Viajes con Charley, John Steinbeck recorre Norteamérica a lomos de Rocinante

Uno de los libros más hermosos de viaje está escrito por un premio Nobel. Un Nobel norteamericano que perteneció, creo yo que más que por entusiasmo de estudiosos que por él mismo, a la generación perdida. Una generación ésta que reunió a los más grandes escritores norteamericanos (y es probable que alguna mujer no vaya a ser que…) de su tiempo, que se dedicaron en sus libros a radiografiar el cuerpo y el alma de un gran país. Se escribe lo de gran porque es grande en extensión y también porque es grande en su espíritu pese al retroceso que parece que vive. Pero este fenómeno involucionista no es solo norteamericano sino también mundial. Es una enfermedad contagiosa que invade no solo a las naciones más pobres de la tierra sino también a las más ricas.

Decíamos pues que uno de los libros más hermosos de viaje está escrito por un Nobel norteamericano. Un escritor por el que particularmente siento cariño y aprecio y que no deja de sorprenderme con sus monumentales obras, muchas de las cuales fueron llevadas al cine con mano maestra; así como por sus crónicas y reportajes, porque también hizo de periodista acompañando a los soldados de su país cuando desembarcaron en Europa para aplastar a la Alemania nazi.

Este escritor, al que todavía no hemos descubierto porque diseminanos pistas no tan vagas como alguno pudiera suponer, es John Steinbeck, y el libro al que me refiero no es Las uvas de la ira ni La perla ni Al este del Edén, novelas que darían para varios artículos escritos más con el corazón que con la cabeza, sino Viajes con Charley, relato en el que el escritor narra su periplo por Norteamérica en una caravana acompañado por su perro, el Charley del título, un viejo caniche francés de pelo azulado que va cogiendo protagonismo en estas páginas a medida que se avanza en la lectura y a medida que el escritor va consumiendo kilómetros y estancias en ciudades y pueblos de ese país del que tan mal se sigue hablando en España. De España habla y bien el escritor en este libro. La caravana que conduce lleva el nombre de Rocinante, el caballo de don Quijote, y recuerda su estancia en Madrid, donde visitó el Museo del Prado.

Viaje con Charley reúne todos los elementos que debe tener un libro de viaje. O al menos tiene todos los elementos que le reclamo a un libro de viaje ya que voy a viajar con el autor y su pequeño Sancho Panza (Charley) por tierras americanas. La obra cuenta así las pequeñas miserias y alegrías del día a día, los encuentros fortuitos que mantiene con algunos de sus paisanos a lo largo de este gigantesco recorrido y sobre todo las observaciones e interpretaciones que hace de los habitantes con los que se va cruzando en su deambular. El libro revela así la diversidad de una nación en continua construcción así como muchas de sus contradicciones, la mayoría de las cuales estaban ahí presentes cuando el escritor emprende este apasionante itinerario a finales de los años cincuenta y principio de los sesenta. No obstante, sí que describe algunos de los cambios que se están produciendo entre aquellas gentes, pero no carga las tintas con el reverso tenebroso del pueblo americano porque en general estamos ante un libro amable. Como amable son todos los libros de viaje que se precien.

Además de los escenarios que retrata y de las gentes con las que mantiene conversación, Viajes con Charley refleja el proceso de transformación que vive el escritor a medida que avanza con Rocinante por las interminables carreteras y autopistas del Norte. En este recorrido, John Steinbeck como si de un don Quijote moderno se tratara se plantea preguntas, muchas preguntas. Estas preguntas cuentan a veces con respuestas y en otras se quedan solo como preguntas. Es interesante la reflexión que propone sobre el viaje, al margen de otras cuestiones, ya que entiende que hay personas que están dispuestas a partir y a vivir en otra parte, a buscar la fortuna, a tener aventuras, y otras que no. El escritor recuerda, en este aspecto, que su país se formó gracias a la enorme emigración que a mediados del siglo XIX se lanzó al Oeste para tener una nueva vida y prosperar, dejando atrás, en el Este, sus casas y sus familias. La búsqueda de todos estos emigrantes, gentes de todas nacionalidades y procedencia social, era la felicidad aunque para conseguirla tuvieron que trabajar duro y seguir adelante sin girar nunca la cabeza para mirar atrás, lo que se dejó.

Dicho esto, volvemos al principio de este texto: Viajes con Charley es uno de los mejores libros de viaje que se hayan escrito nunca. Y no solo por los paisajes naturales y humanos que describe el escritor que hizo camino al andar, sino por cómo narra el lento proceso de transformación que vive a medida que avanza por la carretera y deja pueblos y ciudades atrás. Pueblos y ciudades en donde conoce una amplia galería de personas que componen un fantástico lienzo humano de los Estados Unidos de Norteamérica, territorios tan diferenciados pero que sin embargo permanecen unidos al contar con una tradición común.

Libro de obligada lectura para los que puedan recorrer aquel y otro país, Viajes con Charley es una de esas sorpresas que animan a ser leídas. Se trata de un libro sin demasiadas ambiciones que contiene muchas sorpresas, Casi parece que uno se encuentra al lado del escritor cuando emprende este fascinante pero también cruel viaje que es la vida. Y lo reconcilia, quizá sea lo más importante en mi relectura de este clásico de la literatura, con mi existencia. Por muy sedentaria y alejada de preocupaciones que resulte.

Saludos, viajen con nosotros, desde este lado del ordenador

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