Nicolás Dorta: “Toda escritura es autobiográfica”

Periodista, escritor, hombre de jazz. La verdad es que resulta muy difícil de clasificar a Nicolás Dorta (Tenerife, 1978), un tipo que está lleno de virtudes en unos tiempos donde las virtudes, precisamente, escasean. Como redactor, trabajó en Diario de Avisos y la agencia Efe, entre otros medios y es además de un excelente batería de jazz, un escritor con un notable pulso narrativo. Esto último lo descubrimos hace apenas unas semanas tras leer Las zonas comunes (Franz Ediciones, 2020), libro que se puede adquirir a través de la página web de la editorial (www.franzediciones.es) o en librerías como Lemus y Masilva (Tenerife); Arrebato (Madrid), librería GIL (Santander) y Bartleby&Co (Berlín).

- En estos tiempos de crisis sanitaria y próximamente económica, ¿cuáles cree que serán nuestras zonas comunes?

“Pues serán las que tanto estamos deseando que sean, las de siempre, los bares, las playas, también las bibliotecas, todas las que nos permiten vivir con los demás. Para una persona que escribe, además, esto es fundamental. Y cómo serán esos escenarios con las nuevas normas de precaución es lo que no sabemos y nos crea, o al menos a mí me crea, algo de ansiedad. Si hablamos de zonas comunes no físicas, desafortunadamente, todo apunta a que será la precariedad, más de la que ya teníamos, la preocupación y toda la incertidumbre que siempre nos provoca lo desconocido”.

– El libro consta de cinco relatos. ¿Hubo más?

“Los cinco relatos cierran una especie de ciclo que tiene que ver con ideas comunes, el tono, la manera de contarlos. Son fruto de los últimos cinco o seis años. En general, me cuesta decidir cuándo un relato está listo, porque corrijo mucho. Ahora, al leerlos de nuevo, pienso que podía haber cambiado ésta u otra cosa. Es un poco obsesivo. En cuanto si hubo más, se ha quedado uno fuera porque consideramos que no iba con el conjunto. Ahora estoy trabajando en otros”.

- Aprecio en algunos de los cuentos rasgos biográficos. ¿Hasta que punto se imponen estos rasgos en el contenido de estos relatos?

“Para mí es difícil crear algo que esté lejos de lo que me rodea y de mi memoria. En el fondo creo que toda escritura es autobiográfica. Me refiero a que toda historia es la historia de uno mismo, o hay elementos de uno mismo, aunque hable de otros en otras circunstancias o realidades. Lo que importa es la historia, no tanto si en estos relatos hay personajes reales o si lo que que viviste fue realmente lo que pasó. Además, ¿quién puede decir que los recuerdos reflejan los hechos tal como ocurrieron?”.

- ¿Qué influencias reconoce en su escritura?

“No sabría concretar exactamente. En la contraportada del libro han visto algunos ecos de Alice Munro y James Salter, y aunque lo agradezco y me encantan, creo que eso me queda bastante grande. Lo que sí considero es que para escribir hay que leer. No sé, me gusta mucho Richard Ford, los cuentos de Dino Buzzati, Chejov, Raymond Carver, tuve una época “murakamiana”; me gusta Manuel Vicent, Siri Hudsvedt; la poesía de Ángel González, también Kafka o Camus. Ahora releo los diario de Emilio Renzi (Ricardo Piglia) y he empezado con Joseph Roth. Normalmente tomo nota en un cuaderno de párrafos o frases que me ayudan a arrancar algo o sirven como material para el blog (www.nicolasdorta.com)”.

- ¿Y pesa el hecho de que sea periodista en la redacción de los mismos?

“En el periódico me encontraba cómodo haciendo reportajes. Partía de un detalle concreto del personaje o de la situación y comenzaba a escribir. Puede ser que haya algo de eso en el punto de partida de estos relatos. Me interesa lo que hace gente como Leila Guerriero o Caparrós, que cuentan, por ejemplo, qué come o cómo mira un taxista para hablar del sector del taxi. Esa idea de hacer de la vida, de los hechos, una experiencia literaria”.

- ¿Cuándo escribía seguía un patrón, un hilo conductor o se dejaba llevar por la improvisación?

“Generalmente parto de una idea o situación concreta y muchas veces no sé dónde me va a llevar. Eso me gusta. Averiguar qué posibilidades tiene la historia, sus personajes. Casi todos los finales de este libro esconden un símbolo que se precipita para acabar el cuento: una grieta que siempre ha estado ahí, en una casa donde hay un hombre solo, a la espera de que su mujer regrese. Ella se ha intentado suicidar, su casa, su vida, le asfixia, pero en medio de esa oscuridad surge la posibilidad: un nido de pájaros que formarán una familia, ajenos a los problemas humanos pero entre ellos. Incluso de lo más terrible se puede sacar belleza, supongo”.

- Emplea indistintamente la primera persona como la tercera. ¿Con qué voz se siente más cómodo?

“Al final todo es primera persona, aunque hables desde una tercera. Me siento normalmente más cómodo con la primera persona”.

- ¿Y qué le lleva a usar una voz en vez de otra para contar la historia?

“Supongo que suelo usar la primera porque me hace sentir más cerca del personaje. Y otras veces, por alguna razón, esta conexión se forja mejor con la tercera”.

- ¿A qué elementos da prioridad en las historias?, ¿a la historia en sí?, ¿a los personajes?

“Creo que en general doy prioridad a los personajes. Me gusta que sean ellos los que sostienen la trama. Me interesa la manifestación de la condición humana como la verdadera creadora de cualquier historia”.

- ¿Por qué zonas comunes?

“Te puede sonar a una parada de guaguas, a baños públicos, una piscina municipal, la sala de espera de un consultorio médico, un aeropuerto, una autopista, un paseo marítimo. En esas zonas, ahora casi vacías, ocurre la vida. Pero también la vida azota zonas comunes de nuestro cuerpo: cabeza, pecho, corazón, manos, espalda, estómago. Allí se instala la soledad, el sentimiento de culpa, el amor, el fracaso, la alegría, la memoria, las expectativas frustradas. Allí se instala lo imprevisto o el peso del pasado”.

- ¿Qué lecturas recomienda para quedarse en casa?

“Pues la semana pasada acabé el cómic de Paco Roca, Memorias de un hombre en pijama, que es muy divertido. Recomiendo alguna novela gráfica, Nela, por ejemplo, la adaptación de Marianela de Galdós, de Rayco Pulido. También recomiendo El infinito en un junco, de Irene Vallejo, una estupenda historia de los libros en Grecia y Roma. No sé, acabo de terminar El don de Vorace, de Félix Francisco Casanova, en una cuidada edición dentro de las Obras Completas, con prólogo de Fernando Aramburu. Contiene fotos, el diario íntimo, sus poemas, y, entre otros documentos, una corta entrevista que le hicieron al joven escritor palmero dos días antes de su extraña muerte. Bueno, toda muerte es extraña. «Mi vida es rápida, triste y alegre como un larguísimo rock”, dijo.

Saludos, esto va por fases, desde este lado del ordenador

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