Un camerino propio, un libro de Daniel María

Dejando al margen sus trabajos en poesía, Daniel María se dio a conocer con El hombre que ama a Gene Tierney, experiencia literaria por la que recibió el premio de edición Benito Pérez Armas y en la que proponía, a modo de rompecabezas, un juego literario que al lector veterano no le sonaba a nuevo. Unos pocos años antes, y con semejante (des)estructura, Dr. R (Jramallo) había hecho lo mismo en su todavía hipnótica Cucarachas con Channel, retrato fragmentado de una ciudad, Santa Cruz de Tenerife (en el libro Santa Pus) y de un personaje que transmite, recurriendo como hace María a sus recuerdos más sentimentales, su caótica visión del mundo.

Daniel María continuó explotando sus filias y sus fobias con su siguiente novela, Un crimen lejos de París, que publica en la misma colección que Jramallo había dado a conocer sus cucarachas, G21. En esta ocasión, el escritor que no termina de encontrar su universo, intentó plantear una novela de misterio imitando a los maestros que hicieron popular el género en las novelas de bolsillo pero la recreación tampoco funcionó pese a su aplicado empeño por imitar aquellos productos literarios populares ya que estaba más preocupado en rendir homenaje que en contar una historia que, en este tipo de novelas, requiere cálculo y sobre todo suspense. Un misterio que logre enganchar la atención del lector.

Años más tarde, la editorial Baile del sol publicaría El misterio de los filichristi de Agulo, libro en el que procuraba escribir la historia de una congregación mística que apareció a principios de los años 30 del pasado siglo XX en esta localidad de la isla de La Gomera, localidad natal además de Daniel María y libro interesante por recuperar una historia olvidada no solo en Agulo y el resto de las islas por extensión, sino por su carácter espiritista aunque al no contar con suficiente información el volumen deja demasiadas puertas abiertas que invitan a la recreación más que a la creación.

Daniel María es autor de otros libros y como se dijo de varios poemarios. Su última aportación literaria es Un camerino propio (Editorial Egales, 2020) una miscelánea en la que propone a través de treinta y cinco relatos y artículos la construcción de una “identidad camp, pop y queer” se informa en la contraportada del libro.

El volumen recopila una serie de textos (cuentos, artículos) sin unidad aparente aunque los temas giran más o menos sobre el mismo asunto, la identidad sexual, la mitomanía y las relaciones. El resultado final no termina, sin embargo, de convencer y como pasa con otros libros de estas características cuenta con historias que son mejores que otras.

El nivel general no es muy alto lo que sorprende en un escritor que, intuía, se preocupaba más por arropar a sus criaturas que, ahora y en este libro, parecen artefactos, máquinas que caminan y hablan pero que carecen de alma, un aliento que reviva la relación de historias y artículos que desarrolla.

En este sentido, da la sensación que el noventa por ciento de los contenidos que incluye en Un camerino propio no han sido revisados por el autor y que incluyó los textos tal cual le salían de la cabeza. Que fueron escritos con improvisación y que con improvisación pasaron a formar parte de esta obra. La sensación que deja una vez se termina de leer es que Daniel María lo podía haber hecho mucho mejor.

No cae, afortunadamente, en lo cursi aunque sí que bordea por el filo de la navaja de lo kitch ya que como advierte la contraportada la intención del autor fue la construcción de una “identidad camp, pop y queer”, otra cosa es que lo consiguiera aunque algunos de sus cuentos y artículos sí que logran arañar ese objetivo pero se queda en eso, arañazos.

“Juan Gabriel nos enseñó a amar para siempre con la condición de que termine un día. Porque solo los amores eternos merecen una canción cuando se acaban. Pero también a odiar para siempre, a perdonar para siempre, a olvidar para siempre y a desear para siempre. En su apuesta por darlo todo nunca tuvo miedo a perder” (2016, el año del fin del mundo).

Como venía a pasar con El hombre que ama a Gene Tierney, Un camerino propio se mueve mucho mejor cuando Daniel María tira de los recuerdos que cuando escribe ficciones.

Confecciona también textos escritos con “el corazón en la mano” acerca de las grandes actrices que forman parte de su particular imaginario de aficionado al cine, un apartado en el que destacaría el espacio que dedica a una actriz española poco o nada reconocida, Lina Canalejas y a cineastas del calibre de Chaplin o Billy Wilder como a estrellas rutilantes de la gran pantalla llámense Joan Crawford, Marlene Dietrich o Greta Garbo. Estos artículos si aportan algo es una visión muy personal pero poco original de estos iconos cinematográficos a los que añade también perfiles de escritores, Truman Capote, Terenci Moix y cantantes como Massiel o David Bowie, todos ellos y alguno más que ahora no recuerdo, personajes a los que evoca con la emoción de quien pretende rendir tributo con palabras que son las de siempre. La sensación es que como divertimento no está muy bien atado y como imitación/homenaje (tengamos esta lectura) de la colosal cinefilia de Terenci Moix mejor evitar molestas comparaciones.

A la espera de que Daniel María encuentre por fin su camino de baldosas amarillas ya que literariamente no ha dejado de dar bandazos, una señal de que no ha llegado aún a lo que espero sea su mundo de Oz, su tierra prometida, la sensación que me deja éste y otros libros del autor es que suele llegar casi siempre demasiado tarde a las modas y modos que impone la realidad en la que vivimos. No obstante, aún mantengo la esperanza de que sorprenda con una obra en la que despeje todas las briznas de hierba que pueblan su imaginario y se atreva por fin a desnudarse ante sus lectores. A dejar atrás imitaciones literarias con el fin de enfrentarse al escritor que lleva dentro, cara a cara y frente al espejo.

Saludos, reloj no marques las horas, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta