Hollywood, la ciudad de los sueños rotos

Hollywood ha dado origen a numerosas novelas y cuentos en los que se intenta contar la verdad de la llamada Meca del Cine.

Escritores como Francis Scott Fitzgerald y Budd Schulberg han contribuido con sus novelas y relatos a engrandecer literariamente una industria en la que arte y negocio se mezclan. También los protagonistas que viven y aman en un territorio que convierte los sueños en celuloide. Eso al menos es lo que ocurría en el pasado, hace años, cuando el cine todavía era cine aunque estuviera encadenado a un sistema de producción en el que sus ejecutivos eran los señores absolutos de una geografía que, tal y como la retrata Schulberg en su novela El desencantado (Acantilado, 2004), fue campo minado para escritores con talento.

La novela relata un hecho real, tal real que le costó a F. Scott Fitzgerald prosperar como guionista en Hollywood tras una borrachera histórica que relata con todo lujo de detalles Aaron Latham en Domingos locos (Anagrama, 1971) y en la que Schulberg fue testigo privilegiado.

Esta tragedia norteamericana le inspiró El desencantado, novela en la que realidad y ficción se mezclan con mano maestra.

El desencantado cuenta la historia de un gran escritor olvidado, Manley Halliday, y un joven guionista que son contratados por un productor para que escriban el guión de una película de ambiente universitario. Pese a las humillaciones y sentirse desubicado en Hollywood, Halliday continúa manteniendo el talento que lo convirtió en una estrella de la literatura en la década de los años veinte. Se ha divorciado de su mujer, el amor de su vida, y ahora vive con una montadora de películas que no le pide demasiado. Manley Halliday confía en volver a ocupar las primeras planas de los periódicos gracias a una novela en la que trabaja aunque por desgracia su dependencia al alcohol, del que lleva varios meses alejado, se convertirá en su maldición.

Retrato feroz de Hollywood, El desencantado tiene otras lecturas que enriquecen una novelas que también habla de la nostalgia, el amor, envejecer sin que uno se dé apenas cuenta, la iniciación y el talento, entre otros temas que Budd Schulberg, hijo de uno de los fundadores de la industria cinematográfica, conocía muy bien.

La novela está narrada en tercera persona y se centra en la relación de camaradería que poco a poco va brotando entre el viejo y joven escritor, así como fragmentos del pasado en los que observamos momentos esplendorosos y no tan brillantes de la vida de Manley Halliday, un hombre que se quedó colgado en una época que ahora resulta incómoda por extravagante y derrochadora.

El retrato que ofrece Schulberg de Halliday, un trasunto de Scott Fitzgerald, es generoso y tierno, aunque no por ello oculta las contradicciones de un escritor con enorme talento que no supo enfrentarse a los nuevos tiempos.

El desencantado es literatura de verdad, una novela que enciende emociones y que a ratos conmueve y en otros enfurece. Los personajes están excelentemente diseñados, tienen cuerpo y resultan reales, y la atmósfera, el glamour de Hollywood se refleja con extraordinario realismo. Detrás de toda esa lluvia de serpentinas y confetis de colores no hay absolutamente nada, la industria del cine la dirigen productores sin alma, gente que no ha leído un libro en su vida y que se permite el lujo de explotar a sus autores, escritores a los que paga generosamente aunque no sean guionistas.

Son muchas las voces que han dado su visión de Hollywood pero no conozco a casi ninguna que tenga la fuerza literaria de Scott Fitzgerald y, naturalmente, Budd Schulberg, autor este último de otra novela sobre Hollywood, la notable ¿Por qué corre Sammy?, una poderosa y descarnada autobiografía y de obras tan sobresalientes como Más dura será la caída, Un rostro en la multitud y La ley del silencio, todas ellas llevadas al cine.

Saludos, cámara y acción, desde este lado del ordenador

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