‘El conocimiento’, una novela de Jonatah Allen

El mundo literario de Jonathan Allen tiene identidad propia y cuenta por ello con una serie de constantes que define su producción narrativa. La más acusada quizá sea el pasado y cómo se representa ese pasado a través de fantasmas. Los fantasmas están presentes en Julia y la guillotina y Sangre vieja, dos novelas que funcionan muy bien como vehículos narrativos fantásticos, e historias que hablan también de la familia y su linaje, otra constante que puede detectarse en la literatura del escritor.

Otra particularidad en la narartiva de Jonathan Allen es cómo utiliza los géneros, aunque más que utilizarlos se apropia de ellos porque en sus historias se mezclan unos con otros, lo que los hace salir de sus límites. Y el caso es que la combinación funciona.

El conocimiento, su nueva novela, podría entenderse en esta dirección. Es decir, como un relato de aventuras porque todo relato de aventuras cuenta una historia de iniciación, iniciación (Capitanes intrépidos, La isla del tesoro) física y espiritual en las que su protagonista, apenas un adolescente, se da de bruces con otra realidad, más sórdida, como es la de los adultos.

El escenario en el que se desarrolla El conocimiento tiene bastante que ver con el desarrollo en el que se mueve la novela de aventuras, solo que en manos de Jonathan Allen lo que podría ser un desierto, una jungla, la peripecia de recorrer un territorio hostil para encontrar las fuentes del Nilo se transforma en la geografía de la capital grancanaria a mediados de los años setenta del pasado siglo. Ciudad en la que se mueve su protagonista, Andrés Nimaya, quien transita por ella como quien camina por recónditos subterráneosen en busca de su particular Grial

Andrés Nimaya es descrito al principio de la novela como un niño que pertenece a la sociedad bien de Las Palmas de Gran Canaria, aunque se encuentra algo desubicado por la sangre que corre por sus venas. Hijo de un empresario austriaco y de una madre canaria tras un desencuentro en el colegio en el que estudia, empieza a interesarse y a investigar consecuentemente en la historia de su familia. Esta obstinación le llevará a abrir puertas de la memoria familiar que estaban celosamente cerradas y a superar una serie de pruebas.

Desde sus inicios El conocimiento se plantea como un viaje al pasado, un pasado plagado de demasiados muertos y que parecen que reclaman justicia desde sus tumbas.

La sombra de la represión en Gran Canaria durante la Guerra Civil se abre paso en una novela que con estilo tranquilo muestra la transformación de un personaje y su enfrentamiento con muchos de los fantasmas/demonios familiares. Un sendero, el que propone el libro, plagado de numerosas aventuras que reconstruyen la personalidad del protagonista.

El estilo al que recurre Jonathan Allen para contar esta historia es bastante sencillo aunque detrás de esa sencillez se hablan de cosas con alto tonelaje intelectual. A la aventura se une el misterio y al misterio cierto eco fantástico que refuerza una novela que no deja indiferente y en la que el lector se sentirá reconocido –asumirá su propio conocimiento– en algunos de los capítulos de un libro en continuo ascenso, que no deja descanso, que atrapa nada más leer sus primeras páginas.

Saludos, ¡¡¡NO AL CIERRE DEL TEATRO TIMANFAYA!!!, desde este lado del ordenador

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