El gran amor de Galdós, una novela de Santiago Gil

No se sabe demasiado sobre la vida de Benito Pérez Galdós durante los años de niñez y adolescencia, período clave en la existencia de cualquier ser humano y filón narrativo con el que poder especular las razones que marcaron el devenir de una existencia dedicada, y de qué modo, a la literatura. Muchos de estos episodios podrían haber inspirado el ciclo de sus novelas madrileñas, novelas tan necesarias para tomar la temperatura del Madrid de finales del siglo XIX y que fueron escritas, plantea Santiago Gil en su nueva novela, por la historia de amor que vivió siendo apenas un adolescente en la capital grancanaria, isla, cuenta la leyenda negra que rodea al escritor, de la que se quitó el polvo de los zapatos al llegar a la península.

Santiago Gil imagina en El gran amor de Galdós Sisita, un personaje que, describe, fue fundamental en la vida del escritor y que ha pasado de puntillas por las biografías y en el mismo retrato autobiográfico que don Benito expresó sobre su vida.

Para contar esta historia en la que realidad y ficción se dan la mano, Santiago Gil ha apostado por la distancia al utilizar la tercera persona, hecho que algunos han querido ver como un homenaje al autor de La fontana de oro y que desde nuestro lado se observa más que como tributo, como la manifestación del profundo respeto y admiración que guarda Gil ante la obra de Benito Pérez Galdós.

La historia se desarrolla en varias épocas y en escenarios distintos aunque se prioriza las experiencias del protagonista en las playas que rodean su ciudad natal y las golferías de estudiante en Madrid mientras su buen amigo Fernando León y Castillo le pide inútilmente sosiego para que se centre en sus estudios en una capital de España que en aquellos días era el centro geográfico y espiritual de un país tan acostumbrado a perder la brújula de la Historia.

El Benito, aún no don Benito, que retrata Santiago Gil es un muchacho perdido en su mundo y con una idea fija en la cabeza: ser escritor. Conocer a Sisita, casi su opuesto en cuanto representa todo lo que no es él –se trata de una chica extrovertida y alegre– es la primera llama que despierta su corazón, hasta ese entonces dormido en las contradicciones de la adolescencia. Tras marchar a Madrid, esa llama –relata Gil– continuará encendida hasta que la fuerza de la razón le obligue a tomar una decisión que marcará el resto de su vida.

En este aspecto, la novela más que explicar la génesis de un escritor en ciernes, que aún balbucea y anda en pañales tras la búsqueda de un estilo y de un mundo al que describir con fiero realismo, relata lo que pudo significar para don Benito aquel primer amor que se frustró en una isla bañada por las aguas del Atlántico y de cómo ese amor lo diseminó años más tarde –ya como escritor que ha madurado– entre las obras que dejó escritas.

Como punto de partida para construir la novela no está nada mal, y se agradece que Gil haya mantenido en todo momento cierta distancia con su Galdós, un Galdós muy Gil, por lo que tiene de personaje romántico muy metido en sí mismo.

El gran amor de Galdós permite al lector conocer de cerca la vida de un escritor en estado embrionario, un hombre que apenas se ha hecho hombre pero que tiene esa edad en la que comienza a darse cuenta que crece y que debe de enfrentarse –de ahí sus escapadas a los prostíbulos de Madrid y el abuso de bebidas espirituosas– a los primeros golpes que le propina la vida.
La novela cuenta el relato de la aventura personal que vivió, con sus gozos y sus sombras, un adolescente en apenas unas 150 páginas, trasmitiendo la belleza natural de una isla y por contra el tedio pueblerino de una capital de provincias que cuenta con pequeños pero muy desarrollados oasis humanos.

El Galdós de Santiago Gil resulta verosímil, una tarea de titanes porque cualquier lector de Galdós tiene en su imaginario a su Galdós, un personaje que se deja querer en esta novela porque todos hemos sentido algo parecido a lo que aquí se cuenta. El joven Galdós resulta cercano, humano. Sus titubeos son nuestros titubeos. También algunas de sus equivocaciones.

No le sobra nada a esta novela que mezcla lo que se conoce y se desconoce de aquel período de la vida de don Benito , ese vasto territorio abierto a la imaginación y en el que emerge con sobresalientes resultados la firma de un escritor, Santiago Gil, que crece al describir las contradicciones del alma humana.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador

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