Basilio Martín Patiño

La semana pasada se produjeron tres grandes ausencias en el cine español: Will More, Terele Pávez y Basilio Martín Patiño. Más el primero que los otros, desaparecieron sin hacer demasiado ruido aunque hubo voces que lamentaron la muerte de dos hombres y una mujer que fueron a lo suyo. Y que si por algo destacan en su inestable obra, es por ir siempre a contracorriente.

Los tres forman parte de ese cine español reacio a reconocer el talento de sus bichos raros. Will More no se adaptó, Terele Pávez terminó como secundaria haciendo el papel de su vida, el de mujer dura y cabrona y Basilio Martín Patiño acabó perdido en su visión pasado/presente/futuro del cine, pero de ese cine que él pensaba tenía que ser entendido como arte.

El cineasta cuenta con una producción interesante, y hablar con él era tan interesante como muchas de sus películas.

Basilio Martín Patiño daba respuesta a las preguntas con largos monólogos en los que hablaba de todo con una vaga y diría que eterna sonrisa en los labios.

Te atrevías a interrumpír y él ni caso, porque continuaba y continuaba perorando y perorando sobre el cine y las posibilidades que tenía como arte, al margen de que contara historias lineales o con personalísima mirada.

Recuerdo aunque la memoria es mentirosa que al final de la entrevista que se había transformado en discurso, justo en ese momento en el que Basilio Martín Patiño cerró la boca para volver a dibujar la eterna sonrisa en los labios, le pregunté por curiosidad cuál de las canciones que había incluido en Canciones para después de una guerra era de su favorita.

Giró la cabeza y sin perder la sonrisa se encogió de hombros…

¿Y a usted?- preguntó por educación.

No hizo falta que lo pensara mucho:

El Rascayú.

Y creo, pero la memoria es mentirosa, que fue entonces cuando nos pusimos a cantarla.

Saludos, va por usted,m maestro, desde este lado del ordenador.

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