Laura Freixas: ““Mi madre sentía que nacer como una mujer era nacer minusválida”

La escritora Laura Freixas (Barcelona, 1958) estuvo la semana pasada en Tenerife para presentar el segundo volumen de sus diarios, Todos llevan máscaras. Diario 1995-1996 (Errata Naturae, 2018) e impartir varias conferencias sobre mujeres y literatura femenina.

Freixas es autora de una notable producción literaria en la que se encuentra además de el diario, la novela y el ensayo, entre otros. Algunos de sus libros son los ensayos Literatura y mujeres y El silencio de las madres; el libro autobiográfico Adolescencia en Barcelona hacia 1970 y las novelas Último domingo en Londres, Entre amigas y Amar o lo que sea. Ladrona de rosas es una biografía de la escritora Clarice Lispector

- Tras Una vida subterránea publica ahora Todos llevan máscaras, la segunda entrega de sus diarios. ¿Cuáles son las máscaras de Laura Freixas?

“En este diario he intentado quitármelas y mostrarme como nos mostramos muy pocas veces: desnuda y con todos mis defectos, mis carencias y fracasos. Mi única máscara es el paso del tiempo porque estos diarios se escribieron hace más de veinte años y ahora no vivo como entonces”.

- Algunos de los retratos que ofrece de escritores y editores españoles resultan demoledores.

“Quizá no sea muy consciente de si he podido generar enemistades porque nadie me ha dicho nada. En todo caso, no me parecen retratos negativos y como el autorretrato que hago es muy duro conmigo misma, ya que me muestro a veces derrotada, angustiada, deprimida, eso me da como la libertad de ser dura con otros. No obstante, quizá dentro de algún tiempo descubra que fui muy imprudente pero como mi relación con el mundo literario es de amor-odio y como no me siento totalmente integrado en él, esa distancia que mantengo para no pertenecer a los corrillos salvo los del círculo feminista dentro de la Cultura, hace que no tenga nada que perder”.

- Todo parece indicar que continuará con estos diarios.

“Los escribo al menos una vez por semana, cuando tengo un rato y cosas que contar aunque al ritmo que voy si se publican será con carácter póstumo porque necesito que pase un tiempo para tener la libertad de escribir lo que pienso aunque hay cosas, pocas, que por ejemplo no he incluido en Todos llevan máscaras”.

- ¿Por qué?

“Son demasiado íntimas”.

- Los diarios comienzan en los años 90 del pasado siglo XX. ¿Antes no escribía diarios?

“No, no escribía diarios. El diario lo empecé el año que me fui a vivir a París lo que me hace pensar que, en cierto sentido, el diario está ligado muchas veces al exilio aunque lo mío no lo fuera. No obstante, el hecho de encontrarte en otro lugar donde no tienes identidad y apenas conoces a nadie condiciona. Luego me marché con quien entonces era mi marido a Madrid, ciudad en la que tampoco tenía demasiadas amistades pero me fui forjando una nueva identidad profesional como escritora. Había dejado la editorial en la que trabajaba y todo eso hizo que necesitara el diario como confidente e interlocutor. Así que si comencé a llevar un diario en los 90 con el que traté en el fondo de manifestar el propósito de hacerme un lugar como escritora por lo que estas confesiones son el relato de cómo me hice un espacio, de cómo encontré mi lugar como mujer y como escritora”.

- ¿Pero ya le rondaba entonces la idea de publicarlos?

“Siempre la tuve aunque como una posibilidad remota que apareció veinte años más tarde y que coincide, además, con un momento en el que no tengo novela que publicar”.

- ¿No le da cierto pudor desnudarse como se desnuda en estas páginas?

“La verdad es que es como tirarse a la piscina y cuando ya estás en el agua darte cuenta que no sabes nadar. Pero hay un intento y un momento temerario en el que te dices que si un editor lo quiere publicar, lo publico”.

- Me gustaría saber cuándo toma conciencia feminista.

Es un proceso que tiene dos fases. Que recuerde y como mujer he sido feminista siempre. Tuve una madre que constantemente protestaba por esas limitaciones frente a las que sentía que no podía hacer nada y antes las que se sometió como las de hacer las faenas de la casa, la parte aburrida, que es mucha, de ejercer de madre; la desigualdad que existía entre la libertad sexual de hombres y mujeres. Mi madre sentía que haber nacido mujer era como haber nacido minusválida. Fue una mujer muy feminista. En cuanto a mi, yo me crié durante el franquismo pero era consciente de esas desigualdades. Desigualdad frente a las leyes mientras observaba a mi padre y sus amigos que desarrollaban una vida en el mundo de la burguesía catalana en la que si bien carecían de libertad política, sí que la tenían en la profesional. Los amigos de mi padre tenían profesiones interesante mientras que las mujeres permanecían aburridas en sus casas”.

- ¿Pasaba lo mismo en el mundo de la Cultura?

“Creía que las cosas no iban a ser igual en en la Cultura, que no hacía falta ser feminista porque había igualdad y libertad y se valoraba la creatividad y la meritocracia, y esta fue una de las razones de que me dedicara a la literatura aunque mi sorpresa fue descubrir que no era así”.

- ¿Han cambiado las cosas en los últimos tiempos?

“Lo que ha cambiado es la percepción pero la realidad todavía no”.

- Es un primer paso…

“Claro y muchas de nosotras estamos encantadas y hemos trabajado mucho para conseguirlo. En mi caso, con libros como Literatura y mujeres y la antología Madres e hijas y junto a otras compañeras de la Fundación Clásicas y Modernas para la Igualdad de Género en la Cultura, donde hemos cambiado entre otras cosas lo que era flagrante y obvio, pero que nadie veía: la desigualdad en el mundo de la Cultura. Yo misma, cuando empecé, no lo veía hasta que tras la publicación de Literatura y mujeres me di cuenta que la exclusión era sistemática, que no se me iba a juzgar por mi obra ya que antes me iban a invisibilizar. Algo que he seguido viendo constantemente y que desanima y te hace plantear preguntas y a partir de ahí, con otras mujeres, comenzamos una labor de denuncias para concienciar la visibilización de la mujer. También se desarrolla un trabajo que ofrece propuestas a las instituciones para la organización de actos, charlas y conferencias como las que desarrollamos con la Biblioteca Nacional con la creación de El día de las escritoras y desde hace cinco años con Caixa Fórum el ciclo Ni ellas musas ni ellos genios sobre parejas de artistas e intelectuales que han tenido un gran éxito de público lo que pone de manifiesto que hay verdadera sed de nuevos modelos en el mundo de la Cultura y un público con ganas de conocerlo y al que nosotros hemos sabido ponerle voz”.

- ¿Pero encuentra diferencias entre la literatura escrita por mujeres y hombres?

“Si me das un solo texto no pero tampoco si me entregaras un texto escrito por un afroamericano o una mujer judía. Si tenemos una visión global, la literatura afroamericana, judía y gay, por ejemplo, cuenta en su conjunto con unas características por lo que la diferencia no es tanto entre lo que escriben hombres y mujeres sino entre la identidad dominante y la subalterna. Los que pertenecen a ciertas identidades dominantes no tienen conciencia de identidad. Tú y yo, por ejemplo, no tenemos conciencia de ser blancos pero si fuéramos negros en un país de blancos tendríamos conciencia de ser diferentes. En mis libros nunca escribo que soy blanca o que no soy judía pero sí quiero que se vea que soy mujer”.

- ¿Encontró puntos de contacto entre la literatura afroamericana y la femenina?

“Mientras estudiada literatura afroamericana me di cuenta que si había algo en común con la de mujeres es su vena autobiográfica porque los autores de ambas literaturas necesitan contar su historia ya que no está consagrada como legítima por la Cultura. Es típico de los hombres los libros donde describen y narran luchas por el poder y la guerra, temáticas que se han incorporado a la Cultura. Ahí está La Iliada hasta la última producción de Hollywood. En cambio la maternidad, que es algo que nos condiciona para bien, mal o regular, no. El hecho de querer ser madre, de quedarse embarazada todo eso que ocupa muchos años de nuestra vida y es fundamental, cuando buscamos nuevos modelos literarios apenas los encuentras y eso te marca”.

- Pero en estos diario intenta poner fin a esta situación.

“La maternidad está muy presente. Una maternidad que fue gozosa pero también una carga asfixiante”.

- Algunas de las páginas de Todos llevan máscaras no resultan demasiado amables con los saraos culturales de los 90. Es un mundo demasiado masculino pero ¿ha cambiado en 2018?

“Continúa igual o ha cambiado pero muy poco pese a manifiestos como No sin mujeres en el que sus participantes masculinos se comprometen a no participar en mesas redondas y debates en el que no encuentren mujeres porque se han dado cuenta de que se nos sigue excluyendo sistemáticamente”.

- Una curiosidad, ¿por qué se cultiva tan poco la autobiografía y el diario como género literario en España?

“Por la contrarreforma. Los géneros autobiográficos se desarrollan en los países protestantes y en los grupos protestantes de países católicos como Francia, caso de André Gide o Rosseau que fue protestante antes que católico. Y tiene una explicación, al desaparecer el sacramento de la confesión se establece una relación personal con Dios que pasa a través de la lectura de la Biblia y ese diálogo se traduce en una introspección que se hace también a través de la palabra escrita. Desde los reyes Católicos existe el sacramento de la confesión que lleva a una libertad vigilada, oral y por supuesto no escrita ya que se le confía a otra persona. Lo observas en la autobiografía de Blanco White, donde escribe que lee libros a escondidas y que es incapaz de decírselo a su mejor amigo. La autobiografía se desarrolla en Francia porque hay libertad religiosa, así como en Alemania, Suiza y muy poco en países católicos como España e Italia y nada en los musulmanes”.

- ¿Qué atractivos tiene para usted leer diarios y autobiografías?

“Me los creo más. Me pasa, de hecho, que hay autores cuya obra novelística se me cae de las manos, como Rosseau o Mary McCarthy, pero no con sus libros de memorias”.

- En su caso, y en estos diarios ¿hasta dónde maquilla su vida?

“He intentado no maquillarme ni enmascararme ya que me resultan bastante irritante leer ciertos diarios en los que su autor domina la situación. Me da la sensación que tienen algo de escaparate, de estar escritos para la galería, lo que me molesta bastante. Eso me animó a publicar mis diarios porque van contracorriente”.

- Usted ha estudiado las tendencias genéricas de escritoras y escritores. ¿Resultados?

“Las mujeres cultivan más la novela y menos el ensayo, que está dominado por los hombres”.

- En cuando a lectores, las encuestas dicen que en España las mujeres leen más que los hombres…

“Leen más que los hombres, no mucho más pero sí que hay una diferencia sostenida en el sentido que se da prácticamente en todas las franjas de edad y niveles de educación. Las mujeres leen más aunque mi observación personal es que las mujeres leen a hombres y mujeres y los hombres a hombres y muy pocos a mujeres. Pero tengo mi teoría de por qué.

- ¿Y cuál es?

“Mi teoría es doble aunque son las dos caras de lo mismo. Por una parte, parte de la cultura patriarcal tiene como gran axioma la identificación o confusión entre lo masculino y lo humano. La literatura en general se identifica con la que hacen los hombres mientras que las mujeres escriben literatura de mujeres. Lo universal se identifica con lo masculino y lo particular, lo marginal, con las mujeres. Los hombres leen a hombres porque se identifican con lo masculino y creen que la literatura es la de hombres. En este aspecto, las mujeres se han entrenado a leer a hombres pero los hombres no están entrenados para leer a mujeres y eso tiene que ver con la jerarquía cultural: los temas de hombres pertenecen a la gran literatura mientras que los de de mujeres históricamente han sido relegados a una especie de subcultura”

La crítica
Laura Freixas que ha hecho un poco de todo en el mundo literario, editora, traductora, escritora y crítica piensa que la crítica ya no tiene la influencia que sí tuvo en el pasado aunque se han generado nuevos modelos de lectores que, como el que recurre a las redes sociales, se ha convertido “en una especie de crítico de a pie”.

En cuanto a si hay que fiarse o no de lo que dice el crítico, opina que “a medias” aunque si se trata de una opinión que calibra como interesante la tiene en cuenta pero antes tiene que “convencerme con argumentos”. Blogs, redes sociales, son un sistema que permite, destaca, que “como lectora me sienta más independiente”.

Autobiografía

Laura Freixas trabaja ahora en una autobiografía que lleva el título de A mi no me iba a pasar, un libro “con perspectiva de género” y en el que cuenta el relato de su matrimonio y su maternidad. “Soy madre dos veces, una biológica y otra por adopción” y esta experiencia la narra ahora desde una conciencia feminista de la que carecía entonces, explica. A mi no me iba a pasar trata de responder la pregunta de “por qué me pasó lo que pensaba que no me iba a pasar, convertirme en un ama de casa, en una maruja. Y eso siendo escritora aunque no ganaba dinero suficiente y vivía del sueldo de mi marido mientras me dedicaba a las faenas de la casa y al cuidado de los niños”.

Saludos, ya sa sabe, desde este lado del ordenador

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