Ley de (des)Orden

La literatura de Don Winslow está poblada de personajes de una sola pieza a los que describe con frases cortas y directas. Hurga, sin bisturí, en las heces  de la condición humana para contar cómo ha terminado por adaptarse a una sociedad y un sistema que se han vuelto corruptos.

Don Winslow es uno de los autores de cabecera de la realidad negra y criminal de estos agitados y confusos tiempos gracias a excelentes novelas como El poder del perro, El Cártel y ahora Corrupción policial en la que propone un ambicioso fresco de las cloacas de Nueva York que poco o nada tienen que envidiar con sus retratos sobre el narcotráfico.

Corrupción policial está protagonizada por un policía, Denny Malone, al que se conoce como el rey de la zona norte de Manhattan, un escenario que controlan bandas, policías corruptos y la mafia.

Unos y otros combaten por hacerse los amos de este territorio y para ello emplean estrategias que han terminado por difuminar la frontera que los separa del bien y del mal.

Explica, con letra muy clara, cómo funcionan las entrañas del sistema, en cómo se lo montan algunos para imponer la ley y el orden, y de paso lucrarse, en unos barrios marginales y extremadamente pobres.

El norte de Manhattan, según Don Winslow en esta novela, es la jungla de asfalto. Una parte de la Gran Manzana devorada por gusanos con forma de  miseria y droga.

Este territorio mantiene la calma sin embargo gracias a tipos como Malone y los suyos, gente que recurre a métodos poco ortodoxos para imponer la paz.

Toda esta cruenta pero de momento soterrada guerra se vive en Nueva York, una ciudad a la que ama y odia el autor de la novela, Don Winslow. Este canto contradictorio pero emocionado a Manhattan tiene algo del realismo sucio a lo The Wire y mucho del ambiente lumpen con el que James Ellroy presenta a sus servidores de la Ley, pero filtrados por un escritor al que se le puede acusar de muchas cosas pero no de original y adictivo.

Pesimismo en crudo, violencia y desolación son algunos de los ingredientes de la novela, a los que habría que añadir un tristísimo romanticismo y un contradictorio retrato de la amistad.

La novela cuenta muchas historias y una de ellas es la redención de su protagonista. No se trata, sin embargo, de una epifanía en favor de la familia y los seres queridos sino de sí mismo. Esa es la tarea final que emprende Denny Malone, un tipo que se creía muy duro hasta que traiciona todo lo que más honra: su amante, su familia, sus amigos y su placa.

La fauna que vive en esta zona de Manhattan es multirracial y en ella se habla hasta cinco idiomas distintos. Es un territorio al borde del caos en el que cada uno va a lo suyo aunque se acercan cuando hacen negocios con las drogas o se matan entre ellos también por las drogas. A su alrededor se mueve un ejército de enfermos y yonquis, también de policías que han perdido la noción de lo que está bien y de lo que está mal. Policías que se han convertido en mercenarios y que  recurren a la extorsión, los sobornos e incluso el asesinato para que todo siga igual.

Denny Malone se mueve como el rey de la jungla en este caótico escenario. Lo respalda un escogido grupo de hombres con los que ha forjado lazos de hermandad. Una hermandad que se sostiene porque en ella no hay piedad para el narcotraficante como para el que traiciona al clan.

En este mundo cerrado a los chivatos se les expulsa a patadas y son sentenciados a muerte, a que reciban un balazo en la cabeza. Se dirá entonces que lo hizo un pandillero o un yonqui aunque todos saben que habrá sido la misma policía.

Don Winslow indaga en esta hermandad y observa cómo actúa a través de las fisuras que poco a poco se van abriendo en el alma de Denny Malone.

Su proceso de degradación y su posterior redención es lo mejor de un libro ambiguo e incómodo porque no se puede estar del lado de gente como Malone. Tipos que recurren a maniobras retorcidas y muchas veces delictivas para limpiar su reino de drogas.

Como pasó en El poder del perro y El Cártel, Corrupción policial termina como un western, aunque más un espagueti western que uno de John Ford pese al que el escritor mencione al director de Centauro del desierto pero se sospeche que se refería a Sergio Leone.

La catarsis sirve de todas formas para digerir el progresivo deterioro de su protagonista. Ese momento en el que abre los ojos a la realidad de una ciudad castigada desde dentro por pandillas y grupos criminales pero también por policías y una administración municipal igual de corrupta.

El fantasma de las Torres Gemelas afecta al protagonista (uno de sus hermanos murió ese día en la Zona Cero) así como su acusado sentido de la culpa que tiene lecturas católicas. Denny Malones pertenece a esta religión aunque no la practique demasiado.

Don Winslow dedica la novela a los agentes que fallecieron en acto de servicio mientras la escribía y penetra y asume las contradicciones de su personaje y de la policía a la que sirve.

También es la historia de un hombre que intuye en qué se ha convertido y en qué se ha transformado la policía en la que trabaja.

Esta es la historia de Denny Malone, el hombre que reinó en Manhattan Norte.

Saludos, basta, desde este lado del ordenador

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