Sara Mesa: “Cara de pan no tiene nada que ver con Lolita”

Sara Mesa (Madrid, 1976) es una escritora diferente en un país tan dado a lo reiterativo como es últimamente el de su república literaria.

Más cuentista que novelista, Sara Mesa realizó este mismo noviembre una visita relámpago a Tenerife para presentar su última novela, Cara de pan (Anagrama, 2018) en la librería de Mujeres, en Santa Cruz de Tenerife y en la que mantuvo un encuentro con la también escritora y poeta Cecilia Domínguez Luis. Cuentan quienes asistieron a este diálogo que no dejó indiferente a nadie. Como su literatura.

- Dice en una entrevista que escribir es hacer trampas.

“Me refería a la autoficción, que es un fenómeno que está de moda y en el que los escritores cuentan cosas de sus vidas personales lo que no es, en cierto modo, un fenómeno nuevo porque los escritores escribimos a partir de nuestras experiencias, de nuestra visión del mundo, de nuestra sensibilidad a través de nuestros libros. Incluso a pesar de que queramos ser literales con nuestra biografía hacemos trampas porque nunca cuentas la verdad absoluta entre otras cosas porque la verdad es una cosa inaprensible y a partir de eso todo proceso de escritura y literaturización de la vida conlleva una ficcionalización, y eso es hacer trampas. Mi visión de la literatura es la contraria porque yo apuesto más por la autenticidad y la intuición; por una mirada sin disfraces antes que por la trampa”.

- Entonces ¿escribir para usted es liberarse de sus demonios personales o prefiere mantener cierta distancia con lo que crea?

“No se puede mantener distancia con lo que escribes, al menos en el tipo de escritura que yo hago porque parte de una búsqueda personal y de una indagación de mis inquietudes, así que es imposible que te deslindes de eso y que te dediques a una exposición totalmente apartada de tu persona. Tú te estás imbricando en el texto, estás pringándote pero eso no significa que sea una escritora terapéutica, de las que saca demonios, significa simplemente –al menos en mi caso– que hago historias que, entre comillas, me invento y que el hecho de elegir esas historias parte de mi visión personal del mundo y de mi manera de escribirlas y en ellas estoy yo todo el tiempo”.

- ¿Y una mezcla de ambas cosas?

“El caso es que no estoy muy convencida de que la escritura terapéutica, la de sacar demonios interiores, sea la adecuada. Creo más bien que esa literatura es para dejársela a los expertos en terapia psicológica”.

- La relación de una adolescente con un señor mayor es la historia muy resumida de Cara de pan. ¿Hasta que punto la sombra de Lolita se hace eco en este libro?

Cara de pan cuenta la relación de una adolescente con un hombre mayor pero si solo se resume así el argumento resulta lógico que la gente piense en Lolita porque es el gran referente literario de nuestro tiempo. Cara de pan no tiene nada que ver con Lolita. Ojalá tuviera que ver con la apuesta literaria que escribió Nabokov a nivel formal y temático, de arriesgarse. Pero no, Cara de pan no tiene nada que ver con Lolita, libro que ni tuve en la cabeza cuando escribía esta historia. Más bien, en todo caso, tiene que ver con historias de personajes que están en los márgenes y los márgenes son también para mi las edades y los contextos pero hoy día con toda la revisión de Lolita y el debate sobre el acoso y el Me Too se asocia a mi novela que, reitero, no tiene nada que ver por desgracia con Lolita ya que admiro la literatura de Nabokov”.

- A propósito, ¿qué opina de la campaña del Me Too?

“No lo puedo resumir pero obviamente me parece muy positivo que se replanteen ciertas formas de conducta que se habían considerado normales durante un montón de tiempo y que se denuncien cosas que no son permisibles y que a la luz de los acontecimientos hoy día se tienen que contar y revisar. Pero esto no significa que esté a favor de los linchamientos ya que me parece que durante mucho tiempo las relaciones entre hombres y mujeres han estado envenenadas y han sido perversas pero es la que teníamos todos, hombres y mujeres y nos manejábamos con eso para bien o para mal pero de ahí a buscar culpables y sacarlos de debajo de las piedras para lincharlos pues no estoy muy segura que sea el camino adecuado. Creo, en todo caso, que el camino adecuado es la revisión y la reflexión y sobre todo la educación para que estas cosas no vuelvan a suceder”.

- Muchos de los protagonistas de sus novelas y cuentos son adolescentes…

“Porque es una edad que literariamente es interesante y está presente en muchos escritores que me interesan personalmente como Salinger y Carson McCullers, Álvaro Pombo y Andrés Barba, entre otros. La infancia y la adolescencia son periodos de transición y de cambios que literariamente dan mucho juego. He escrito últimamente sobre eso porque son personajes que están en cierto modo marcados ya que se les considera de manera simple o como adultos en potencia o como el adulto que llegará a ser pero se ignora o no se observa la infancia y la adolescencia cómo lo que es en ese momento. Tengo muy presente la adolescente que fui y recuerdo muy bien aquellos mecanismo mentales y me resulta muy atractivo volver a ellos a la hora de escribir”.

- ¿Cómo recuerda su adolescencia?

“Mi adolescencia sin entrar en temas personales fue como la de la gran mayoría. Me pasaron cosas determinantes que se viven con gran intensidad y si bien he olvidado más hechos concretos no ha sido así con las sensaciones y los mecanismos mentales, los modos de funcionar, las confusiones, los miedos, los descubrimientos y el asombro que tienes a esas edades. Es más un recuerdo de sensaciones que de hechos y eso me pasa también en la literatura porque cuando me preguntan cuánto de biográfico hay en lo que escribo, entiendo que todo y nada. Como hechos no, porque siempre los modifico pero como persona que está ahí prácticamente todo”.

- Muchas de sus historias transcurren en la ciudad de Cárdenas. ¿Cárdenas es un territorio mítico como Macondo o Comala o es un espacio al que recurre porque no le gusta ubicar sus historias en territorios reales?

“Más bien lo segundo, más quisiera que fuera lo primero, un territorio mítico bien articulado y con personalidad propia. La sensación que tengo cuando escribo es la de prestar más atención a los personajes, a su psicología, que al decorado donde sucede la acción. En este sentido, me identifico mucho con el teatro, con lo teatral. En otras historias me da igual aunque el escenario sea urbano, pero me da igual que sea Sevilla o Barcelona o una ciudad de tamaño mediano española. Si no pongo nombre es porque no quiero que recaiga en ella el peso de la reflexión sino que sea solo el lugar donde suceden las cosas. Lo que hago con Cárdenas más que la construcción de un territorio es la destrucción de un territorio”.

- ¿Dónde se maneja mejor, con el relato o la novela?

“Me siento más cómoda con el relato pero un escritor no debe quedarse donde se siente más cómodo porque tiene que ser realista y saber cuáles son sus márgenes y territorios. Y si bien sé que mi territorio es lo breve y que me cuesta más trabajo una novela hay historias y tipos de narraciones que por su estructura precisan de una extensión más larga y es cuando escribo una novela que nunca va a ser una novela larga pero que tampoco es un relato y eso me resulta atractivo porque para mi, como escritora, es un reto escribir un texto de 150 o 200 páginas. Me siento más cómoda con el cuento porque creo que es mi territorio natural pero no me resigno a intentar explorar otras extensiones”.

- No es España un país de cuentistas.

“Se suele hablar de la tradición cuentista americana pero esos autores tampoco son tan conocidos allí como los escritores de novelas. El cuento en términos generales siempre va ser un género minoritario porque exige más al lector mientras que la novela es un territorio casi siempre más amable para el lector y las editoriales, para el mercado en definitiva. El cuento tiene mayor predicamento a nivel crítico y de prestigio literario. Muchos de nuestros mejores escritores escriben cuentos pero eso no se traduce en la mesa de las novedades y es imposible que cambie la tendencia. Pasa lo mismo con la poesía, que no puede ser un género mayoritario. De hecho, incluso cuando un libro de cuentos alcanza un gran éxito como el de Lucia Berlin, que ha sido todo un éxito editorial, su popularidad siempre será infinitamente menor a la de una novela best seller”.

- Habla de la crítica, pero según leo para usted no es del todo fiable.

“La recepción crítica de mis libros ha sido generosa. Los críticos han puesto bien mis libros lo que pasa es que llega un momento en el que como escritor y creador tienes dudas y necesita enfrentarte a ellas y no sabes entonces si la crítica vale o si el crítico se ha limitado a repetir lo que ya han dicho otros. Agradezco mucho que lean mi obra y la pongan bien pero a veces tengo la sensación al leer reseñas que ya las he leído previamente. Por eso agradezco del crítico que haga una lectura personal de mi obra y que señale algún tipo de disfuncionalidad que me permita crecer. Una se vuelve un poco descreída ante la unanimidad y a solas te das cuentas que todavía tienes mucho que aprender y mejorar. No me voy a acomodar a lo que ya se ha dicho porque tengo la sensación de que tengo que mejorar muchas cosas. Sobre la crítica en general hay de todo. En mi caso me fío de ciertos críticos literarios porque creo en su honestidad crítica y nuestros gustos literarios son parecidos aunque, personalmente, para mi es más importante la opinión de amigos lectores, escritores o de la editorial que cuenta con un catálogo del que te puedes fiar porque lo que ofrece es interesante. También cuenta la opinión del librero, que forma parte de la cadena de una forma totalmente desinteresada ya que son prescriptores que suplen un espacio que la crítica oficial está perdiendo”.

- ¿Recuerda el primer libro que la convirtió en lectora?

“No recuerdo un único libro porque en aquel entonces leía muchos tebeos, novelas de Agatha Christie, aunque el libro más literario que leí durante aquella etapa fue Un zoo en la isla, de Gerald Durrell, que tenía un tratamiento muy interesante y todo lo que contaba como un aire muy friqui ya que el protagonista montaba un zoológico en una isla. A la edad de doce o trece años leí este libro como unas treinta veces, y no exagero. Creo que fue probablemente el primer libro literario que me marcó”.

- ¿Y el primer libro que la animó a ser escritora?

“En ese caso fueron un cúmulo de libros porque comencé a escribir tarde, con treinta años, y todo lo que había leído entonces ya estaba muy mezclado en mi cabeza”.

PRÓXIMO LIBRO

Sara Mesa, que se encuentra en estos momentos trajinando con una novela “atascada desde hace tiempo” y previa a Cara de pan, publicará en enero y en la colección Cuadernos de Anagrama su primera incursión en el ensayo, un género en el que confiesa no sentirse demasiado cómoda. Este cuaderno lleva el título de Silencio administrativo. La pobreza ante el laberinto burocrático y en él describe el laberinto al que se somete a los pobres para acceder a las ayudas sociales que las instituciones venden para que se sepa que están ahí. El ensayo está basado en un caso real y está narrado como una crónica que intenta visibilizar tan indignante como kafkiano proceso

Saludos, hijos e hijas de la noche, desde este lado del ordenador

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