Una pesadilla con olor a algas y salitre

Muchos lectores de H.P. Lovecraft ignoran que uno de los escritores que más influyó en su obra fue William H. Hodgson, un escritor de vida extraña que observa el mar con otra mirada. Una mirada metafísica que transforma en pesadilla con olor a algas y salitre.

Algunas fuentes aseguran que Locecraft tomó de él su idea de un cosmos terrorífico, también el de las monstruosas criaturas marinas que aparecen en algunas de sus novelas. Novelas que leídas mucho tiempo después y con otras preocupaciones resultan igual de entretenidas que entonces. Igual o más, porque ahora descubre cosas nuevas, claves que en su momento pasaron desapercibidas. Señales que todavía funcionan sin que haya que hacer un ejercicio notable de concentración.

Los botes del Glen Carrig
fue su primera novela, se publicó en 1907 y en ella ya aparecen las obsesiones de un escritor que continuaría explotándolas en sus siguientes libros.

La principal y más llamativa es el mar. Otro mar en las novelas de Hodgson.

La novela cuenta la historia de los supervivientes del Glen Carrig, quienes en dos embarcaciones llegan tras pasar un manto de niebla a un mar cubierto de algas y una isla extraña, de suelo movedizo, setas gigantes y un inmenso agujero excavado en el centro.

Por la noche, se verán atacados por cangrejos gigantes y unas criaturas que describe con rasgos humanos y de calamar. Esas criaturas salen del mar pero también del inmenso agujero que hay en tierra, lo que desencadena batallas demenciales entre humanos y monstruos. El protagonista de la obra,y cuya historia narra en primera persona, es un pasajero del navío naufragado pero las circunstancias, medirse con el resto de sus compañeros al terror todos los días lo va cambiando, se hace un miembro más de la comunidad en la que se encuentra.

La aparición de un barco varado en el mar de algas y próximo a la isla, y en el que se encuentran otros supervivientes, es otro elemento atractivo de una novela en la que el escritor enfrenta a los protagonistas no solo con las criaturas sino con su capacidad de resistencia para comunicarse con los supervivientes del barco varado y juntos resolver cómo escapar del extraño mundo en el que están anclados.

Escrita con un estilo sencillo, lo interesante de un escritor como Hodgson es su capacidad para inventar extraños territorios y hacerlos creíbles en sus novelas. No se detiene ante el artificio, rechaza cliches y se deja desbordar por su inventiva. Una inventiva trágica, pero en la que sus protagonistas se enfrentan al peligro y no rehuyen ante él.

Es una pena que su obra haya sido tan corta, aunque afortunadamente está traducida al español. Tras Los botes del Glen Carrig, William H. Hodgson escribió La casa en el confín de la tierra, uno de los títulos que determinó el imaginario de H. P. Lovecraft u otra terrorífica fantasía marina, Los piratas fantasmas.

El mar está presente también en la mayoría de sus cuentos.

La última novela del escritor fue El reino de la noche, publicada en 1912, quizá su obra más chiflada y varios relatos protagonizados por Thomas Carnacki, un detective de lo oculto que tienen su gracia.

William H. Hodgson, que se había reenganchado a la edad de 40 años en el ejército británico para combatir por su país en la I Guerra Mundial, murió en el frente en abril de 1918, la muerte que es así de irónica se lo llevó a él y a otro millón de muertos más seis meses antes de que los cañones dejaran de rugir en Europa.

Saludos, loado sean, desde este lado del ordenador

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