Dentro de Roma, ciudad abierta

“Rossellini no era fascista: no, pero tenía el problema de sus pasados compromisos con el cine de propaganda y una debilidad muy romana por las amistades repentinamente incómodas. Había sido amigo de Luigi Freddi, Vittorio Mussolini, Ciano, les excusaba por su ceguera, por la suerte que les esperaba, y no quería traicionarles en nombre de las conveniencias personales, ni mucho menos casarse con una causa perdida. En realidad Rossellini nunca se casaba con nadie: no con mujeres, ni con ideas. Se enamoraba, eso sí, pero no se unía totalmente con nadie”.

(Celuloide, Ugo Pirro. Traducción: Augusto M. Torres, Ediciones Libertaria, 1990)

Se trata de un libro de cine que apareció en las librerías españolas hace ya unos años por lo que, probablemente, será casi imposible agenciarse con un ejemplar si no lo encuentra en un librería de ocasión o en la red. El libro se titula Celuloide, lo escribe Ugo Pirro y noveliza el nacimiento del neorrealismo italiano centrándose en el germen, la redacción de guión, el rodaje y posterior estreno de Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945) un monumento cinematográfico que no ha perdido nervio con el paso de los años.

Quien escribe este ambicioso fresco es un escritor que vivió, y si no lo vivió conoció, a muchos de sus protagonistas, algunos de los cuales entrevista para escribir esta biografía de un cine que brotó en un momento muy delicado de la historia de Italia.

La II Guerra Mundial no había finalizado aún, los aliados conquistaban terreno italiano paso a paso mientras en retaguardia se recrudecía la violencia en un país que ya no creía en nada. Tras el gran farsante, Benito Mussolini, la endeble autoestima que su régimen propagó por Italia se disolvía como un azucarillo en un vaso de café con leche.

Muchos fascistas, aquellos que en el pasado vistieron la camisa negra y llevaron el puñal y la porra como símbolo de su mandato, se la quitaban ahora como si nunca hubieran hecho nada. El mismo dictador es entregado por los alemanes a los partisanos, mientras fascistas derrotados y acobardados ante la nueva situación política se acusaban unos a otros para adecentar su pasado ante el nuevo orden que parecía que establecían los norteamericanos.

En este escenario, un grupo de cineastas bastante locos de la cabeza, pusieron en marcha una película que explica todo lo sucedido en aquellos años del miedo y cómo consiguieron enriquecer ese proyecto al contratar a dos actores que se han convertido en iconos del cine italiano: Anna Magnani y Aldo Fabrizi y a quienes rodearon de un elenco de actores sin escuela, gentes de las calles a las que se contrataba no por su talento para la interpretación sino por sus caras.

El director que organizó todo esto, un filme herido por la falta de dinero, las tensiones con las estrellas y la mismísima Iglesia católica, fue Roberto Rossellini, un cineasta al que Pirro describe con la admiración del pupilo, y del que cuenta cosas que si no fue así tuvo que suceder así.

Lo llamativo de este libro de Pirro, por cierto escritor y guionista también, es la forma en cómo narra toda esa gran aventura que fue el neorrealismo italiano, ese cine algo inconsciente y ciertamente pobre al que le costó expandirse por el mundo pero que cuando lo hizo logró prender su estilo en casi todas partes.

El autor de Celuloide narra esta historia con notable pulso periodístico y en ocasiones y durante su lectura he creído y querido encontrar en sus páginas ecos de lo que más tarde se conocería como nuevo periodismo aunque el escritor y guionista italiano nunca se ponga como protagonista de la gran historia de cuenta.

Para los aficionados al cine y a la Historia no necesariamente del cine, Celuloide es una de esas obras más que recomendables. Es formidable lo que pasa cuando uno se divierte aprendiendo y eso es más o menos lo que me ha pasado con este libro singular, esta pequeña pieza que ha enriquecido además de mis conocimientos sobre el cine italiano de la postguerra mis saberes sobre algunas de sus estrellas y protagonistas. Porque entre las características que contiene Celuloide está el retrato preciso de personajes que realmente existieron, retrato humano, con todas sus grandezas y miserias.

La guerra sirve de telón de fondo para contar este relato que tiene de todo, algo de tristeza, algo de alegría y mucho de fin de unos tiempos: la dramática caída del fascismo italiano y la locura salvaje de muchos por cambiar ahora la camisa negra por otra.

Al fondo, y siempre presente, un pueblo, unos rostros, que buscan pan y paz entre las ruinas que ha dejado detrás el dios de la guerra.

Para tener una idea aproximada de lo que significó el neorrealismo italiano Celuloide es un libro clave, una obra redonda, de esas que se leen con voraz agradecimiento. Se aprende a apreciar a sus protagonistas, héroes del cine que contra viento y marea rodaron historias sin sonrojarse por la pobreza de sus medios. Medios escasos que suplieron con una imaginación portentosa y un estilo, un saber hacer que, encabezado por un cineasta como Rossellini, engrandecieron una industria que, hasta ese momento, se había acostumbrado a comedias románticas, de teléfonos blancos como eran conocidas pero muy alejadas de la realidad ya que respondía a las órdenes de la propaganda fascista que, por esos incógnitas con las que se escribe en ocasiones la Historia, dejó trabajar a la mayoría de los profesionales con independencia de su credo política.

Saludos, a por ellos, desde este lado del ordenador

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