Conquistas cinéfilas, un ‘Escándalo’

Hay películas por las que uno siete particular querencia aunque sea consciente de que no son grandes aportaciones al cine. El caso es que estas películas continúan emocionando con cada nuevo vistazo lo que hace que esa cinta, el largometraje, cuente con un algo indefinible que lo conquistó y conquista ya para los restos.

Me sucede con Scandal, una película de 1989 que firma un cineasta discreto, sin demasiadas tentaciones autorales como es Michael Caton-Jones, director de las también estimables Rob Roy, Vida de esta chico y Memphis Belle y de las olvidables Instinto Básico 2 y Doc Hollywood, entre otras.

Scandal es un afortunado milagro en su trayectoria. Es un juicio muy personal pera ya escribí antes que algo tiene esta película que me conquista. Probablemente, pienso ahora, redactando estas líneas, en su actriz protagonista, Joanne Whalley, que no ha tenido la carrera cinematográfica que se merecía; y también los actores que la rodean, John Hurt, Bridget Fonda, Ian McKellen y Jeroen Krabbé, piezas de un turbio rompecabezas político de la que se sirve Scandal para contar uno de los escándalos más sonados en Gran Bretaña en los años sesenta: la tumultuosa relación que mantuvo la modelo Christine Keller con el ministro de Defensa, John Profumo y, paralelamente también, con un agregado de la embajada soviética.

Lo interesante de esta historia que ahonda como otras historias en la doble moral de sus protagonistas, es que la película opta por el camino del centro sin renunciar al morbo político de esta relación ni al ambiente de fiestas y juergas que tomaron la ciudad de Londres aquella década prodigiosa que fueron los sesenta.

El filme de Michael Caton-Jones da un paso al frente al detenerse en la relación paterno filial que nació entre la joven Keller y el doctor Stephen Ward, una pareja que, pese a vivir junta, no mantenía relaciones sexuales pero sí una contradictoria amistad. Hay química sostenida, y bastante, entre John Hurt y Joanne Whalley, que interpretan a Keller y Ward, y son ellos dos, básicamente, los grandes protagonista de este relato cinematográfico que apenas ha arañado el paso del tiempo.

Han pasado prácticamente veinte años desde el estreno de Scandal y el filme todavía se aguanta gracias a una discreta dirección que se apoya en el trabajo de sus actores, algunos de los cuales ya no se encuentran por desgracia entre nosotros.

El filme cuenta además con una notable selección de canciones de aquellos años y una recreación de los felices sesenta que logra transportar al espectador a un universo hedonista y marcadamente masculino, en el que mujeres atractivas como Keller se hicieron espacio gracias a una suerte de casualidades, la más importante de ellas, ser descubierta por un hombre con miedo, demasiado acostumbrado a pasear por el lado salvaje de la vida.

Entre las muchas sorpresas que guarda Scandal vista hoy es que no moralice sobre ese tortuoso universo de sexo y alcohol para multimillonarios sino que se preocupa en contar una historia de amor muy atípica entre una mujer de belleza excepcional entregada sexualmente a dos hombres que no le interesan, y un tercero que sí, porque no la desea.

Saludos, decimos, desde este lado del ordenador.

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