Santiago Roncagliolo: “Nunca me he identificado con el realismo mágico”

Hijo del sociólogo, periodista y político Rafael Roncagliolo y de Catalina Lohmann Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) pasó parte de su infancia en México. Tras recorrer medio mundo, reside ahora en España.

Es autor, entre otras novelas de Abril rojo, por la que obtuvo el premio Alfaguara en 2006, y La noche de los alfileres (2016) que, de momento, es su última ficción literaria mientras se dedica a otras tareas, más periodísticas, como colaborar en las memorias del embajador del ex presidente de los Estados Unidos de Norteamérica Barak Obama en España, James Costos; así como en guiones y artículos periodísticos.

El escritor visitó Tenerife donde participó el mes pasado en la gala de los premios literarios de la Universidad de La Laguna y en el festival de literatura policíaca Tenerife Noir.

- ¿Hasta que punto condiciona su literatura el exilio?

“Pues mucho porque todos mis personajes se siente de alguna manera exiliados, excluidos y buscan su lugar en el mundo aunque no terminan por encontrarlo. La búsqueda territorial de un lugar forma una parte muy importante de mi trabajo como escritor. Escribo bastante de personas que se encuentran fuera de su país y de su lugar físico por lo que cuento con libros que transcurren en ciudades como Miami y en países como España, Francia y Argentina, entre otros. Estoy marcado por esta tendencia porque yo mismo soy, no solo por la niñez sino por llevar mucho tiempo viviendo España y más ahora que resido en Barcelona, como un extranjero en todas partes aunque algunos de mis personajes se sienten igual de extranjeros sin haberse movido de su espacio físico”.

- ¿Cómo se siente al no pertenecer a ningún lugar?

“Por un lado es bueno para el escritor porque creo que toda literatura nace de la sensación de distancia frente a la realidad. La necesidad de contar una historia, al menos en mi caso, de crear un mundo tiene mucho que ver con no estar contento con éste porque no termina de convencerte ni de aceptarlo. Mis personajes siempre se sienten diferentes porque me importa mucho la gente que es diferente. Incluso políticamente me manifiesto a favor de los inmigrantes, las minorías sexuales que solo por ser diferentes pueden ser atacados precisamente por serlo. Y todo eso forma parte de mi trabajo creativo. Para escribir hay que conocer el lugar del que se escribe aunque a veces la mejor manera de conocerlo es marcharte de él ya que descubres, por contraste y desde la distancia, como es el tuyo. Por eso digo que sentirte extranjero me es útil como escritor aunque otra cosa es cómo me afecta a nivel personal”.

- ¿Pero no le da cierta sensación de orfandad carecer de patria?

“ Sí, sobre todo porque ahora vivo en Cataluña, donde todo el mundo te recuerda todo el día lo importante que es ser de allí y lo diferente que es ser catalán y, personalmente, creo que es bastante extraño. Patria, por otro lado, es la tierra de tus padres y cuando tienes hijos en otra parte, ese territorio se convierte en tu nueva patria y te ata a ella, te proporciona una raíz y hace que ese lugar sea tan tuyo como del que viemes”.

- La tierra de sus padres y la tuya es el Perú, ¿cómo lo observa desde la distancia?

“Cada vez mejor, el país del que me fui era un país en el que se había instalado un régimen no solo autoritario sino abiertamente mafioso que ejerció una política basada en la miseria social y cultural. No había espacio para que pudiera desarrollar mi trabajo, así que decidí venirme a España porque aquí sí encontré ese espacio. De todas formas y afortunadamente, los escritores peruanos y muchos latinoamericanos ya no se van porque contamos continente con un feria del libro a la que acude medio millón de personas, personas que consumen libros y películas. Esto me hace pensar que más bien es Europa la que está atravesando un declive de momento suave pero firme y que un país como España es el que tiene problemas que no tenía antes. Reconozco que uno de mis desastres es que vivo comprando ambos territorios y que los que me escuchan hablar aquí, en España, me dicen que soy de derechas mientras que en Perú me tachan de comunista”.

- ¿Y cuán es su punto de vista político?

“Bastante extraño porque tiene que ver con el constante contraste de estudiar qué funciona en un sitio y que cosas no más que la pertenencia a un partido político”.

- ¿Y qué opina de la situación en Venezuela?

“Que Venezuela es un lugar terrible, un lugar en el que se quiere ir tanta gente y al que nadie quiere ir a vivir no es un ejemplo para nada. Hace poco estuve en Colombia, en una ciudad cerca de la frontera y descubrí que además de las fronteras físicas existen las sociales ya que las prostitutas venezolanas que cruzan la frontera trabajan allí por la tercera parte de su sueldo lo que ha provocado manifestaciones de las prostitutas colombianas porque con estos precios las prostitutas venezolanas se están llevando a toda la clientela. Y me pareció terrible cómo un régimen hace que sus prostitutas trabajen más barato porque incluso así ganan más que en su país. Por otro lado, no viviría tampoco en Cuba, aunque la Cuba de hoy está mejor que la de 1992, la del Período Especial. Parece que ahora hay gente que puede poner un negocio aunque., para qué engañarnos, no habrá cambios de verdad hasta que se muera Raúl Castro”.

- Tras novelas como Abril rojo, que fue la que le abrió las puertas en España al obtener con ella el premio Alfaguara 2006 y reaparecer con el mismo personaje en La pena máxima, ¿no se ha planteado recuperar como personaje al fiscal Félix Chacaltana Saldívar?.

“No lo sé, depende de él ya que el segundo libro no estaba previsto aunque tenía la historia y apareció Félix. La verdad es que tengo poca autoridad con el personaje”.

- Usted se ocupa en mucho de sus libros de Sendero Luminoso, ¿qué significa este movimiento para la historia del Perú?

“Fue mi guerra, para los peruanos lo que se vivió en los 80 fue algo así como lo que significó la Guerra Civil para los españoles. De hecho, lo que pasó esos años en Perú fue una verdadera guerra civil en la que hubo 70.000 muertos y desaparecidos por ambas partes porque el ejército peruano y los hombres y mujeres de Sendero Luminoso fueron igualmente salvajes y todos los peruanos lo vivimos de cerca. A todos nos temblaron los cristales por las explosiones o conocimos a alguien cuya casa habían volado o tenían un muerto o un herido en la familia. Resultaba habitual encontrar cadáveres por las calles, donde tenías que agacharte por el silbido de las balas. Creo que escribimos para explicarnos a nosotros mismos y necesariamente todo aquello me hizo quien soy para bien o para mal y marcó, además, algo que tiene mucho que ver con todo lo que escribo: nunca me he identificado con el realismo mágico o con la literatura que escribían los intelectuales desde París, que era sobre todo lo que se cultivaba en los 80 porque no tenía nada que ver con mi vida. Mi vida estaba repleta de cadáveres por las calles, toques de queda, apagones y lo que hablaba de mi, de mi mundo, eran las películas de terror y los thriller porque todo lo que me hacía sentir miedo, ese miedo, podía controlarlo cerrando el libro o dejando de ver la película”.

- Luego su trabajo gira en torno al miedo.

“Siempre ha girado en torno al miedo. Mis personajes se enfrentan a sus peores pesadillas muchas veces sociales, cotidianas o producto de la violencia . Siempre digo que escribo historias de terror. Me interesa explorar qué convierte a una persona en alguien monstruoso. Qué hace que gente normal haga cosas atroces, aunque sea con buenas intenciones. Esa es la gran pregunta de todo mi trabajo, como es que cosas así ocurrieron y siguen ocurriendo”.

- Pero pese a este tenebrismo en sus novelas juega mucho con el humor, el humor negro.

“Y con la novela negra, el thriller aunque no las consideraría exactamente de género aunque juegan con él en la medida que el miedo es nuestra emoción más primitiva, la más básica y de la que se ha alimentado la literatura y el cine popular con la que crecí y a la que admiro. La literatura de los 80 era enormemente ambiciosa e intelectual y distante, por lo que si lo que querías era leer historias, escapar, evadirte de la realidad, leías unas de estas novelas populares o te metías en el cine. Y el cine y la literatura es muy importante en lo que hago. De hecho, la literatura popular y el miedo forman parte de esa cultura”.

- ¿Y ahora qué?

“Me he tomado un descanso tras La noche de los alfileres porque la literatura es un trabajo tremendamente solitario y una vez que se publica la novela está la fase de promoción que es agotadora y en la que básicamente hablas de ti mismo. Estos dos últimos años he estado ocupado con otros proyectos creativos, como un libro infantil, guiones. Ayudo, además, a James Costos, embajador de Barak Obama en Madrid, con sus memorias y es una historia muy interesante. Mientras tanto, le doy vueltas a unas ideas pero creo que no puedes publicar un libro de ficción todos los años porque necesitas oxígeno. De hecho, mis novelas van a tardar en publicarse en el futuro aunque nunca dejo de escribir. Tengo mucha suerte de poder dedicarme a lo que me gusta, que es escribir, a razón por la que lo dejé todo y me vine a España “,

Su última novela

La noche de los alfileres es la última novela hasta la fecha de Santiago Roncagliolo, un libro publicado en 2016 y en el que se mezcla humor negro y terror. La historia es la de cuatro adolescentes internos en un colegio en Lima que son los tipos raros y el objeto de las bromas de los demás compañeros de clase en unos año donde el bulling “no se había diagnosticado todavía”, que deciden un día, hartos de su humillante situación tomarse la justicia por la mano y sentir que que se siente ejerciendo el poder en un mundo cerrado, en el que no hay chicas, “solo que la cosa les sale muy, pero que muy mal”.

”He hecho una historia desde la memoria porque cada uno recuerda aquella experiencia como adultos aunque cada uno evoca una historia diferente porque la memoria es una película en la que quedamos bien, en la que siempre somos los buenos. La memoria reorganiza nuestro pasado de una manera que convenga a nuestro presente”.

Saludos, digo, desde este lado del ordenador

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