Un tío con una bolsa en la cabeza, una novela de Alexis Ravelo

“Que los canarios somos así: compramos todo lo que viene de fuera, solo nos importa lo que se importa”.

(Un tío con una bolsa en la cabeza, Alexis Ravelo. Siruela Policíaca, 2020)

Comenta Alexis Ravelo que Un tío con una bolsa en la cabeza le ha servido de experimento literario. También, añadiría, de mirada fresca a un género que no le hace ascos a lo novedoso. Lo cultivan de hecho en la actualidad dos sobresalientes escritores mexicanos como son Elmer Mendoza, que escribe con un referente literario en la cabeza, James Joyce; y Jorge Moch, que cultiva y rinde tributo al gongorismo en sus barrocas historias de narcotraficantes. Hay otros ejemplos ya que lo experimental tiene cabida en lo negro y criminal para explorar caminos que transitan al filo de la navaja y en donde la forma de contar el relato es tan importante como lo que se cuenta.

Un tío con una bolsa en la cabeza pese a su carácter –se trata de un largo monólogo interior que emprende un tío que lleva, precisamente, una bolsa en la cabeza– pasa la prueba y con nota ya que no olvida –casi siempre– que tiene que convencer a quien se sumerja en ella.

El experimento resultante es apto así para toda clase de públicos. Comprensible para toda clase de lectores. Los que leen como para los que leen ocasionalmente.

La acción se desarrolla en San Expósito, una ciudad que son muchas ciudades, y en esta geografía más de personajes que de territorios, confluyen dos situaciones narrativas que circulan paralelas. En la primera, Alexis Ravelo nos introduce en la cabeza del protagonista, Gabrielo, un hombre hecho así mismo que se metió en política para medrar en aguas infestadas de tiburones. En este tramo, vamos conociendo cómo se abrió camino en la jungla de la política y los cadáveres que dejó a lo largo del camino, entre ellos los de su padre y hermano. También el de su primera esposa e, involuntariamente, el del hijo que tuvieron en común. Quizá sea esta parte, la íntima, la personal, el retrato de familia que hace de Gabrielo lo mejor de una novela donde suceden muchas cosas pero a una velocidad de vértigo que debe ser la misma que padece Gabrielo, que es el tío con una bolsa en la cabeza. A Gabrielo se le acaba el aire y el tiempo. Tiempo que aprovecha para hacer un examen de conciencia de una vida pasada que no juzga aunque sea responsable de la situación en la que se encuentra ahora: con una bolsa en la cabeza.

El otro camino, el otro tramo que va paralelo al que ya hemos comentado, consiste en describir el mecanismo que pone en marcha Gabrielo para descubrir quién pudo haber planeado el asalto. La lista de hombres y mujeres que lo odian, unos con civilizada cordialidad y otros con honestidad, es larga, lo que invita a que como lector se intente, con las pruebas que se van diseminando a lo largo de las páginas, a sospechar de unos y de otros y otras… A averiguar, con las herramientas que se dispone, la identidad no ya de los agresores –por lo que dice el tío con la bolsa en la cabeza dos macarras profesionales– sino de quién diseñó la operación para quitarlo de en medio.

El pilar de la novela lo sostiene no obstante la biografía del personaje. Su infancia y adolescencia, cómo entró en la política de la mano del que será su jefe dentro y fuera del partido. Su matrimonio, la separación; la relación que mantiene con una espectacular mulata. Los vaivenes de la política. Éxitos electorales y fracasos que desembocan en traiciones.

Todo esto y algo más explicado por el hombre que está a punto de morir de asfixia, la agonía de un personaje que determina el itinerario de una novela que, pese a que no llegue a las 240 páginas, logra que el lector siga con atención los coletazos finales de su protagonista que no es trigo limpio.

Un tío con una bolsa en la cabeza se desarrolla fuera del hábitat literario de Alexis Ravelo pero se mueve con comodidad en un territorio que cuando transita en sus otras novelas asocia con corrupción de altos vuelos, de tipos que no son para nada los granujas sin suerte que protagonizan anteriores obras del mismo autor.

Un tío con una bolsa en la cabeza
cuenta con otras constantes que han hecho de Alexis Ravelo un escritor al que merece seguirse con atención: brotan como flores sin marchitar palabros del habla canaria y se permite juegos de palabras como el de la cita que encabeza estas líneas. A su manera, insiste también en ajustar cuentas contra los poderosos. Si Eladio Monroy, esa especie de animal con conciencia de clase es un azote para multimillonarios y corruptos, Gabrielo es un corrupto que pertenece a la tribu de los corruptos solo que se ha cavado su propia tumba por una ambición desbocada.

En este aspecto, la novela queda como un punto y aparte (en una novela que curiosamente carece de puntos y aparte) en la trayectoria literaria de un escritor que busca alternativas para reinventarse y reiventar un género que no se agota porque cuenta historias.

En este proceso y con esta novela Alexis Ravelo demuestra con sus luces pero también con sus sombras que puede jugar con un género que en España él mismo contribuyó a poner patas arriba en un pasado que sigue pareciéndome que fue ayer.

Saludos, el bien más preciado…, desde este lado del ordenador

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