Adiós al rey, una novela de Pierre Schoendoerffer

Continúa siendo un gran desconocido en España y mucho me temo que sea un escritor olvidado en Francia, país que ha dado notables narradores de aventuras más allá de escuelas y movimientos literarios.

Se llamó Pierre Schoendoerffer y simultaneó a lo largo de su carrera profesional la vida como aventurero, militar y corresponsal de guerra. Veterano paracaidista de la guerra de Indochina y preso tras la derrota de Dien Bien Phu en las cárceles vietnamitas, regresó a la ex colonia francesa para narrar en tercera persona, periodísticamente, cómo los Estados Unidos de Norteamérica se estallaban contra aquel muro de resistencia contra el que años antes se habían aplastado los franceses.

Schoendoerffer se especializó en la literatura bélica con un puñado de trabajos entre los que destaca la novela Adiós al rey, en la que narra el encuentro de un comando británico en la isla de Borneo durante la II Guerra Mundial con un marino estadounidense que se ha convertido en el dueño y señor de las tribus de la zona y al que los británicos invitan a que se una para combatir a lo japoneses. Lo insólito de este encuentro es que finalizada la contienda, el rey se alía con los japoneses que encuentra en sus territorio y que resisten como los últimos de Filipinas contra el ahora invasor ejército británico lo que genera un interesante retrato entre los tres grandes protagonistas de esta historia: el marino que fue rey, el jefe del comando británico con el que combate hombro con hombro para después combatirlo como enemigo, y el oficial nipón que tras ser enemigo, ahora es la mano derecha del señor de esa parte remota de la selva, territorio que pretende que continúe igual de olvidado que antaño con el fin de que sus gentes no pierdan ni su cultura ni sus señas de identidad. Una interesante reinterpretación del Corazón de las tinieblas, también un notable retrato del ocaso colonial a finales de la primera mitad del siglo XX.

Esta novela dio como resultado una película igual de atractiva que la novela, probablemente sea una de las mejores de su director, John Milius y uno de los trabajos más notables de su actor protagonista, Nick Nolte, quien interpreta al monarca de esta historia de héroes reales, de seres humanos en la que se mezclan sentimientos que no son tan contradictorios como el amor a los suyos y al honor en unos tiempos y en una guerra en la que esos ideales ya no funcionan, han quedado caducos.

Si por algo se caracteriza Adiós al rey, la novela y la película de Milius, es que por encima de las naciones, por encima de los países, el protagonista es el soldado que se enfrenta todos los días a la muerte en el campo de batalla. Soldado que se debe a sus camaradas. Una actitud que hoy hace chirriar e incluso tomarse a la broma, pero que marca el carácter de los personajes de este relato que más allá de las escaramuzas bélicas contra japoneses y británicos en las selvas de Borneo, es un canto a la amistad, al respeto de tus compañeros y de los camaradas de armas que luchan al otro lado de la trinchera. Un código de honor que si se traiciona despojará al hombre de todas las cualidades que lo hacen hombre.

Esta y no otra es la principal característica que diferencia la producción literaria de Schoendoerffer de otro gran escritor francés de novelas bélicas post II Guerra Mundial, Jean Lartéguy, este último más radical en sus obras y por supuesto más belicista que el autor de Adiós al rey, quien se preocupa por sus compañeros de armas, por el miedo que se siente al vacío y la soledad de la muerte.

Ya mencioné que el argumento de Adiós al rey recuerda en líneas generales a Joseph Conrad, aunque el escritor francés no conduce a los personajes a su personal corazón de las tinieblas sino que más bien utiliza la hostilidad de la selva y la fiereza primitiva de su guerra para redimir a los protagonistas de un libro que no pierde influencia con el paso de los años, y en el que más que el discurso que propone Schoendoerffer transmite con brillante pulso periodístico los combates contra hombres y contra la misma naturaleza que representa la jungla de Borneo.

Pierre Schoendoerffer, que perdió a su abuelo y su padre en la I y II Guerra Mundial, respectivamente, se convirtió en escritor gracias a las lecturas de las novelas de Joseph Kessel, otro de esos escritores olvidados que cuenta con una prolija producción de novelas de aventuras y viajes, muchas de ellas inspiradas en sus experiencias como enfermero y soldado en la I y II Guerra Mundial, y más tarde como corresponsal de guerra que viajó por medio mundo.

Joseph Kessel fue quien animó a Schoendoerffer a continuar con su carrera, y que formara parte del equipo de filmación en Afganistán de El paso del diablo, película que finalmente dirigió y que dio comienzo a una nueva trayectoria no ya como escritor sino cineasta y en la que cuenta con títulos como Dien Bien Phu, la gran derrota del ejército francés en Indochina, y La sección Anderson, película que recibió el Oscar al mejor documental en 1967, y en la que narra el día a día de un pelotón del ejército norteamericano de exploración por la selva durante la guerra del Vietnam.

La edición que tengo de Adiós al rey está publicado en la legendaria editorial venezolana Monte Ávila en 1970. Se trata de una versión, se anuncia así, de Susana Palermo. El libro se reeditaría años más tarde, a finales de los ochenta, en Versal, con traducción de Juan Gabriel López Guix. Me temo así que hoy resulte muy difícil de encontrar un ejemplar aunque si tienen ocasión de descubrirlo en rastros o alguna librería de viejo y de ocasión, les animaría a que se hiciesen con él porque Schoendoerffer es uno de los últimos grandes escritores de novela de aventuras en el sentido clásico de la palabra.

Después de él, el género no ha vuelto a levantar cabeza, quizá con Paul Theroux y solo a veces, ya que ha terminado siendo absorbido por la literatura de viaje o el reportaje de guerra periodístico.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador

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