Venezuela, Venezuela…

No resulta un documental cómodo de ver El pueblo soy yo: Venezuela en populismo ya que suscita amargas reflexiones. Una de ellas es cómo un país rico como es el venezolano cayó en esa espiral de absurdos y enfrentamientos violentos que ha divido a su sociedad.

Tras el divorcio con los partidos políticos tradicionales, devorados estos por la corrupción, los venezolanos creyeron en los sueños de un militar que bajo la bandera de su revolución se comprometió a poner fin a la miseria física y moral en la que se había sumergido su país. Un país que en el pasado recibía con los brazos abiertos a emigrantes (muchos de ellos canarios) pero que no estaba acostumbrado a observar cómo partía su gente rumbo a otros destinos del mundo donde prestar el concurso de sus modestos esfuerzos.

Dirigido por Carlos Oteyza, un realizador que se ha acostumbrado a rodar documentales con los que sacar los colores a la realidad venezolano más inmediata, es más que probable que El pueblo soy yo: Venezuela en populismo sea uno de sus trabajos más amargos. Amargos porque lo que muestra es resultado de un sistema que ha perdido el norte y que ya no puede seguir abriendo el grifo del petróleo porque el oro negro ya no mana con la fluidez de antaño.

La Venezuela que se muestra, en un relato que abarca todo el período de gobierno de Hugo Chávez y que finaliza con los primeros de su heredero, Nicolás Maduro, resulta en este sentido terrible, casi parece un viaje dantesco a un mundo que ha perdido idea de lo que fue… Y que en constante cambio no deja de devorar a sus hijos, su pueblo, en pro de unas directrices tan desdibujadas que incluso se permite el lujo de transformar la imagen de su héroe nacional: el libertador Simón Bolívar.

La película cuenta con el respaldo del ensayista Enrique Krauze, e incluye entrevistas con economistas y sociólogos que dan una visión demoledora de la realidad venezolana, un país que una vez fue orgullo de América.

El relato incluye imágenes impactantes como las de familias rebuscando entre los cubos de basura para llevarse algo al estómago o la intervención del ejército y la policía para reprimir al otro pueblo que se manifesta en las calles. El mensaje es directo: Venezuela es hoy un país polarizado en el que apenas quedan viandas en los supermercados ni medicamentos para tratar a los enfermos en los hospitales.

La selección de imágenes que ilustra este camino al infierno es realmente notable, cuenta con planos espectaculares que han sido tomados por periodistas que arriesgaron su pellejo para informar ya que como comenta una periodista en el documental, este oficio se ha convertido en una profesión de alto riesgo en Venezuela. Se le puede criticar a El pueblo soy yo: Venezuela en populismo una visión sesgada sobre el cáncer que está devorando a los venezolanos, pero si no hubiera manipulación ni se recurriera a otros recursos cinematográficos, El pueblo soy yo no sería un documental sino un frío reportaje periodístico y ese no era el fin.

Saludos, en piem juventud de acero, desde este lado del ordernador

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