Cuarteto de arritmias, visiones desde dentro

No es habitual encontrarse con un libro como Cuarteto de arritmias (BaraBara, 2020). Y no es habitual porque uno no sabe dónde ni en qué marco ubicarlo. Es una obra colectiva, eso sí que está claro, en la que colaboran cuatro periodistas y escritores que vuelcan en este volumen desde prosa a poesía. Cuenta también con notables imágenes de los propios autores y se aproxima, sin serlo, a una especie de antología quiero entender que de sueños. O de liberaciones.

No hay, en este aspecto, un todo sino un muestrario de creaciones literarias (reflexiones, notas, prosa y poesía) independientes. Y la mayor riqueza que ofrece este libro es, precisamente, su variedad de contenidos, estilos, formas de escritura.

Un dejarse arrastrar por la intuición artística para alejarse del corsé realista que implica el oficio de informar. La idea del volumen, entiendo, fue la de proponer a los participantes a que se sumergieran en la especulación, la fantasía, la creación en el sentido más puro de la palabra. Una petición, más que una orden, con la que se pretendió inducir a los colaboradores a un descanso de sus tareas profesionales para que exploraran los territorios que solo están en su imaginación.

Cuarteto de arritmias se convierte así en un libro catalizador, es una especie de ejercicio para espantar los demonios. También de confesiones que brincan entre la prosa poética y la narrativa tradicional. Una obra, ya se dijo, difícil de catalogar pero ahí se encuentra su originalidad.

En el volumen participan Román Delgado (coordinador); Indra Kishinchand López; Fer D. Padilla y Cristina Quirantes Sánchez quienes ofrecen con sus textos experiencias creativas variadas y muy personales. Da la impresión, cuando se está leyendo el libro que la mayoría fueron escritos por sus autores para sí mismos, de ahí un cierto hermetismo y un dejarse arrastrar por la belleza de las palabras que en ocasiones funciona y en otras no aunque apenas afecte a una obra marcadamente diferente. Una diferencia que se debe a las voces que participan en este proyecto.

Es un trabajo que revela además complicidad entre los miembros que integra el cuarteto, autores que para Claudio Colina Pontes son “viajeros” que emprenden juntos una empresa que tiene mucho de aventurera, de no saber cómo terminará tan complejo itinerario literario.

Ruido de cacharro es el título de la primera sección del libro. Lo firma Román Delgado, quien propone sensaciones sobre lo que observa y que describe con melancolía. Puenteando a la muerte da paso a sí a otro ruido de cacharro, Estado de ánimo (o la ida) en el que el tren es sustituido por un avión. El relato mantiene el mismo spleen pero no es tan oscuro como el primero.

¡Tiempazo! (y la vuelta),
que es el tercer relato de esta sección, resulta relativamente humorístico y difumina sin borrar la melancolía que rodea al personaje. La colaboración de Román Delgado mantiene el tono a lo largo de los siguientes episodios que propone (Otoño, Ley de vida, La pila de libros, Dos payasos, Como una vulgar cerilla y Mi verdadero Robinson Crusoe). Relatos a medio camino entre la confesión y la crítica. Una mirada desde la distancia de las calamidades periodísticas.

Inda Kishinchand López firma Cuestión de grises, un puñado de textos (Ausencia en Berlín, Carne de poema, Tardes de mayo, San Lorenzo, 7, Placebo, Maldita valiente, Evidencia cero, Río seco, Infiernos, Futuro ausente) que basculan entre lo poético y lo real. Dan en conjunto una visión que quiere ausentarse del mundo y que mira con mucho recelo y sospecha un incierto futuro.

Fer D. Padilla es el autor de Cartas desde Absurdistán. Dividido en varios segmentos, cada uno de ellos con su título específico: Eritropsia, Bruja (mucho cuidado con las brujas de Wicklow), el más extenso, y un cuento en el sentido estricto de la palabra y escrito con sonoridad cómica, se suma también la poesía con Es,En lo alto de su cama, Barcos en el aire, La casa del ácido, Cinco sentidos, Lo pinto, Setenta y seis con sesenta y Banda sonora de una vida.

Cuarteto de arritmias termina con Lo prometido es duda, de Cristina Quirantes, retrato de sensaciones que desarrolla en Feria, 85 decibelios de paz, Palabras cruzadas, David y las parcas, Ambrosía sabor café y Destino que cierran un volumen atípico y atractivo ya que ofrece cuatro miradas diferentes que, con mejor y en otros casos no tanta fortuna, indagan sin vendas en los ojos sobre sí mismos y lo que los rodea casi como si fuera en color sepia.

Saludos, días extraños, desde este lado del ordenador

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