Como polvo al viento, una novela de Leonardo Padura

El universo literario de Leonardo Padura gira sobre mismos temas. Estos temas se han convertido de hecho en constantes de un escritor que casi siempre suele plantearse esas preguntas en sus obras. La amistad y el exilio se encuentran entre las claves a las que da prioridad en su ya respetable bibliografía, y en las que incide de una u otra manera en la saga que protagoniza Mario Conde, primero policía y ahora investigador privado cuando sus libros se lo permiten, como en otras novelas donde el peso de la Historia, y de la Historia de Cuba, juega un importante papel protagonista. Esta insistencia, volver una y otra vez a asuntos que han dejado profunda huella en su memoria como escritor, regresan con más intensidad si cabe en Como polvo en el viento (Tusquets, 2020), una de sus obras más ambiciosas no solo por la variedad de temáticas que abarca sino por el número de páginas, más de seiscientas, con las que ha contado para narrar una historia que son a la vez muchas historias.

Como polvo en el viento es una novela coral con la que el escritor más que rendir homenaje se ha dispuesto a contar las riquezas y penurias de una generación de cubanos, la misma a la que él pertenece y que por lo tanto conoce muy bien, que crecieron y fueron mimados en el seno de una revolución, la castrista, que terminó por devorarlos.

La novela compara su proceso de disolución, sobre todo cuando varios miembros del Clan que así se hace llamar el grupo de amigos emigran a Norteamérica, España, Francia y Puerto Rico no por ser sujetos acosados por el sistema sino porque no tienen expectativas de futuro en su país. Tampoco demasiado para llevarse a la boca. Hay que buscarse todos los días la vida para tener algo en la mesa. Esta es la idea principal que mueve a estos hombres ahora exiliados a marcharse aunque uno de ellos, Elisa, desaparecerá literalmente de sus vidas por un asunto que solo al final se aclarará al lector y no a la mayoría de los compañeros que compartieron alegrías y tristezas cuando vivían en La Habana, la hermosa pero erosionada capital cubana.

La novela, que toma su título de la canción de Kansas, probablemente sea una de las más ambiciosas de Leonardo Padura ya que intenta radiografiar no solo a su generación sino a la de sus hijos, gente esta última que tiene las cosas mucho más claras que la de sus padres. El socialismo castrista que gestiona el país ha evolucionado también con el devenir de los años y estos cambios, muchos de los cuales han sido profundos, han marcado a hombres y mujeres. A unos, obligándoles a asumir contradicciones que antaño no se hubieran tolerado, a los otros, a intentar encontrar una misión, un objeto, en un realismo socialista en el que se han acostumbrado a vivir. Hay más dilemas de carácter moral planeando por esta novela pero digamos que el fundamental es la mirada que una generación y otra tienen sobre sus respectivos pasado, presente y, lo que es más importante, futuro. Un futuro que solo puede ser posible si se sale de la isla. Antes, en los días gloriosos del proceso revolucionario, un anatema. Hoy, en plena decadencia del mismo, una solución.

Como en otras novelas de Leonardo Padura la política más que presente dibuja el marco histórico en el que se desenvuelven sus personajes. De los años 80 hasta un poco menos de lo que llevamos de agitado y extraño siglo XXI. En este sentido y siempre como telón de fondo, se menciona que Barak Obama ha sido nombrado presidente de Norteamérica y que anuncia importantes cambios en su política hacia Cuba. Es un apunte esperanzador en una novela que descansa sobre todo en la esperanza. La esperanza del reencuentro con los amigos que se fueron, la esperanza por conocer a los nietos que han nacido en el extranjero, la esperanza de que todo cambie para mejor siempre y cuando se mantenga férrea la amistad que unió y que pese a la distancia aún une a los protagonistas veteranos de un libro que, se reitera, es uno de los más comprometidos del escritor cubano.

Este compromiso resulta sin embargo uno de los principales lastres de la novela. También un número de páginas que hace que se ralenticen las emociones y las situaciones que se describen en cada uno de sus capítulos. Capítulos cada uno de ellos en los que se cuenta la vida de los miembros del Clan, los que se fueron y los que se quedaron. El secreto que une el seguimiento de la novela no termina tampoco de ser demasiado sorprendente aunque se reconoce el titánico esfuerzo que ha realizado Leonardo Padura para mostrar su visión de una isla a través de un amplio abanico de protagonistas. Todos ellos bastante bien definidos aunque unos resultan mejor acabados que otros.

La novela incide también en la mayoría de los tópicos en los que cae la literatura de amigos: amor y peleas entre ellos incluido. Pero no se debe de juzgar con severidad ya que la misma existencia marca los conflictos que nos acerca o aleja de los demás. Sobre todo si se refiere a amigos que marcaron nuestra juventud. El paso del tiempo, la soledad, el reencuentro son otros de los temas que explora Leonardo Padura, un escritor que no ha perdido afortunadamente músculo para mostrar la realidad cubana ni a morderse la lengua cuando tiene que criticar modos y actitudes que se han impuesto en la isla. Esto y no otra cosa, es lo que pone de manifiesto que lo mejor que nos puede pasar es estar rodeado de amigos, amigos que como el Clan son casi familia pese a la distancia. Y que la realidad de la vida es que amistades fraternas y amores a la luz de las velas quedarán, con el paso de los años como polvo en el viento.

Saludos, leer, leer, leer, desde este lado del ordenador

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