Cuando venga El Rey, una novela de Luis Carlos Castañeda

Cuando venga El Rey es la primera novela de Luis Carlos Castañeda, un sorprendente ejercicio por recrear no solo una época sino también el carácter de los numerosos personajes que son protagonistas de una tragicomedia que aprovecha también para radiografiar las entrañas de la capital de una isla que nunca se menciona en el texto pero que se reconoce en el imaginario del lector como Santa Cruz de La Palma.

Novela de ambientación histórica que no estrictamente histórica tal y como marcan los cánones del género, Cuando venga El Rey sirve al lector para aproximarse a una realidad que no ha terminado de desaparecer en la capital palmera, construyendo una serie de personajes que, con Dionisio O’Daly a la cabeza, forman las piezas del rompecabezas o mejor de la desconcertante partida de ajedrez que plantea un libro que hubiera redondeado más su apuesta narrativa con un quién es quién de personajes al principio o al final de la obra con el objeto de no desorientar la atención del lector que, tal fue nuestro caso, tuvo en ocasiones que volver atrás y de atrás para adelante para ubicar a unos y a otros.

Con todo y salvo esta ausencia, Cuando venga El Rey se lee con entusiasmo. También con simpatía porque su autor, Luis Carlos Castañeda, no salta los márgenes de la combinación inicio-nudo-desenlace, se ajusta al principio de la novela realista y se muestra igual de preocupado por la trama que por los personajes que en ella intervienen.

La novela comienza con el descubrimiento del cadáver del doctor Mauricio Santos Padrón entre “dos postes de madera” del pequeño pero activísimo muelle de la ciudad. El muerto aparece en el momento menos indicado ya que la isla entera espera la visita del rey Alfonso XIII en unos pocos días. A partir de esta premisa comienza una investigación que desaparece y aparece en el libro a medida que se avanza en las páginas ya que lo que importa al escritor y también al lector, ese al menos fue nuestro caso, es la descripción de personajes, muchos de ellos con apellidos de familias que existen de verdad en la capital de La Palma, una ciudad que se convierte en el otro gran protagonista de este minucioso trabajo de caracteres, de retrato certero de personajes y del ambiente intelectual de una capital que disfrutó durante varios años del liderazgo pensador del archipiélago.

La tarea no era nada fácil, de ahí que resulte tan desconcertante este atrevimiento literario más en unos días donde parece que solo se demanda renovación y cierto experimentalismo. En este aspecto y a la contra, Luis Carlos Castañeda presenta una novela con espíritu más de fin de siglo que del XXI. Su lectura sabe por eso a clásico y por eso mismo se deja leer porque resulta atractivo sumergirse en esa maraña de personajes que forman el retrato de una sociedad burguesa que espera la visita de un rey. Un Alfonso XIII siempre presente y cuya anunciada llegada provoca un revuelo parecido al que mostró Luis García Berlanga en esa obra maestra del cine español que es Bienvenido Mr. Marshall y en la que todos los habitantes de un pueblo castellano se disfrazan de andaluces para recibir a los norteamericanos.

El ajedrez juega también un papel protagónico en esta historia que se bifurca en muchas otras historias, por lo que hay que observar el movimiento de los personajes como piezas que se distribuyen por el tablero narrativo.

Retrato de hombres y mujeres con sus grandezas y miserias y también de la sociedad de aquel tiempo, de las rivalidades políticas que marcaron la época y del interesante movimiento cultural que se vivía en la capital y por extensión en toda la isla aquellos años, Cuando venga El Rey propone un riguroso viaje en el tiempo –la novela se instala en un formidable y agradecido trabajo de documentación– en el que basculan las pasiones de algunos de los protagonistas. Pasiones que van desde las amorosas a las que genera la rivalidad sea política o sentimental. No decepciona así a quien vaya buscando un libro en el que además de entretener, se aprende y se entiende cómo se forjó la identidad de la capital de una isla en tiempos que ya no parecen que formen parte de la memoria colectiva.

Otro de los elementos que dan vigor a esta novela es que, precisamente, este territorio en el que vivimos, Canarias, necesita de obras de este calado para que nos cuenten con aliento realista cómo vivían nuestros antepasados. Libros, en definitiva, que revelen lo que costó sacar adelante una sociedad y una economía tan aislada que solo se abría al mundo a través del mar.

Del mar venía todo en cargueros que desafiaban el oleaje que divide al archipiélago y en estos barcos se traían noticias e ideas que germinaron en una burguesía eminentemente comercial muy preocupada, afortunadamente, por su salud intelectual. De hecho, el primer periódico de las islas nace, precisamente, en La Palma, periódico al que se sumarían otros pese al alto nivel de analfabetismo que reinaba entonces.

La novela, al margen del muerto que aparece al inicio y de las preguntas que suscita el cadáver, ¿fue un asesinato?, se extiende con generoso oficio hasta concluir en uno de esos finales que valen la pena. Como vale la pena leer este interesante documento histórico y literario que, al modo de un cuadro, nos presenta una sociedad en permanente estado de movimiento pese a la tranquilidad –aparente– bajo la que se vive en esa pequeña y hermosa capital.
No obstante, ya se sabe que tras la calma viene la tormenta. O el reflejo especular de un mundo limitado desde cualquier punto de vista por el mar… ese mismo mar por el que, anuncian los heraldos, pronto llegará el rey.

Escribe una respuesta