Un ‘Manual de exilio’

“Descubro sorprendido la miseria, los rostros de los mendigos, la malformación y la fealdad. Los huesos rotos y las bocas desdentadas. Un olor particular, mezcla de varias capas de sudor y de tabaco frío. Descubro el universo invisible de los hombres-insecto. Me detengo aterrado ante los enormes noctuidos: un parece una mantis religiosa de ojos acuosos; otro un hombre negro, me recuerda a una cucaracha aplastada y malvada. Más allá, ante las puertas del supermercado, duerme un coleóptero grande y perezoso.” (Manuel de exilio. Cómo aprobar su exilio en treinta y cinco,Velibor Colic. Traducción: Laura Salas Rodríguez.Editirial Periférica, 2017)

El título puede llevar a engaño aunque clave como todo en este libros inclasificable, y en el que hay mucho de memoria y mucho de ficción, así como una atractiva mirada desde dentro/fuera de una mitad de Europa, la occidental, que recibe a los supervivientes del naufragio del este…

No hay rencor, ni crítica, ni voluntad de mostrar las vergüenzas ajenas, pero quizá sea esta singularidad lo que hace más desconcertante y atractivo un libro en el que la tragedia se cuenta con humor, y en ese humor se revelará al mismo tiempo un retrato frío de ese occidente opulento pero vacío.

Esto lo escribe un escritor yugoslavo famoso en su país antes de que este desapareciera. Tras formar parte del ejército bosnio, y que dio origen a su anterior libro, Los bosnios, emigró a Francia con la esperanza de recuperar su carrera literaria, sueño que no desaparece aunque viva como un vagabundo.

Manuel de exilio. Cómo aprobar su exilio en treinta y cinco lecciones, de Velibor Colic, es una suerte de autobiografía de un buscavidas no demasiado profesional en un mundo que lo admite pero que no le comprende aunque como escribe su admirado Albert Camus: “Todas las desgracias de los hombres proviene de la esperanza”.

Y esa “desgracia”, la “esperanza”, es lo que lo mantiene.

Y todo esto y más escrito sin asomo de compasión y sí mucho humor. La vitalidad del protagonista se alimenta de su propia experiencia y de lecturas donde se repiten los mismos autores, el ya mencionado Camus, Sartre, Celan… cuyas obras son leídas en cuartos que parecen ataúdes, parques y jardines en los que ya se puede pisar el césped, y vagones de metro y tren.

El protagonista del libro llega a Francia con lo puesto y a la edad de 28 años en el verano de 1992.

Es consciente de que “mi lengua ya no significa nada, de que estoy lejos” y tiene la sensación de que se ha sumergido en “un universo acuático en el que todo gesto, todo movimiento, toda palabra están ahogados en un silencio inquietante.”

Velibor Colic se ha acostumbrado a ver la vida a tanta velocidad y con la convicción de que estar vivo o muerto solo es cuestión de minutos que lo que observa en occidente desde su barrera, la del inmigrante, se puede soportar si se siguen al piel de la letra estas treinta lecciones donde lo primordial es no perder la cabeza.

No obstante, lo que podría haber sido un relato sobre supervivencia y una crítica feroz al sistema se diluye en una novela organizada en secuencias, la mayoría independientes una de otras y las que vuelca sus experiencias como hombre y artista. Porque en todo momento, nos recuerda, él es escritor. Un escritor que se vio obligado a coger las armas y a ver de cerca el absurdo de la guerra y ahora, como inmigrante, el absurdo de la paz.

No busca redención sino tener lo suficiente para vivir de lo que escribe. Y con todo lo que carga en sus espaldas, aprender con lo que vive.

La piedra filosofal para conseguirlo en un libro autobiográfico que no deja de resultar, irónicamente, de autoayuda, es no tomarse las cosas demasiado en serio ni demasiado en broma. Con seguir adelante basta, pero procura mantener la cabeza alta y una perenne sonrisa.

One Response to “Un ‘Manual de exilio’”

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