¿Por quién doblan las campanas, papá Hem?

La primera novela que leí de Ernest Hemingway (Oak Park, Illinois; 21 de julio de 1899-Ketchum, Idaho; 2 de julio de 1961) fue Adiós a las armas y el flechazo fue inmediato. Luego devoré sus obras cubanas (El viejo y el mar e Islas en el golfo, también Tener y no tener, cuya versión cinematográfica, salvo los personajes, no tiene nada que ver con la novela original), los cuentos (el señor Hemingway fue un notable escritor de relatos cortos); sus novelas españolas (Por quién doblan las campanas, Fiesta, los cuentos que se desarrollan en nuestra Guerra Civil) y esa especie de autobiografía, aunque toda la producción literaria de Hem sea igual de autobiográfica, que es París era una fiesta, donde hace un retrato muy poético de su compañero de generación F. Scott Fitzgerald. Me queda alguna novela más y probablemente muchos de sus cuentos pero no demasiados. Tampoco las colaboraciones que realizó como periodista desde los diferentes campos de batalla que pisó a lo largo de una vida que, como muchos de ustedes saben, puso fin volándose la cabeza con una escopeta que, quién sabe, igual es la misma con la que aparece en esta fotografía.

El paso del tiempo intenta enterrar ahora la memoria de Hem porque sus libros son demasiado masculinos y por eso mismo políticamente incorrectos. Es una manera de verlo. A mi querida y admirada Patricia Highsmith le caía como una patada precisamente por eso: su machismo indomable. Machismo que no se cansaba de describir en sus obras y en representar en su vida personal mientras recorría las verdes colinas de África pero con todo sigue siendo para quien ahora les escribe uno de esos escritores que fue todo un descubrimiento. MI edición de Adiós a las armas está subrayada arriba y abajo, lo mismo pasa con los relatos que protagoniza Nick Adams y el viejo de El viejo y el mar que está, por cierto, inspirado en un pescador cubano de origen canario, Gregorio Fuentes. Todos estos mundos, todos estos personajes forman parte ya de mi selectiva memoria literaria y aunque nadie me lo haya preguntado diré, por otra parte, que la novela que sigue gustándome más del escritor es Islas en el golfo, y que llegué a ella gracias a la versión cinematográfica que dirigió Franklin J. Schaffner con George C. Scott de protagonista.

En su finca La Vigía, en La Habana, Cuba, descubrí que Hem solía escribir de pie y que su amor por la isla fue tan grande que regaló su medalla de Premio Nobel al país en señal de reconocimiento y respeto. En cuanto a España y además de correrse juergas que duraban hasta el amanecer y asistir a las plazas de toros, visitó a don Pío Baroja para rendirle homenaje. Lo que se dijeron no se sabe exactamente ya que las versiones al respecto son muy contradictorias aunque me gustaría que la escena hubiera sido la siguiente, y así la recogen algunos que la dan por auténtica:

PÍO BAROJA: ¿Qué coño hace éste aquí?

ERNEST HEMINGWAY: He venido a decirle que el Premio Nobel se lo merecía más usted que yo, incluso se lo merecían más Unamuno, Azorín o don Antonio Machado.

PÍO BAROJA: Bueno, basta, basta, que como siga usted. repartiendo el Premio así vamos a tocar a muy poco.

Hem le regaló al autor de El árbol de las ciencias una bufanda, unos calcetines y, cómo no, una botella de whiskie, y quiero pensar que horas más tarde, ya lejos de la casa de Baroja, se tomaría unos combinados en memoria de aquel representante de la generación del 98 en Chicote, uno de esos bares que convirtió en leyenda como El Floridita y La Bodeguita del Medio en su Habana del alma: “Mi mojito en La Bodeguita y mi daikiri en El Floridita”.

Hay muchas cosas que no me gustan de papá Hem pero me encantan sus novelas y cuentos. Recurro a ellas para abstraerme de la realidad que me rodea y como él siento igual emoción cuando recuerdo las calles de la capital cubana barridas por uno de esos potentísimos diluvios tropicales que limpian la atmósfera cuando sale de nuevo el sol.

Y así fue la vida del escritor, violentos diluvios que daban paso a días tremendamente soleados. ¿Por quién doblan las campanas, señor Hem? doblan por ti. Doblan por todos nosotros.

Gracias.

Saludos, se ha escrito, desde este lado del ordenador

2 Responses to “¿Por quién doblan las campanas, papá Hem?”

  1. raquel Says:

    Excelente artículo, gracias. Estoy terminando por quién doblan las campanas, y no veo el cariz machista del autor, al contrario, las protagonistas femeninas inlfluencian a los republicanos en sus decisiones de una manera decisiva.

  2. admin Says:

    Al pobre de Hem lo acusaron siempre de machista pero creo que no hubo escritor, norteamericano al menos, que mirara a las mujeres como las miro él.

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