Unos tipos infames

La literatura para leer con una sola mano tuvo razón de ser cuando era clandestina. Como género siempre ha estado ahí, aunque su máximo movimiento se produjo a finales del siglo XIX y comienzos del XX, distribuyéndose en las trastiendas de las librerías o pasando de mano en mano va mientras se miraba hacia el otro lado.

El caso es que esta literatura reunió en torno a ella un grupo de aficionados y sorprende –si uno se adentra sin luz y sin guía– por la variedad de historias que cuenta, todas salpimentadas de escenas de sexo, y por el tono con el que están descritas, a veces muy divertido y en otro, por el contrario, extremadamente dramático ya que implica la muerte de algunos de sus protagonistas. La fórmula Eros y Thanatos funciona con la precisión de un reloj suizo en este género condenado por su libertinaje y en el que la mujer (aunque sea un hombre quien escriba) se convierte en el centro de su universo. Como la vida misma.

No obstante, además de sexo si hay un elemento común en toda esta literatura es la celebración del amor, del amor carnal por encima del espiritual y por su retrato en ocasiones logrado de cómo se las gastaban nuestros tatarabuelos. Gente que tal y como están los tiempos parece más libertina, aunque este libertinaje se mantuviera en una clandestinidad digamos que consentida. En este aspecto, resulta curioso observar cómo la literatura erótica, galante, sicalíptica no solo da lecciones de cómo ir a la contra de la moral establecida sino en cómo retratar las pasiones reprimidas y ocultas de una sociedad en continua duermevela que contó, por fortuna, con guerrilleros muy despiertos, sobre todo cuando caía la noche.

La literatura erótica resulta por ello, sea drama o comedia, festiva. Es una celebración de la vida.

La cantidad de títulos es abrumadora y muchos fueron traducidos al español en la legendaria colección La Sonrisa Vertical de Tusquets Editores. Estas líneas no pretenden repasar la amplitud de novelas y relatos que riegan el género, muchos de ellos sin firma, anónimos o rubricados con pseudónimo pero sí llamar la atención sobre cinco obras que se atribuyen a escritores del fuste de Oscar Wilde, Alfred de Musset, E.T.A. Hoffman, Felix Salten y Pierre Mac Orlan.

Y, efectivamente, no hay ningún español aunque este tipo de literatura triunfara también en este país sobre todo a principios del siglo XX para alcanzar su esplendor en la década de los 20 y 30 con la aparición de numerosas novelitas de este signo y distribución clandestina. Entre otros autores, destacaría la aportación del fecundo y sobresaliente escritor Eduardo Zamacois y de José María Carretero Novillo, quien solía firmar con el pseudónimo de El caballero audaz.

No obstante, y volviendo al asunto y sea o no verdad, gusta imaginar que, efectivamente, detrás de estos títulos se encuentran Wilde, Salten, Hoffman, Mac Orlan y de Musset. Cinco gamberros, cinco mosqueteros del vicio y la perversión literaria que tuvieron sus días divertidos pero a los que también se observó, y en ocasiones incluso se condenó, como tipos infames, infames para la gente de ¿bien?

TELENY, ¿Oscar Wilde?

“Mi mayor placer estaba en ver a los hombres bañándose. Me costaba trabajo no acercarme a ellos; me hubiera gustado acariciarlos y besarlos por todos lados. El día que pude ver a uno de ellos desnudo, la impresión fue superior a mí”. (Teleny. Traducción: Alberto Cardín, Laertes S.A. De Ediciones, 1985)

Durante mucho tiempo Teleny se atribuyó a Oscar Wilde pero estudiosos en la obra del escritor rechazan tal idea aunque otros –si bien reconocen que no la escribió– aseguran que al menos echó un vistazo al manuscrito antes de su publicación. Sea o no, Teleny tiene algo de El retrato de Dorian Gray –uno de los personajes, hijo de un general, recuerda al lord Henry Wotton del libro original– y cuenta también con frases de influencia wildeana sobre la vida, la muerte y el arte además de contar una apasionada y demoledora historia de amor entre hombres: el rico heredero Camille des Grieux con el pianista René Teleny en un París decadente de finales de siglo en el que las clases acomodadas gastan a manos llenas sus fortunas en juergas interminables, espectáculos que derivan en orgías y fiesta, fiesta, fiesta.

Literariamente es muy pobre pero su ritmo es trepidante y describe a brochazos el ambiente represor de la época. Dicen que Oscar Wilde se llevó este libro consigo cuando fue conducido a la cárcel de Reading.

GAMIANI, ¿Alfred de Musset?

“Fanny: Os juro que llegué a los quince años completamente inocente, nunca se me había ocurrido pensar en las diferencias que pudiera haber entre los hombres y las mujeres (Gamiani o dos noches de quimera, Alfred de Musset. Traducción: Publicaciones bibliográficas, La Biblioteca Fauno, Barcelona. Colección La sonrisa vertical, Tusquets Editores, 1978)

Gamiani o dos noches de quimera se atribuye a Alfred de Musset, un escritor que disfrutó de éxito en su día pero que hoy es un perfecto olvidado salvo para los que conocen que fue uno de los amantes de la escritora George Sand, escritora que lo fue también de Chopin, pianista y compositor a quien acompañó durante su convalecencia en Mallorca.

Para muchos, entre los que se encuentra Luis García Berlanga, quien afirmó que Gamiani se había convertido en su libro de cabecera durante la adolescencia, Gamiani es una obra singular y casi un objeto de culto entre los aficionados al género.

Cuenta la historia de amor apasionado entre dos mujeres, mujeres que cuentan también sus recuerdos sexuales sin ahorrar ningún tipo de detalles en apenas un centenar de páginas que se leen como un tebeo.

Está escrita como si de una obra de teatro se tratase y que recuerde fue llevada al cine con resultados muy limitados. Mejor acercarse a este clásico de la literatura erótica a través del libro y no de su versión cinematográfica.

Clásico de la novela galante, algunos estudiosos destacan que Gamiani pertenece “a la línea del movimiento romántico francés de la primera mitad del siglo XIX” y que el mismo de Musset se las leyó de un tirón al resto de miembros de la tertulia de la que formaba parte. No se sabe cómo la recibió tan selecto grupo aunque se puede asegurar sin temor a equivocarse que si lo fue de alguna manera lo fue con mucha alegría.

Historia de una seducción, ¿pero qué literatura erótica que se precie no lo es?, Gamiani se divide en dos grandes bloques en los que el autor teje una compleja y festiva red de placeres hasta llegar a un final radical que describe con arrebato el narrador de la obra, primero mirón y luego partícipe de lo que se cuece en las revueltas sábanas del lecho de la protagonista.



JOSEPHINE MUTZEN. BACHER, ¿Felix Salten?

“Nos miramos a los ojos y mantuvimos la actividad mientras él seguía dictando al grupo. Por fin se interrumpió y me envió a mi sitio. Llamó a la señorita Ferndinger, que acudió a la plataforma. Desde mi asiento, vi como se colocaba entre sus piernas y empezaba a jugar como yo había hecho antes; también el maestro le deslizó la mano bajo el vestido”. (Josephine Mutzen-Bacher, Felix Salten. Traducción: Máximo Loizu. Colección Papeles Secretos, Rocicles, 1979)

Cuesta imaginar que el escritor austríaco Felix Salten se encuentre detrás de Josephine Mutzen-Bacher no solo por el alto contenido sexual que incendian las páginas de este libro sino por la protagonista: una prostituta que en el otoño de su vida escribe sus supuestas memorias en las que detalla con todo lujo de detalles su iniciación al negocio más viejo del mundo.

Novela que sin duda estaría hoy perseguida. O enterrada bajo losas de cemento aglutinado por resentidos morales sin cuento, la lectura de Josephine Mutzen-Bacher resulta perturbadora porque gran parte del libro explica la infancia y juventud de la protagonista. Una infancia salpicada de relaciones sexuales que no deja ningún tipo de trauma en la doncella sino que abre más un apetito fogoso en el espíritu de una señorita que se inicia, ella misma lo explica, siendo una jovencita muy madura para su edad en la ciencia no exacta del amor.

La novelita se atribuye al escritor Felix Salten, escritor que tocó casi todos los palos literarios aunque alcanzó fama y dinero tras la publicación de Bambi, lo que lo encasilló en literatura infantil aunque cuenta con libros para adultos, uno de ellos –supuestamente– al que ahora hacemos referencia aunque no esté muy claro si fue o no quien escribió esta alucinada y políticamente incorrecta memorias galantes.

Felix Salten nunca reconoció ser el autor de Josephine Mutzen-Bacher pero tras su muerte en 1945 –falleció en Suiza huyendo de los nazis– su nombre comenzó a aparecer en las portadas de las ediciones clandestinas que se habían publicado en los años treinta.

Sea o no del creador del delicado cervatillo que se queda huérfano en el bosque, Josephine Mutzen-Bacher muestra un retrato realista de la Viena nocturna de finales del siglo XIX y pese a sus ganas de escandalizar no dejan de ser unas memorias muy singulares dentro de literatura tan memorialística como es las que nos ocupa.

SOR MONIKA, ¿E.T.A. Hoffman?

“Mi padre odiaba absolutamente todo tipo de sentimentalismo, desde el platónico al bucólico. “Ya que”, decía, “no sirve absolutamente para nada; son vapores podridos que se concentran en el estómago gordo y repleto del corazón y que al ser expelidos apestan toda la atmósfera de la alegría humana” (Sor Monika. Documento filantropínico-filantrópico-físico.psíco erótico del Convento Secular de H. en L…, E.T.A. Hoffman. Traducción: Jordi Jané. Colección La sonrisa vertical, Tusquets Editores, 1989)

Escritor romántico alemán adscrito a esa escuela que algunos denominan como el romanticismo negro, E.T.A. Hoffman es autor de una serie de cuentos fantásticos para los que no discurre el tiempo así como de relatos aparentemente infantiles que esconden una segunda lectura que va más allá de la inocencia del párvulo.

Además de escribir, Hoffman es reconocido como dibujante, caricaturista, cantante, compositor y jurista y no es raro encontrar en sus cuentos rasgos que más tarde determinarían la producción de otros grandes escritores del género como Edgar Allan Poe, Gautier e, incluso, Kafka.

Tuvieron que pasar más de ciento cincuenta años para que los expertos se pusieran de acuerdo en dilucidar la paternidad de Sor Monika, novela erótica que se publicó por primera vez en 1815 y que desde ese entonces no ha dejado de reeditarse primero de forma discreta y más tarde abierta y con el nombre –ya sí– de su no confeso autor: E.T.A. Hoffman.

La obra relata las aventuras de la protagonista y su corte de monjas en cinco partes que se leen con vértigo.

Sor Monika. Documento filantropínico-filantrópico-físico.psíco erótico del Convento Secular de H. en L... cuenta, cómo no, los recuerdos de la protagonista a un grupo de devotas, recuerdos que se desarrollan “de la manera más espesa, en un clima de incoherencia voluntaria que es el del ensueño a la vez en un plano fantástico y erótico”, escribe André Pieyre de Mandiargues en el prólogo de la edición de la colección La sonrisa vertical, nº46, Tusquets Editores, 1986.

Para quién les escribe fue un grato descubrimiento esta novela porque conocía a Hoffman a través de sus historias infantiles y fantásticas, escritos en los que incluyo el que inspiraría a Tchaikovski para componer El Cascanueces, la versión musical de un relato que firma un escritor para el que la música era tan (o más) importante que la literatura, así lo sostiene Irene Gracia, quien se inspira en la vida y obra del escritor alemán para su novela Ondina o la ira del fuego.

Sea o no, lo que está claro como el agua es que fue un excelente narrador y un escritor con pericia no solo para fantasear con otros mundos sino con el que le tocó en suerte vivir. Por eso, quiero entender que Sor Monika se trata realmente de un libro de su autoría porque en él converge la grandeza de la novela galante, es festiva, alegre, una celebración del sexo por encima de todas las cosas, y la mirada aguda de un hombre adelantado a su tiempo y al nuestro.

MADEMOISELLE DE MUSTELLE Y SUS
AMIGAS, ¿Pierre Mac Orlan

“¡Oh!, aquel precioso trasero bien dibujado por el traje ceñido de la amazona volvía loco a Monsieur Boë, ya que era una fetichista de dicha parte de la anatomía femenina, y sabía rendirle homenaje con caricias que más de una vez hacía sonrojar de vergüenza a quienes se prestaban a ellas”. (Mademoiselle de Mustelle y sus amigas, Pierre Mac Orlan. Traducción: Carmen Artal. Colección La sonrisa vertical, Tusquets Editores, 1990)

Pierre Mac Orlan fue el pseudónimo de Pierre Dumarchais, un escritor francés que desempeñó diferentes oficios a lo largo de su vida, entre otros el de escritor. Su vida aparece reflejada en la mayoría de su obra. Es autor, entre otras, de La bandera, en la que el protagonista, un extranjero, se alista en el Tercio, la Legión española, y El muelle de las brumas, novela que dio origen a una fantástica película dirigida por Marcel Carné en 1938 y con Jean Gabin, Michel Simon y Michèle Morgan como protagonistas.

Mademoiselle de Mustelle y sus amigas fue una de tantas novelas galantes que escribió con pseudónimo para comer y se trata probablemente del texto más divertido de los que hemos comentado porque aquí cabe un poco de todo con el fin de saciar los apetitos del lector más reacio por reprimido.

Escribe Mac Orlan que “los pueblos felices no tienen historia” y anuncia una probable continuación de la novela que ignoro si se produjo.

En definitiva, las piruetas sexuales que se producen a lo largo del texto van, como en los títulos anteriormente reseñados, en continuo ascenso, por lo que se recomienda que se lean sin prejuicios aunque moleste a los censores que hoy juzgan el buen y el mal gusto con independencia de su sexo.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador

2 Responses to “Unos tipos infames”

  1. Yolanda Delgado Says:

    Muy interesante su artículo. Al hilo del mismo, me he recordado en seguida los cuentos “grivois” (licenciosos, picantes) que el Sr. Maupassant publicaba en un periódico parisino destinado exclusivamente al género masculino. Uno de estos relatos en particular, Idylle (Idilio) me costaría creer, dada la medida censora de pudor y moral que han impuesto incluso al arte, me costaría, digo, pudiera ser publicado hoy sin desencadenar un escándalo de unos u otros. Desde este lado del ordenador, muchos autores franceses cultivaron el género: “Las cien mil vergas” (Apollinaire); “Diario de una camarera” (Octave Mirbeau), etc. Por nombrar obras de autoras: “La amante” de Marguerite Yourcenar o la última novela de Emma Becker, “La Maison”, éxito del pasado año. Gracias por El Escobillón. Quienes estamos lejos, agradecemos estos puentes que nos acercan a la literatura y a las islas. ¡Abrazos!

  2. admin Says:

    Muchas gracias por tus generosas palabras. Y sí, efectivamente Francia e Inglaterra fueron potencias en el género de la novela picante aunque el objeto del post era el de rescatar algunos títulos de esta literatura que se atribuyen a escritores con nombre. En este aspecto, los cuentos de Maupassant a los que te refieres son más eróticos que pornográficos y las novelas que mencionas, Las once mil vergas y Diario de una camarera, tìtulos que, si no me equivoco, se publicaron con el nombre completo de sus autores en cubierta.

    Reitero mis gracias, ahora mil, por saber que estás ahí. Un abrazo gigante desde este lado del ordenador

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