Fallece el cantautor y poeta Alberto Cañete

El mundo de la Cultura solo se pone de acuerdo cuando desaparece “uno de los nuestros”. Es la sensación amarga que tengo con el anuncio del fallecimiento de Alberto Cañete del Toro, primero cantautor y poeta y después concejal de Educación, Juventud y Desarrollo Local del Ayuntamiento de La Laguna, en representación de Unidas Podemos.

No fueron muchas las ocasiones en las que conversé con Alberto Cañete pero en todas aquellas oportunidades salí con la agradable sensación que aquel tipo era un buen tipo. No sé si les pasará a los que continuamos en este valle de lágrimas pero hay gente que te cae bien y otra que no te cae nada bien. A los primeros llegas incluso a quererlos aunque no hayas compartido momentos siempre gozosos de ocio mientras que con los segundos prefieres (intuición lo llamo) mantenerlos alejados sin que te hayan hecho nada. A ambos los saludas por las calle pero el saludo en uno es sincero y en otros solo una formalidad, un acto mecánico de buena educación.

La primera vez que hablé con Alberto Cañete del Toro fue cuando trabajaba en la ya desaparecida CajaCanarias para hablar con Alberto Delgado del por aquel entonces Festival de Jazz. Creo que fue la edición en la que tocó Chick Corea que no recuerdo ahora si fue la misma en la que vimos actuar al vibrafonista Milt Jackson, toda una leyenda como leyenda me resulta todo aquel pasado de fastos culturales con nombres y apellidos y de una ciudad, la de La Laguna, que todavía era capital cultural no sé si de Canarias pero sí de Tenerife.

Como debe de saber todo el mundo, La Laguna se despojó de aquella aureola de prestigio porque las fiestas del Cristo y la Semana Santa son demasiado sagradas y el relevo lo cogió la capital de la isla, testigo que como todo el mundo sabe ya, se le olvidó en alguna parte. Miro hacia atrás y pienso, es inevitable, que sin lugar a dudas para Santa Cruz de Tenerife cualquier tiempo pasado fue mejor. Mejor porque la ciudad disfrutaba además de su teatro de toda la vida, el Guimerá, con el Pérez Minik que se encontraba en ese parque que hoy está en ruinas, el Viera y Clavijo. También estaba abierto el Círculo de Bellas y el Ateneo en la vecina La Laguna y se celebraban conciertos en la plaza de toros que, mira tú que siniestra casualidad, está en ruinas como lo está el antiguo templo masónico de la calle de San Lucas de la capital chicharrera. Creo a veces, cuando paso delante de su todavía señorial fachada, que los responsables municipales hacen pactos con Satanás para que venga una tormenta de esas y termine por desmoronar lo que no es sino pasado de esta humilde capital de provincias.

Pero hablaba de Aberto Cañete del Toro y se me va el baifo, algo habitual cuando escribo necrológicas porque no me gusta escribir necrológicas. Su tono es demasiado triste, uno evoca momentos con el que se fue y siente rabia porque piensa que son siempre los mejores los que se van antes.

De Cañete del Toro nos queda al menos su trabajo como artista y político aunque nunca lo vi como esto último, lo que es un piropo viniendo de alguien que recela de toda esta gente.

Un amigo también ausente me advertía siempre que iba a cubrir algún pleno en el Parlamento de Canarias que llevara las manos en los bolsillos por si acaso. Ese acaso implicaba que si nos las metías lo más probable que es saliera sin la cartera ni las llaves de casa. Le hice caso, por lo que no perdí “accidentalmente” la cartera ni las llaves cuando entraba en aquella casa de vanidades… pero, oh, ¿lo ven?, vuelvo a irme por las ramas aunque algo me dice que es lo que a Alberto Cañete del Toro le gustaría que hiciera.

En fin, no llegué a conocerlo como leo ahora que lo conocía todo el mundo de la cultura que, como dije al principio, se pone siempre de acuerdo cuando “uno de los nuestros” desaparece pero es que en el caso de este caballero es una verdad de esas que resultan aplastantes.

Un buen tipo que debe de estar tocando la guitarra y cantando sus canciones si existe un más allá. Detrás deja discos como el de Nueva Canción Canaria, junto a Pedro Guerra, Rogelio Botanz, Andrés Molina, Marisa Medina y José Luis Calcines, su etapa como fundador de Tríptico y grabaciones donde compartió micrófonos con miembros destacados de la llamada nueva trova cubana como Silvio Rodríguez y Vicente Feliú.

En fin, y como ya se dijo, se nos ha ido un hombre bueno.

Saludos, gimamos, gimamos, gimamos, desde este lado del ordenador

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