Berlín era una fiesta

La muerte se llevó a Philip Kerr cuando el escritor se encontraba en su mejor momento. Una macabra ironía que parece sacada de cualquiera de sus novelas aunque fue una trágica realidad que dejó huérfanos a los millones de lectores que seguían con atención su literatura. Una literatura cuya maquinaria estaba perfectamente engrasada, en especial en la serie que lo hizo popular como es la protagonizada por Bernie Gunther, personaje del que han aparecido hasta la fecha catorce novelas, la última con el título de Metrópolis que, curiosa y cronológicamente, es la primera de la serie al desarrollarse a finales de los años 20.

El escenario es muy atractivo ya que la acción se centra en un Berlín guardado en la memoria gracias a películas como Cabaret, una ciudad en continuo estado de ebullición, loca, que bebe, se droga y hace el amor porque quiere olvidar que asoma otra Depresión cuyos efectos ya anuncian las peleas callejeras entre nazis y comunistas en un escenario que no olvida lo pasado en las trincheras de Europa.

Por estas calles de la capital alemana se mueve un asesino aparentemente serial que arranca el cuero cabelludo a las prostitutas y “otro” que asesina a los mutilados de guerra que piden limosnas por las plazas de Berlín, una nueva Sodoma que tiene ecos para nada disimulados con el que inmortalizó Fritz Lang en M, el vampiro de Dusseldorf, un clásico escrito por quien entonces era su compañera sentimental, la escritora y guionista Thea Von Harbour, que tiene un pequeño cameo en esta novela que, pese a todo, y pese al casi siempre chispeante sentido del humor de Gunther, no deja de resultar amarga si se tiene en cuenta que debe ser el último libro de un escritor que solo pretendió a lo largo de su carrera entretener y pasárselo muy bien con lo que escribía.

Probablemente sea Metrópolis la novela más policíaca de Philip Kerr, la más cercana al espíritu de un género que nunca pierde actualidad pese a las modas que sacuden el mundo editorial. En este libro no aparecen y si aparecen son referenciales, los nazis que sí son los otros protagonistas de las otras trece novelas que Kerr dedicó a su alucinado detective, en esta historia, miembro activo de la Krippo a la caza de un depredador que, todo parece indicar, podría tratarse de un agente de esa misma policía en la que trabaja el bueno de Bernie.

Quizá la trama no esté bien armada y es probable que el lector iniciado en estos relatos de misterio averigüe pronto quién es el asesino pero al margen del caso policial lo interesante, lo atractivo en estas historias no es lo que se debe resolver sino el ambiente en el que se mete Gunther sin que nadie lo llame.

De su mano, el lector conocerá los bajos fondos del Berlín de aquellos años, las numerosas asociaciones delictivas que operaban en una ciudad que contaba con otra ley y que mueve a un ejército de hombres y mujeres para encontrar a ese asesino que arranca cabelleras y acuchilla hasta la muerte a los mutilados de guerra.

La prensa berlinesa lo denomina Winnetou, el indio de las novelas de Karl May que hacían furor en aquellos años locos, locos de verdad y en los que cuajaron las ideas extremas con el arte más extremo. Casi como si ambos olfatearan en el aire la nueva guerra que se avecinaba, conscientes de que la I, aquella que iba a terminar con todas, dejó las suficientes heridas abiertas para que los que venían del frente, muchos mutilados, pidieran venganza, un yo no luché para esto. Exijo mi tributo de sangre como ciudadano.

Philip Kerr nos aproxima en este libro a un Berlín enloquecido que no ha encontrado rumbo. Visita algunos de los cabaret que se encontraban en la capital alemana, varios de ellos realmente extravagantes, y no olvida recordar al lector que todo se desarrolla en un ambiente de amoralidad y combate político. Berlín era una fiesta, ese es el escenario y el otro personaje de la novela.

A Bernie como a su ciudad, Berlín, y a su país le acosan fuerzas internas y externas que lo van devorando. Solo lo diferencia que él no cree en nada ni en nadie.

Como todas las novelas de la serie, Metrópolis no decepcionará a los seguidores de Bernie Gunther ni a los que se inician en el fascinante universo de este perdedor con gracia y alto sentido de la supervivencia. No cree demasiado en lo que hace, pero lo hace muy bien. Tanto que se pondrá al servicio de los nazis cuando reclamen sus capacidades.

Es una pena que ya no se publiquen más novelas del personaje imaginado por Kerr aunque es probable que alguien continúe con la serie por imperativo editorial aunque, somos consciente, ya no será lo mismo.

Y no será lo mismo porque Bernie no será el mismo. Por muy buena que sea la fotocopia, quedará el personaje de Philip Kerr y su capacidad de hacer creíble que un antinazi como Gunther trabaje para los nazis y al servicio de su vergonzoso sentido de la justicia. Es un antihéroe de los de antes.

Saludos, sol, nubes, calor, humedad, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta