Tres hurrah por Alfred Hitchcock

Resulta difícil que recuerde cuál fue la primera película del señor Alfred Hitchcock que vi en mi azarosa existencia pero no sé el motivo, me aparece en la cabeza en orgulloso blanco y negro Rebeca, que está basada en una novela de la escritora Daphne du Maurier, autora a la que llevó a la pantalla en otras dos ocasiones, La posada de Jamaica y Los pájaros. Debo por ello, por lo tanto, gratitud al cineasta por descubrirme la literatura de una escritora que sabía cómo seducir a los lectores.

Tal día como hoy, don Alfredo, Alfred, hubiera celebrado su 120 aniversario. Y pese a superar el centenario resulta curioso observar cómo su cine no ha perdido un ápice de la emoción de entonces. Lo llamaron con justicia el mago del suspense y con justicia se fue al otro mundo con esa corona puesta porque desde entonces nadie, lo que se dice nadie, ha sido capaz de colocarse a su mismo nivel, de tratarlo cinematográficamente de tú a tú.

Dicen sus biógrafos que fue un hombre muy especial, incapaz de superar traumas heredados o que brotaron en su más tierna infancia. Quieren justificar con esto el retrato de un hombre no sé si perverso, pero seguro que algo vengativo con quienes lo rodeaban cuando preparaba sus películas y las dirigía y las ordenaba en postproducción.

Lo comento en otro sitio e insisto ahora aquí mismo, me gusta más el Hitchcock en blanco y negro que el Hitchcock a todo color. Lo mismo me pasa con Stanley Kubrick aunque si uno lo compara con Hitchcock mejor callar la boca porque las comparaciones son odiosas.

Entre mis películas del maestro, del mago del suspensa, La sombra de una duda porque pone en ella el dedo en la llaga y hace el intento, gamberro que era don Alfredo, de hacer saltar en pedazos a la familia. Algo parecido hace en Yo confieso y Falso culpable que quizá sean dos de los trabajos más extraños de su carrera no solo porque están protagonizados por estrellas que estaban muy alejadas de su mundo sino porque en ellas demuestra hasta que punto un sacerdote es capaz de guardar el secreto de confesión aunque el peso de la ley caiga sobre él, y la fortaleza redentora de un inocente acusado de un crimen que no cometió.

En colores guardo grato recuerdo de La ventana indiscreta y de Frenesí, que es una de las películas que más me gustan de Hitchcock pese a que se rodara en colores. Pero qué colores. Colores sucios, reflejo de un Londres arrabalero donde el protagonista, un héroe de la RAF, es un maltratador al que confunden con el asesino de la corbata, quien es un elegante y hasta refinado canalla conocido del héroe de guerra.

Habría que rendir todos los años un tributo a Alfred Hitchcock. Sin su talento el cine sería más pobre. Se agradece por ello su influencia, aunque no sean demasiados los que hayan sabido utilizar sus lecciones para dar algo de calor a sus producciones, al final trabajos muy académicos pero más fríos que el pescado que exhiben en la pescadería.

Dicho lo cual, elevemos la copa, libemos con ansía y gritemos sin sonrojo alguno tres hurrah por un tipo orondo, que solía aparecer sin una línea de diálogo en sus películas y al que le iban las rubias. Tanto, que alguien dijo que casi le vuelven loco.

Un maestro. Un maestro que hoy cumple 120 años.

3 Responses to “Tres hurrah por Alfred Hitchcock”

  1. Daniel León Lacave Says:

    Hay algo en la etapa inglesa sonora de Hitchcock que me fascina.
    Desde La Muchacha de Londres, pasando incluso por El Número 17, y sobretodo Sabotage con mi amada Silvia Sidney.
    Hay algo en esas películas, Agente Secreto o Alarma en el expreso, que respira y transpira un cine disiinto, algo que creo que después perdió Hitchcock en su etapa americana.
    Algo. No sé el qué, pero algo

  2. admin Says:

    Probablemente, Daniel, la juventud

  3. Daniel León Lacave Says:

    Quizás. Sí. Esa frescura, esa especia de inocencia cinematográfica. Después desapareció, y aunque sus mejores obras estaban por llegar, nunca mas volvió a tener aquella magia.

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