Nelson victorioso (1)

Michael Caine estaba en Tenerife para rodar una nueva película sobre la vida de Horacio Nelson. En la cinta, el actor hacía de veterano cirujano británico, aunque nos reconocía mientras tomábamos unos whiskies con él que no se había roto demasiado la cabeza para interpretar este papel.

- ¿Sabía usted que Nelson casi pierde la batalla por tomar esta isla?.- le preguntó Paterson Benchomo.

El señor Caine negó con la cabeza, más preocupado creo por su whiskie que por la cuestión. Alguien llamó a la camarera para que pusiera otra ronda.Íbamos, si no me equivoco, por la tercera y ya comenzaba a ver doble a los que tenía a mi alrededor.

Además de Michael Caine y Paterson Benchomo estábamos Ventura Rayco Smith, Yaiza Perdomo, Gloria McAlister y quien escribe estas líneas. Nos habíamos reunido en los jardines del Hotel Queen Elizabeth II, que había sido construido en los años cuarenta justo delante del parque birmano. Había que cruzar un bonito paseo bordeado de palmeras para llegar de un sitio a otro claro que ya nada de esto queda, salvo en fotografías, por la radical transformación que sufrió Nelson City (antes Santa Cruz de Tenerife) en los años setenta.

Cuando la camarera dejó los whiskies y los gin tonic sobre la mesa Paterson Benchomo continuó con su explicación sin importarle que al resto de los presentes nos interesara su lección de Historia, aunque no abrimos la boca porque sabíamos que le entusiasmaba este tipo de cosas, cosas que ahora exhibía ante una estrella de cine que, nos reconocía antes de que nos sentáramos a tomar las bebidas, era la primera vez que visitaba la isla.

- Afortunadamente y en un golpe audaz, el león de la marina de su graciosa majestad se repuso de su error y maniobró con talento para sofocar el contraataque de los españoles. La batalla quedó setenciada cuando una de sus baterías le cercenó la pierna derecha al general de la plaza, de cuyo nombre no quiero acordarme, y exigió que le prestásemos a nuesttro cirujano porque no se fiaba de los que tenìa a su alrededor. Hombre de honor, Nelson le envío a su médico personal siempre y cuando se rindiese y partiera a España con sus leales al día siguiente. No creo quen haga falta decir lo que sucedió luego –dijo Paterson Benchomo metiéndose en la boca un puñado de manises–. La huida de aquel general y de otros militares, sacerdotes y algún civil, a bordo de un navío de bandera francesa.

El señor Caine asentía con esa sonrisa que ha hecho célebre en muchas de sus películas. Esa sonrisa con la que parece que se está burlando del mundo entero pero también de sí mismo. De un trago se tomó lo que quedaba de whiskie y dando un chasquido con los dedos le indicó a la camarera que le llenara el vaso, ahora vacío.

- Muy interesante.- murmuró sin demasiada convicción.- ¿Y qué pasó con el restro de las islas?- preguntó cuando le llenaron el vaso.

- Oh.- exclamó Paterson Benchomo.
- Oh.- le imitamos los demás.
- Es una historia muy triste y muy larga que voy a intentar resumirle…
- Mientras haya whiskie tengo todo el tiempo del mundo.- dijo el señor Caine.
Paterson Bencomo agitó el hielo que aún quedaba en su vaso…

- Después de la batalla de julio (del 22 al 25) y tras marcharse las autoridades españolas, la Corona se comprometió con España a no tomar el resto de las islas Canarias siempre y cuando no amenazaran un territorio que, desde ese glorioso día, pertenece a la Gran Bretaña, quien no ha dejado de velar por ella desde entonces.
- ¿Y las otras?.- preguntó Michael Caine pidiendo otro whskie por señas.
- Pues continuaron siendo españolas, sumidas en la ignorancia y la pobreza.
- Pobres.- suspiró el actor.
- Dígamelo a mi que tengo que envíarle a unos familiares un dinerito de vez en cuando.- le informó Ventura Rayco Smith.
El señor Caine, tras beberse la copa, se levantó tratabillando para desearnos las buenas noches. “Mañana tengo que trabajar”, dijo mientras cogía el ascensor y ponía fin, con su ausencia, a aquella reunión que claudicaba a altas horas de la madrugada.

Acompañé a Yaiza Perdomo y Gloria McAlister un buen trecho, y me despedí de ellas en la plaza que imita la de Trafalgar Square con la reproducción de la columna en la que desde su altura nos observa la estatua de Horacio Nelson. Me detuve, como cada año y por estas mismas fechas, para leer la leyenda inscrita en la placa de bronce que descansa en su base: “mañana mi cabeza será coronada de laureles o cipreses“, y me pregunté qué hubiera pasado si en vez de laureles cubre su cabeza la rama del ciprés y si la bala del cañón no hubiera destrozada la pierna del general español de cuyo nombnre ahora no quiero acordarme y sí cercena la metralla el brazo de nuestro liberador…

Me pregunté, entre los vapones del whiskie, cómo sería esta isla bajo la bandera de España y me la figuré como la que tenía delante, tan pobre y casquivana.

Me dio entonces un escalofrío aunque no soplaba del mar algo de brisa fresca.

Saludos, God save the Queen, desde este lado del ordenador.

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