La desaparición de Josef Mengele, un libro de Olivier Guez

Periodista, escritor y guionista Olivier Guez, autor del libreto de la más que estimable película El caso Fritz Bauer, obtuvo el año pasado el premio Renaudot por La desaparición de Josef Mengele (Tusquets, 2018), libro en el que reconstruye el itinerario que emprendió el tristemente famoso doctor en medicina alemán por Argentina, Paraguay y Brasil tras finalizar la II Guerra Mundial.

Conocido también como el ángel de la muerte de Auschwitz, en el libro se encuentra el gradual proceso de aislamiento y paranoia que lo va sometiendo tras conocerse la noticia del audaz secuestro en Argentina de Adolf Eichamann por los servicios secretos israelíes.

La literatura francesa reciente tiene una especial querencia por reconstruir el pasado de forma literaria. Los ejemplos son numerosos aunque baste recordar solo algunos: El orden del día, de Éric Vuillard, cualquier libro de Patrick Deville o el mejor Emmanuel Carrere en obras como Limónov, El adversario o El reino, entre otros y católogo al que ahora se suma Olivier Guez con este impecable e implacable retrato de un médico nazi profundamente adoctrinado por una idea perversa.

Nacido en el seno de una familia acomodada, Josef Mengele tuvo sin embargo una carrera mediocre bajo el nazismo ya que no pasó del grado de capitán de las SS. Destinado a Auschwitz, comenzó a utilizar como cobayas humanas de sus experimentos a los presos judíos mientras silbaba arias de ópera. El caso, y el autor de este libro lo recuerda, es que otros médicos SS hacían lo mismo, y que muchos de estos médicos tuvieron una vida normal después de la guerra.

En el libro Olivier Guez se plantea, entre otros temas, el porqué Josef Mengele adquirió la fama que alcanzó al finalizar la guerra y no otros compañeros de ciencia como él. Al mismo tiempo, intenta penetrar en la cabeza de un asesino que nunca se arrepintió de sus crímenes y que vivió en libertad –-aunque en sus últimos años acosado por el miedo a ser descubierto y devuelto a su país– protegido por antiguos camaradas que hicieron carrera bajo los regímenes de Juan Domingo Perón , Juan Alfredo Stroessner y la dictadura militar en Brasil, al tiempo que era mantenido por la fortuna familiar.

La desaparición de Josef Mengele se puede leer como la crónica de un hombre evadido que no encuentra su lugar en el mundo pero que no dejó de pensar hasta el final de su vida que todo lo que hizo fue por contribuir a la grandeza de la Alemania hitleriana.

Obviamente, Olivier Guez fantasea en muchos de los capítulos del libro, y ofrece digamos que una visión justiciera sobre los últimos días de Josef Mengele, a quien retrata en una árida soledad tras haber saboreado las mieles del triunfo mientras el III Reich destruía Europa y sus primeros años como exiliado en Argentina, donde prospera como empresario y logra acercarse a las clases más pudientes de esta república latinoamericana.

No obstante, y al margen de estas licencias, el cuadro que ofrece en torno a este asesino que jamás reconoció sus crímenes es demoledor. También el aislamiento progresivo al que se sometió a medida que pasaron los años, un aislamiento físico y espiritual que terminó por demoler a un hombre que se creía de acero.

La difícil relación que mantuvo con su hijo natural desde sus escondites en lo más profundo de la selva brasileña, sus amores y las relaciones con los camaradas condenados al exilio en esa América cuyas dictaduras los recibieron con los brazos abiertos, son otros de los elementos que hacen que la lectura de este libro despierte adicción y haga difícil abandonar su lectura.

Las conclusiones que el autor de esta obra, amarga y profundamente triste, resultan así tremendas sobre la condición humana ya que no hubo, ni hay, un solo Josef Mengele.

El mundo está repleto de hombres y mujeres que piensan que están actuando correctamente cuando el sistema los convierte en trabajadores del horror. Esa banalidad del mal con la que Hannah Arendt intentó explicar el fenómeno de la perversión en personas aparentemente normales y corrientes.

Saludos, léanlo, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta