Pestañas fucsias, una novela de Antonio Daniel García Orellana

Premio Benito Pérez Armas en su trigésimo cuarta edición (2018), Pestañas fucsias, del escritor y dramaturgo Antonio Daniel García Orellana, se publicó un año después sin demasiadas alharacas ni la debida promoción que se esperaba por ser la novela ganadora del certamen.

Es probable en todo caso que debido al cansancio que arrastra la entidad convocante, antes caja ahora fundación, y a una larga serie de novelas premiadas muy desiguales en los últimos años, expliquen el escaso recorrido de un libro que sin ser notable no disgusta leerse en los tiempos que corren. Uno imagina incluso que esta circunstancia podría servir para respaldar su promoción si la situación provocada por la Covid-19 se normaliza tal y como todos esperamos.

El planteamiento de Pestañas fucsias es interesante ya que se desarrolla mayoritariamente en una página web, Domine, en la que su creador, que se esconde bajo una máscara de papel de plata y el nick de Aracne, muestra en directo las acciones que comete contra una adolescente a la que supuestamente ha secuestrado. Paralelamente, mantiene un diálogo con los usuarios de la web, quienes asesoran al supuesto secuestrador sobre el trato que debe recibir la supuesta secuestrada.

El nick de uno de ellos es, precisamente, el que da titulo a la novela, novela que se construye fundamentalmente a través de las conversaciones que mantiene con Aracne y Aracne con otros usuarios de la página.

Al margen de la web, y un espacio de televisión de contenidos amarillistas que también tiene su protagonismo, estos elementos sirven a Antonio Daniel García Orellana para criticar la sociedad del espectáculo en la que vivimos (¿vivíamos?) así como los medios de comunicación, cada vez más al servicio de la desinformación sugiere el autor de la novela, quien aprovecha el texto para arremeter contra unos individuos que cada vez están más atontados. Personas, con independencia de su sexo, que han claudicado sus experiencias vitales al sustituirlas por la de estar sentados ante el ordenador y mirar.

Mirar.

En este aspecto, la novela resulta atractiva como vehículo que reflexiona sobre la mirada y mirar sin ser mirado. Observar lo que hacen los otros a distancia bajo la protección de un nick que garantiza, en principio, su anonimato. Lástima que el escritor no profundice en el supuesto placer que implica para el mirón su condición de, precisamente, mirón.

No obstante, Pestañas fucsias funciona como rompecabezas por lo que a medida que se avanza en la lectura parece que existe cierta unidad y una visión global de lo que acontece cuando concluye la novela.

Una novela que tiene cosas que decir y que entretiene lo suficiente para no dejar su lectura a la mitad a pesar de que cuenta con elementos que más que dar impulso, lo que hacen es frenar un relato de confinamiento que no termina de resultar lo contundente que uno esperaba.

La novela se equivoca también y a nuestro juicio en su número de páginas. Más cuando se aprecia que muchas de ellas están ahí de relleno y no para dar contenido a lo que cuenta. Se tiene la sensación en este sentido que si se hubiera aligerado muchas de ellas, el acabado final de la obra hubiera resultado más ágil, atractivo e interesante.

Entre los aciertos de Pestañas fucsias destaca su espíritu crítico, tan necesario en unos tiempos que son tan malos para la crítica; también las ganas de pasar factura a una sociedad idiotizada que se siente segura de permanecer encerrada en sus casas cuando nadie podía imaginar el confinamiento que vivimos ahora y el hecho, significativo, de que desde nuestras casas y desde nuestros ordenadores, podemos acceder a un universo virtual en el que se puede encontrar de todo un poco. En el caso de la página web, Domine, la relación tabú que mantiene un adulto con una adolescente. Ya avisa el nombre de la web por donde irán los tiros, dominación, sadomasoquismo… página que visitan tanto curiosos como los que buscan pornografía, sobre todo si ésta transgrede las normas.

La novela propone otras preguntas, porque es una novela de preguntas aunque no dé soluciones ya que las respuestas siguen abiertas pero plantea cómo recurrir al anonimato para sacar a relucir lo peor que llevamos dentro, en este caso, con personas que sugieren al supuesto secuestrador que actúe de determinada manera con la supuesta secuestrada.

Desgraciadamente, el retrato de personajes que diseña la novela no resulta demasiado complejo, ese es el problema de jugar con personajes desconocidos, de los que solo conocemos su nick, pero no deja de tener interés cómo Aracne, el creador de la web, juega con los sentimientos más perversos de su audiencia explotando el gancho de la joven que mantiene secuestrada. O no, eso lo averiguará quien se sumerja en las páginas de una novela que radiografía algunos de los más bajos instintos que nos caracteriza como especie. Uno de ellos el retorcido placer que provoca recomendar al responsable de la página lo que debería hacer con la víctima.

Entre los elementos negativos, los que dificultan la lectura de la novela en demasiadas ocasiones, destaca además de su número de páginas el estilo que ha escogido el autor. Y no para situar al lector en este diálogo continuo que suscita la web, sino por la tentación en la que incurre García Orellana al narrar la gravedad de lo que critica con frases rimbombantes que, más que aportar información, se quedan en inútiles fragmentos que poco o nada ofrecen al conjunto del relato.

Un relato por otra parte abierto, en donde intenta definir a algunos de sus personajes a través de los apodos con los que se identifican como, por ejemplo, el de los dos protagonistas: Aracne y Pestañas fucsias.

Con todo, no se trata Pestañas fucsias de una de las peores novela ganadoras del Premio Benito Pérez Armas pero tampoco eleva el nivel de un certamen que, hoy por hoy, continúa siendo el más prestigioso de Canarias solo por su dotación económica y no, desgraciadamente, por la calidad argumental y literaria de la mayoría de las obras ganadoras.

Saludos, abajo las caenas, desde este lado del ordenador

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