Robert Aldrich, ese hombre

Para ubicar a los cineastas de talento pero que no formaban parte del panteón de venerables maestros del cine norteamericano alguien acuñó un término desafortunado para meterlos a todos en un mismo paquete: artesanos.

Quien les escribe odia tal definición porque le cuesta entender que directores como Robert Burgess Aldrich (Cranston, Rhode Island; 9 de agosto de 1918 – Los Ángeles, California; 5 de diciembre de 1983) sea artesano y no maestro cuando cuenta, a título personal al menos, con un puñado de películas que están en esa lista de obras a las que recurro con cierta frecuencia porque siempre encuentro cosas nuevas en ellas y eso, estimados y estimadas, solo lo hace un maestro.

Robert Aldrich, que manejó casi todos los géneros, géneros a los que imprimió su fuerte carácter personal, cuenta con películas tan ejemplares como Veracruz y El último atardecer, que son dos western potentísimos que han superado la prueba del tiempo… No me olvido de Apache y La venganza de Ulzana aunque admito mi debilidad con los dos primeros mencionados.

En cine bélico puso un punto y aparte no ya solo con esa golosina explosiva que es Doce del patíbulo sino también con ejercicios cargados de sobresaliente cinismo y objetivamente antimilitares como la ya citada Doce del patíbulo, Attack, Comando en el mar de China y alguna más que ahora se me escapa.

Como cineasta habituado a observar las cosas con mirada crítica, destacaría en cine negro clásicos como El beso mortal y La banda de los Grissom y en los territorios del cine psicológico piezas tan redondas como cerradas como son ¿Qué fue de Baby Jane? y Canción de cuna para un cadáver, donde volvió a repetir con Bette Davis como protagonista y actriz que enfrenta en esta cinta, por cierto, a la recientemente fallecida Olivia de Havilland.

Hay, sin embargo, dos películas del señor Aldrich que aprecio mucho porque se apartan radicalmente de géneros (más bien los mezcla) e insiste en varias de las constantes de su cine: masculinidad, lucha de los más desfavorecidos contra los más fuertes, una defensa a ultranza del individualismo como forma de combate contra un mundo que no gusta y una profunda reivindicación del perdedor porque se niega a que le quiten lo último que le queda: dignidad.

Estas películas son El emperador del Norte y El vuelo del Fénix. Y si en la primera nos cuenta cómo un vagabundo al que llaman Número 1 desafía a los vigilantes de trenes durante la Depresión en la segunda enfrenta a un grupo de hombres que intenta reparar un avión que los ha dejado tirado en medio de la nada, del ardiente desierto africano.

Las últimas películas de su carrera como cineasta insisten más o menos en los mismo temas que destripa en una filmografía generosa y notable, aunque me quedo con un policíaco que pasó desapercibido en su momento y que observa con su distante y cínica mirada a un grupo de policías neoyorquinos. El filme se tituló en España La patrulla de los inmorales y la recomiendo como recomiendo El rompehuesos y Alerta misiles, películas que sin ser de lo mejor de su carrera, sí que ilustran el talento de un director que más que artesano fue maestro.

Por cierto, en la imagen aparece Robert Aldrich dirigiendo a Bette Davis en ¿Qué fue de Baby Jane?

Se les saluda, hermanos y hermanas, desde este lado del ordenador

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