La isla del infierno: veinte años después

Hace veinte años se estrenó La isla del infierno (Javier F. Caldas, 1998), película que este fin de semana se reestrena en los Multicines Tenerife y en los Monopol, de la capital grancanaria, el 14, 15 y 16 de diciembre.

Hace veinte años los que ahora somos más viejos éramos entonces más jóvenes y probablemente más imbéciles. Se vivía feliz flotando en ese mar de ignorancia, y más en una isla que acabaría por convertirse en el imaginario colectivo en algo cercano al universo de Lovecraft que al de los escritores regionalistas, tan felices ellos con sus relatos coquetos sobre un archipiélago donde una vez, cantaron, se baila al son de la chácara y el tambor…

Hace veinte años, o veinte años después, el que escribe estas líneas se enfrentó a la muerte. A la muerte de seres muy queridos y a esa que todos los días le muestra su cara cuando se mira al espejo.

Hace veinte años amigos como Arturo Soriano y Enrique Cichosz y Pepe Conde y Pedro Paz y Domingo Regalado se encontraban entre nosotros y te echabas unas risas con ellos… Pero ya no están en cuerpo pero sí en alma gracias a esta película que nos recuerda con su trabajo que formaron parte de un universo que, en mi caso particular, forma parte del disco duro de la memoria.

Hace veinte años asistí al estreno de La isla del infierno y hace veinte años asistí a su rodaje, todo muy loooco, con Javier F. Caldas ejerciendo de maestro de ceremonia o de director de psiquiátrico con aquella gente vestida de guanches, conquistadores castellanos, piratas, caballeros templarios y un enano negro encima de un avestruz. También recuerdo a un tipo metido dentro de una armadura al que tiraban al mar y que todos conocemos desde entonces no por su nombre real –el de más que actor, valiente que se metiò dentro de aquel traje de acero– sino como el Hermético, y de cómo se cocinó la película entre Shane y Caldas antes de que se imaginaran que todo aquello iba a convertirse en realidad. Una realidad que, ya ven, veinte años después regresa para recordarnos que fuimos más jóvenes y probablemente más imbéciles, también más felices porque se vivía en una isla de plácida ignoracia rodeados por el negro mar del infinito.

Hace veinte años se estrenó La isla del infierno.

Veinte años después volvemos a ella.

A la isla y al infierno.

Disfrútenla los viejos y los jóvenes porque dentro de veinte años la película continuará generando culto. Y es probable, incluso, que haga escuela.

Y todo eso gracias a un milagro que se produjo hace veinte años.

Saludos, ser o ser que decía ¿quién?, desde este lado del ordenador

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