Hambrientos y cobardes, una novela de Ángel Vallecillo

A pesar de su origen castellano, de tierra adentro, Ángel Vallecillo es un hombre de mar que vive desde hace ya unos años en Tenerife donde compagina su actividad de viajero (ahora interrumpida por ese fantasma que recorre el mundo llamado Covid-19) con su trabajo y la literatura, que es su pasión para nada secreta y que ha declinado en los últimos años en favor del guión cinematográfico y de cómics.

Ángel Vallecillo cuenta ya con una interesante trayectoria como novelista, bibliografía que bascula entre la ciencia ficción en su vertiente más cyber punk con la novela negra y criminal. En ocasiones, de hecho, estos dos géneros se fusionan para dar como resultado libros que, como Hambrientos y cobardes ponen de manifiesto la capacidad de su autor para la mezcla de temas y tendencias. Sin olvidar que estas historias que avanzan a toda velocidad no se salgan nunca de la autopista en las que las sitúa como narrador.

El escritor que se autodefine como artista multidisciplinar presenta en su más reciente novela, Hambrientos y cobardes (Pez de plata, 2020) un mundo al borde de su extinción. Si no de la especie sí de todo cuanto creíamos conocer. El relato comienza con el descubrimiento del cadáver de una joven científica superdotada a la que han asesinado siguiendo las pautas de un macabro ritual: le han abierto la cabeza para extraerles el cerebro. La joven era hija de un capo local con quien no se hablaba por su orientación sexual. Otra mujer, Hambrientos y cobardes es fundamentalmente una novela de mujeres aunque esté escrita por un hombre, se encarga del caso. Se trata de la teniente de policía Walker, una mujer que sin perder un gramo de dureza cuenta también con un corazón que no deja de latirle muy dentro y que dirige la investigación husmeando en el lugar de trabajo en el que se movía la víctima.

La novela no deja respiro, está trufada de buenos diálogos y seducirá a los amantes del pop porque pop hay mucho en el libro. También música, la que suena en sus capítulos como la que pone el lector en su cabeza. Hambrientos y cobardes estimula para que lo que se lee cuente con su particular banda sonora. El mestizaje genérico potencia su interés ya que además de estar eficazmente narrada tiene su propio sonido, lo que la acerca más si cabe a una película que a una novela en el sentido más estricto de la palabra. Y es que Ángel Vallecillo es más amigo de lo que pasa que irse por las ramas. El viaje resulta así directo aunque la pista se bifurque en otros tramos que, como ya se dijo, terminan en una misma línea de meta.

Tanta velocidad, transitar por un lado para cambiar de sentido y regresar a la, parece, casilla de salida quizá bloquee en un primer momento la atención del lector pero si éste se entrega al relato, ese aparente caos va ordenándose a medida que se pasan las páginas. Y no tiene desperdicio con los que nos va a sorprender el escritor, que narra en una historia aparentemente policíaca con toques futuristas, un caso al que se unen otros casos que terminan confluyendo en un final que no pierde potencia porque va siempre en sentido ascendente.

Hambriento y cobardes no quiere ser sin embargo una novela típica, un relato punk con su gramo macarra sino una historia aparentemente complicada que se retuerce sobre sí misma para luego estirarse y algo más. Ángel Vallecillo propone además atractivos juegos literarios. Uno de ellos dejar páginas en blanco (no es un error de impresión, uno se da cuenta cuando lee el libro que no es un error de impresión) y otros la estructura que quiere poner en situación al lector sobre algunos temas con calado científico y en el que planea en varias ocasiones la teoría cuántica que da tanto juego y que justifica lo que hasta ayer parecía imposible, ardides del más allá. También la posibilidad de pensar que los milagros existen.

Tras la excelente 9 horas para morir que se desarrolla en un Santa Cruz de Tenerife extremadamente realista y por ello terrorífico, Ángel Vallecillo vuelve a dar pleno con Hambrientos y cobardes, una deliciosa fantasía negra con aderezo de ciencia ficción y terror.

El escritor reincide en su capacidad para retratar el horror, solo que en esta ocasión la desesperación se muerde la cola. El retrato humano que vive en esa urbe es demoledor y ajustado al mundo que retrata en la novela. Además de policías, súper dotados y yonquis los otros personajes vagan como almas en pena a lo largo de un libro que bebe de fuentes tan diversas como Matrix, solo que con un aire policial que lo hace más oscuro que el popular largometraje de las hermanas Wachowski, y ecos hay entre la novela y la película, sobre todo en el personaje que llaman el Oráculo. Pero no se preocupen si no fueron fanáticos del filme porque Hambrientos y cobardes no coge el camino pseudo religioso de la cinta sino el de la neurociencia para explicar y resolver lo que comenzó siendo un macabro crimen ritual.

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