de Gales, con Diana Spencer, lady Di.

“Lo de la lluvia es un recurso dramático porque ese día, el 29 de julio de 1981, no llovió en Barcelona aunque sí que se produjo esa misma semana la entrada en vigor de la Ley del Divorcio en España y la boda de Diana con Carlos. El caso es que los narradores nos preocupamos en anclar cronológicamente la acción porque es importante que el lector sepa cuando suceden los hechos y hay varias maneras de exponerlo en una novela. Yo aposté por un recurso estilizado, lo que me permitía diferenciar muy bien la mañana de la tarde y de la noche. Los que ya tenemos una edad recordamos aquellas boda, en aquel entonces tenía once años, así que pensé que sería una manera fácil y directa y también irónica de fijar el momento en el que se produce la acción. Más cuando todos sabemos como terminó aquella boda. No fue un cuento de hadas.”

- Escribe literatura infantil, para jóvenes y para adultos…

“Creo que no soy una buena escritora infantil. Comencé a escribir para niños porque tenía niños pequeños y me inventaba historias para ellos pero no termino de acomodarme en este tipo de literatura. Escribir para los jóvenes es otra cosa. Tienes que conocerlos muy bien y quererlos. Con estos lectores lo que se trata es de emocionar y lo que podemos hacer los adultos que nos dedicamos a escribir para ellos es procurar engancharlos a la lectura, lo que es una gran responsabilidad porque el adolescente reduce su interés por los libros, y lo que hay que hacer es intentar que mantengan su apego a la lectura. Por eso digo que hay que conocer a los jóvenes y preguntarles qué es lo que quieren ya que se encuentran en una edad en la que se enamoran y desamoran y tienen que estudiar y aprender a luchar, decidir lo que van a ser de mayores. Y todo eso en un escenario en el que los escritores tienen que enfrentarse a la poderosa competencia ante la que se encuentran (Internet, herramientas sociales, etc.) y explicar en sus obras lo que ese público necesita saber.”

- ¿Y que necesita saber?

“El lado oscuro de la fuerza y esto es algo que muchos adultos no entienden y supone un problema porque la literatura juvenil suele estar escrita por adultos, adultos que hacen de mediadores que no entienden nada. Pese a todo, existe una literatura juvenil que sí entiende y conecta con ellos en momentos tan delicados como los actuales, y esa literatura tiene que mostrar que los adultos somos personas imperfectas.”

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¿El peor crítico?

Care Santos lo tiene claro. ¿El peor crítico? “Los jóvenes” responde sin titubear. “A este tipo de lectores les da igual cualquiera tipo de condicionante. Es decir, que el autor haya ganado premios o que sea conocido.” No obstante, si se consigue emocionarlo, que “te lea con los cinco sentidos, te encontrarás con un tipo de lector  arrebatado, al que le gusta lo que haces y se lee prácticamente todo lo que has escrito”, confiesa una escritora que con Media vida se suma a la lista de escritoras que se han hecho con el Nadal a lo largo de su historia. Una lista en la que figuran nombres como el de Carmen Laforet, primer premio Nadal con Nada en su edición de 1944; Elena Quiroga (Viento del Norte, 1955); Carmen Martín Gaite (Entre visillos, 1957) y Ana María Matute (Primera memoria, 1959), entre otras.

Saludos, gente de bien, desde este lado del ordenador.

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