Todo bien, una novela de Gregorio Duque

Escribe Boris Vian en un libro imprescindible, Escritos de jazz, que lo mejor para tomarse las cosas en serio es reírse de ellas, Gregorio Duque lo hace, y cómo lo hace, en su primera novela Todo bien (Círculo Rojo, 2019), ya que orbita desde la primera hasta la última página con el humor para articular un relato en el que cuenta con una sonrisa en la que muestra los colmillos la realidad de una isla, Tenerife, y por extensión de un archipiélago, Canarias, con saludable ironía. Una irónica mirada de sano sainete que bordea lo burlesco para contar un relato en el que confluye además una variedad de géneros más que estimables y muy bien ensamblados que le sirven para contar mostrar las miserias y sobre todo las sombras de un territorio que alguien vendió con seguro de sol.

Gregorio Duque ya había demostrado que se mueve muy bien en la comedia con mensaje demoledor en un libro de cuentos, Pequeños homenajes, en el que daba la vuelta al viaje que el otorrino-oftalmólogo William Wilde escribió sobre su visita a la capital tinerfeña en noviembre de 1837, solo que en este cuento jugaba con otro punto de vista. En esta historia no es el médico ni padre del escritor Oscar Wilde quien da su descripción de lo que ve sino la de un vecino, un chicharrero que hace de su cicerone durante su recorrido por las calles y plazas de lo que por aquel entonces era más bien una pequeña localidad con olor a salitre.

Ahora en Todo bien cuenta más o menos una historia con las mismas claves críticas tamizadas bajo el velo del humor, aunque en ésta tiene mayores ambiciones por demoler las entrañas de una capital de provincias y de su paisanaje mesmerizado por pasotismo donde nada está mal, nada resulta equivocado porque todo, ya saben, está bien.

La novela cuenta el alunizaje, más que llegada, que emprende Antonio, un fiscal con sordera cuando se traslada a la isla una semana antes de incorporarse a su destino laboral, lo que sirve a Gregorio Duque para describir también en los primeros capítulos del libro sus reacciones al conocer a sus gentes.

Estas páginas están escritas con sobresaliente sorpresa, lo que enciende la hilaridad de un lector al que termina, ese fue nuestro caso, por convencer ya que a partir de ese momento no deja de sonreír y en ocasiones soltar la carcajada ante las situaciones en las que se enfrenta su desubicado protagonista, un hombre que no sabe si ha caído en tierra de locos o el loco es él mismo. De aquí su sorpresa ante lo que descubre y ya asumiendo sus tareas profesionales lo que observa de un territorio en el que a sus paisanos parece que les falte nervio para mantener la ilusión de que todo va bien.

El particular deambular que inicia el protagonista por Santa Cruz de Tenerife termina por absorberlo dentro de una realidad más cercana a lo surrealista que a otra cosa, mientras conversa con gentes que, no es que sean raros, sino que son habitantes de un mundo pequeño que mira con aparente indiferencia casi todo, incluso el mar que baña sus costas.

Muchas de estas situaciones provocan carcajada pero también obligan a reflexionar sobre lo que pasa en una geografía donde, damas y caballeros, todo no es que esté bien es que está muy mal.

La visión que ofrece Gregorio Duque es bastante redonda ya que mete el dedo en la llaga con intenciones de hurgar en los problemas reales que aguijonean una capital de provincia que además de morir en soledad, cuenta con una sociedad que asiste impávida o mira hacia otro lado ante fenómenos como la corrupción política y urbanística que escora la obra hacia las agitadas aguas de la novela negra aunque es de justicia advertir que Todo bien no es una novela de temática criminal sino un artefacto literario que se desliza por este género para fusionarse con otro que, a su vez, se adentra en otro más. Un juego de matrioskas en las que el escritor sale con la cabeza muy alta.

En Todo bien desfila además una galería de personajes en los que se mezclan los inventados por el escritor con otros perfectamente reconocibles por muchos de los vecinos de la capital tinerfeña.

“-¿Quién es?

Uno de los mejores escritores vivos de las islas. No si el alcohol fue la causa o la consecuencia, pero ahora vaga por los bares a la espera de una invitación que antes hacia él”.

El diálogo continua, y en el mismo parece que Gregorio Duque se transmuta en un personaje más de su ficción literaria para dar una visión bastante interesante de la ciudad y de sus vecinos.

Hacen falta más novelas como Todo bien, hacen falta lecciones tan sincera para que los lectores riéndose se tomen las cosas en serio. El autor de la novela lo tiene claro y el lector también, en este archipiélago abandonado de la mano de los dioses nada pero que nada de nada está bien.

Saludos, decíamos ayer…, desde este lado del ordenador

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