Los olvidados: Juan Iturralde

Juan Iturralde (seudónimo de José María Pérez Prat) no dejó una producción literaria pródiga en títulos pero sí que cuenta con una novela, Días de llamas, que en palabras de Carmen Martín Gayte se encuentra entre las mejores sobre la Guerra Civil española, un juicio discutible pero que la escritora razona en la breve introducción que ediciones B presentó al público en 1987 de la novela de Iturralde, y un libro que desde entonces continúa siendo relativamente desconocido no ya por el público sino también por el iniciado en la fecunda e interesante literatura que se ha escrito sobre la Guerra de España.

El caso de Juan Iturralde es paradigmático para ilustrar como muchos de aquellos escritores quedaron sepultados bajo la losa del olvido por caprichos partidistas. Las ideas, ya se sabe, no casan con el arte ni con los artistas, por muy comprometidos que sean. Y Juan Iurralde fue un escritor comprometido, pero comprometido con él mismo. Esto lo distingue de otros narradores que volcaron en novelas, testimonios y biografías sus experiencias de la Guerra Civil española, esa guerra cuyas secuelas todavía arrastran los nietos y biznientos como si de una oxidada cadena se tratara.

Juan Iturralde, que ejerció su carrera profesional como abogado del Estado en Las Palmas de Gran Canaria y Madrid, ambienta la novela en la capital de España entre 1936 y 1939. Su protagonista es Tomás Labayen, hijo, hermano y cuñado de militares que en la guerra que desgarra a España ejerce de juez de ideas liberales. Una extraña síntesis en la que se mezclan opiniones republicanas con las que defienden los nacionales.

En esa tierra de nadie, en ese territorio en el que no apuesta ni por unos ni por otros, Tomas Labayen se mantiene leal a sus principios, lo que confiere de matices un personaje que observa alucinado cómo media España se enfrenta a la otra en virtud de unas ideas que incitan a amedrentar y acabar física y moralmente con el adversario solo porque piensa diferente.

La novela narra el renacimiento de su protagonista, Tomás Labayen, antes juez y ahora preso que limpia los retretes de la prisión vigilado por un miliciano que antes, en ese pasado que ya no exite, fue empleado de su casa.

Labayen, que ha sido condenado a muerte por los suyos, los que defienden la II República, hace examen de coinciencia mientras friega los suelos y se destroza las manos de lejía. El lector asiste a este peculiar examen de conciencia y transformación personal casi con el mismo estado de asombro que el protagonista. Un hombre culto, preparado, respetuoso con los demás que ha terminado quizá por culto, preparado y respetuoso con los demás en una cárcel republicana que bien podría ser de los facciosos si el alzamiento le hubiera tocado en el otro lado.

Tomás Labayen convive en la celda con otros presos, pero mientras estos están angustiados de saber que no habrá mañana, la mayor preocupacion del protagonista es conocer si ha tenido una buena vida. Esta y no otra es su mayor incertidumbre.

Por la novela desfilan diferentes acontecimientos de la Guerra Civil como el alzamiento en Madrid, con especial atención a los sucesos del cuartel de La Montaña; los últimos días del Toledo republicano, con el Alcázar como fondo; la llegada triunfal de las Brigadas Internacionales y las cruentas batallas que se libraron en la ciudad universitaria.

Todos estos hechos son narrados a través de la voz de su protagonista. Una voz que los evoca con una desarmante y fría distancia.

Días de llamas plantea el recorrido vital y sentimental de un hombre que se resiste a perder la lucidez en medio del caos y de la descomposición físicay moral de una ciudad y de un pueblo, el de Madrid.

España, concluye Iturralde, vive su sueño de la razón. Ese que provoca monstruos y Días de llamas.

Saludos, en pie, desde este lado del ordenador

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