Las postales de Roberto

Dirección: Dailo Barco
Producción: Jairo López, Domingo J. González, Jonay García
Guión: Dailo Barco
Edición: Oscar Santamaría
Fotografía: Santiago Torres, Gabriel García
Sonido: Marco A. Toledo
Música Original: GAF

Son muchas las impresiones que asaltan al visionar un documental como Las postales de Roberto pero si hay una que destaca a nuestro juicio es la originalidad de su mirada. La forma de contar una historia con hondo calado humano por la que ha apostado el director de este trabajo, Dailo Barco, quien se convierte con el protagonista del documental, Roberto Rodríguez, en el otro protagonista del relato. De hecho, hay como una insistencia en dejar claro la amistad profunda que se tejió entre dos hombres cuyo abismo generacional es salvado por el cine. Ambos, además, contemplan las películas (o postales como despectivamente fueron calificadas en su momento) que realizó un cineasta amateur que nunca quiso convertirse en un profesional, aunque los trabajos que rodó, mucho de ellos por encargo, disfrutan de cierta personalidad.

El documental comienza con una búsqueda, conocer al responsable de unas películas que se custodian en la Filmoteca Canaria, momento en el que se da información de Roberto Rodríguez, nacido en La Palma y que desarrolla su carrera como cineasta amateur tras conocer a un veterano viajero holandés que amplia sus horizontes vitales como estéticos y que junto a sus padres es un personaje fundamental en el desarrollo de su existencia

Hombre sencillo pero con una acusada sensibilidad cinematográfica, Las postales de Roberto está narrada a través del diálogo que mantienen Dailo Barco y Roberto Rodríguez, quien revela lo que se esconde tras muchas de las imágenes que ambos contemplan y que contempla el espectador en un fascinante juego de miradas en la que se proporciona información sobre un trabajo que poco a poco y a medida que avanza el documental deja de ser aficionado, de ser postales, para alcanzar una dimensión cinematográfica fundamental para entender el pasado de una islas como son las Canarias. En este sentido, las postales se transforman en material de estudio sociológico y reivindica una forma de hacer cine libre, sin cortapisas, que educa la mirada.

El retrato que ofrece Dailo Barco de Roberto Rodríguez no deja de transmitir satisfactorias sensaciones al espectador. Se aprecia respeto por el personaje, pese a las bromas que salpican su larga conversación, y fascinación por una manera de hacer cine que hoy pertenece al pasado. Moviola, acetona, súper 8 y 16 mm. Roberto Rodríguez solo lamenta no haber rodado en 35 mm, el resto, esas postales que son películas, son las que quiso hacer, las que forjaron su temple como cineasta y como persona.

Resulta, en este sentido, muy inteligente el retrato que ofrece Dailo Barco del protagonista de su documental. No solo se detiene en su carrera como cineasta sino también en su vida a través de sus películas, muchas de ellas familiares, testimonios de una vida y reflejo de una isla (son poderosas las imágenes del volcán Teneguía en erupción y lo que dice sobre aquella experiencia Roberto Rodríguez) en continuo proceso de cambio aunque éste parezca lento y en muchas ocasiones insignificante.

Las postales de Roberto es cine en su estado más puro. Conmueve, hace reír y llorar pero sobre todo nos presenta a un hombre desde varios puntos de vista, miradas diversas que conforman la peculiar identidad de un cineasta que rodó lo que quiso y cuanto quiso pese a la hostilidad de la juventud airada y universitaria de su época.

Un tipo realmente curioso y singular.

Saludos, plano americano, desde este lado del ordenador

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