Con Batista se vivía mejor

Pájaro lindo de la madrugá (Algaida, 2020) reconstruye la biografía de un cubano poco ejemplar, aunque la autora del libro, Zoé Valdés, intente demostrar todo lo contrario. Resulta sospechoso, en este sentido, que su retrato, que dedica por cierto a los descendientes del general, apenas toque los últimos años en el poder del presidente y militar cubano Fulgencio Batista Zaldívar pero sí que dedique gran parte de la obra a destacar los logros de sus mandatos sin terminar de explicar qué razones fueron las que llevaron al triunfo de los castristas a finales de los años 50. Según la escritora se debe a que contaba con el apoyo de las élites cubanas, élites que siempre vieron a Batista como un mulato y a Fidel Castro como uno de los suyos, y también del respaldo de los Estados Unidos de Norteamérica cuando la prensa de ese país se decantó claramente por Castro y sus hombres escondidos en las montañas. No menciona, sin embargo, que la corrupción había terminado por aniquilar un régimen, el de Batista, como voraces termitas.

La novela está planteada como un largo diálogo que entablan dos amigos ya ancianos en 2016. Los dos amigos fueron batistianos aunque uno se quedó en la isla y el otro se marchó a Miami donde prosperó en los negocios. El que viene de Miami está reuniendo información para un trabajo de una de sus nietas centrado, precisamente, en Batista, lo que da pie a Zoé Valdés para describir a través de las palabras que se cruzan y sus miradas a la realidad de un país, Cuba, que se hunde irremisiblemente en la miseria. Por contraste, se presenta ese mismo país, Cuba y a todo color durante el mandato de Batista, pasando de puntillas por el poder que llegó a alcanzar la mafia norteamericana con el Hombre, así dice que se conocía al militar y presidente cubano, cuando detentaba el poder narrando por contra sus políticas sanitarias y de educación para los más desfavorecidos. Valdés afirma así que la campaña de alfabetización iniciada por el gobierno de Batista fue mucho mayor que la que promocionaría Fidel Castro, y explica que le salvó la vida al mismísimo Fidel Castro cuando fue capturado después del fracasado asalto al cuartel de Moncada en Santiago de Cuba porque conocía a la madre del futuro comandante en jefe, ordene.

Es más que probable que si el libro hubiera rehuido de la propaganda para enaltecer a Batista, Pájaro lindo de la madrugá hubiera resultado otra cosa. Una obra con mucho más atractivo del que tiene ahora que es bastante escaso por su espíritu hagiográfico, de su insistencia de que con Batista se vivía mejor. Esto hace que durante la lectura del libro uno piense que, efectivamente, la obra debe de haber estado pagada por la familia del ex militar y presidente cubano pero no convence porque se presenta idealizado un régimen que no se caracterizó, precisamente, por bondadoso. Y mucho tiempo antes de que apareciera la guerrilla del Movimiento 26 de julio en las montañas de Sierra Maestra en diciembre de 1956.

A estas alturas pocos son los que aún defienden el régimen castrista pero cuesta, aunque no se sea cubano, hacer lo mismo con el que representó Batista. Que Cuba fuera antes el prostíbulo de los norteamericanos y que hoy –o al menos antes de la crisis de la Covid-19– lo fuera de la vieja Europa y de algunos países de la América española no rebaja la calidad moral de ambos sistemas, sistemas que se caracterizaron por una corrupción interna que se ha trasladado a la sociedad. Tampoco creo que valga como juicio las idas y venidas de un personaje que, como Batista, se enriqueció estando en el poder. Lo mismo, dice la autora de este libro fallido, que han hecho los miembros de la familia Castro.

Puestas así las cosa, Fulgencio Batista y Fidel Castro serían las dos caras de una misma moneda. Una representaría una época de esplendor pero también de tortura y muerte y la otra unos años de decadencia moral y económica y también de tortura y muerte. Al fondo, como gran espectador, los Estados Unidos de Norteamérica, la nación que hizo posible junto a las élites cubanas que Castro llegara al poder y obligara a Batista a salir del país a inicios de enero de 1959.

Como novela no reúne Pájaro lindo de la madrugá los elementos suficientes para atraer la atención del lector profano en este pedazo de la Historia. La forma en la que la escritora ha construido el relato no está bien engrasada lo que hace que su lectura resulte, a la postre, tediosa y, lo que es peor, poco o nada creíble. No tanto en cuanto a lo que revela de la vida personal y política de Batista sino del escenario que desarrolla para ubicar el diálogo que mantienen los dos ancianos.

En este aspecto, y como otras novelas de Valdés, el odio con el que está escrita repliega a un lector que busca grises y no blancos y negros.

Saludos, si yo a Cuba le cantara, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta