Guanches, un libro de Antonio Tejera Gaspar

En el imaginario canario los guanches siguen ocupando un espacio privilegiado precisamente porque habitan en un territorio propicio para la leyenda. Para muchos, representan al buen salvaje que fue aniquilado por una fuerza exterior y poderosísima; para otros, se produjo un mestizaje entre invasores y primeros pobladores y un poco más allá están los que creen sin fundamento científico que los guanches constituyen un pueblo con orígenes remotos, algo emparentados con los antiguos egipcios por su costumbre de momificar a los muertos y gente, eso casi siempre, libre que desarrollaron una forma de vida en unas islas por aquel entonces paradisíacas, con bosques que terminaban en la misma orilla de la playa y por la que fluían en sus escarpados barrancos manantiales de agua fresca.

Afortunadamente la historiografía sobre el pasado de los primeros pobladores de Canarias ha ido despejando mitos y leyendas para ofrecer un retrato lo más aproximado posible a quiénes fueron realmente los guanches. Se emplea guanches en este artículo para representar a todas las poblaciones que se desarrollaron en las islas antes de la conquista aunque en el libro que nos ocupa y que lleva por título precisamente Guanches (LeCanarien, 2020), del catedrático de Arqueología de la Universidad de La Laguna y Premio Canarias de Patrimonio Histórico, Antonio Tejera Gaspar, se centra específicamente en los que habitaron la isla de Tenerife, pueblo que por ser el último en someterse su denominación ha trascendido por encima de los que habitaban las otras seis islas restantes.

Guanches nace como otros libros del profesor Antonio Tejera Gaspar para aproximar al lector de la calle lo que se conoce hasta ahora de los guanches. El libro tiene un agradecido sentido orientativo y sobre todo divulgador, lo que hace que lo que cuenta resulte comprensible para lectores profanos. Esta línea discursiva no empalidece el rigor para narrar lo que se sabe de los primeros pobladores de la isla de Tenerife por lo que en conjunto su lectura resulta amena y muy instructiva, lo que hace pensar que quienes lo disfruten (porque se trata de una obra que además de enseñar está escrita para lograr el disfrute del lector) conocerán mucho mejor quiénes fueron y cuáles eran sus costumbres, religión y sistema social.

El volumen viene acompañado de una serie de ilustraciones que firma Roberto F. Perdomo que apoyan gráficamente algunos de los momentos que aborda Antonio Tejera en una obra que, se insiste, es objetivamente divulgativa y en la que el especialista se ha esforzado por contar con un lenguaje llano y poco o nada académico la historia de los guanches, ese pueblo que, según la canción, acabó en la Historia para vivir en la Leyenda.

Se agradece y mucho el trabajo que ha realizado el catedrático de Arqueología de la Universidad de La Laguna, sobre todo porque es una voz autorizada para narrar quiénes fueron los guanches con un lenguaje cercano, que entienda toda clase de lectores. Lejos del aparato técnico que acompaña otras obras, en especial las que forman parte del universo universitario.

Ya escribimos en cierta ocasión la necesidad que se tiene de que la Historia con mayúscula se explique a los no iniciados con palabras que todos entendamos. Que huya de tecnicismos para que su alcance sea si no masivo sí al menos superior al del círculo académico. No es un trabajo sencillo, primero porque el historiador no tiene necesariamente que conocer las herramientas del lenguaje para hacerlo cercano al lector pero si se esfuerza, y ese es el caso de Antonio Tejera Gaspar –y a otros títulos de su nutrida bibliografía me remito– se consigue. Y ese consigue logra además que “nuestra” Historia, el remoto pasado de unas islas que cuenta con pasado antes de la llegada de los conquistadores, se difunda entre los interesados y que estos despierten similar interés en otros futuros interesados. Historiadores y escritores con todas sus letras como Antonio Tejera Gaspar alcanzan ese objetivo al mismo tiempo que adentran al lector en un mundo fascinante que, al mismo tiempo, proporciona una visión con sustancia de un pueblo que continúa enquistado en el imaginario del canario.

El libro está estructurado en doce capítulos que ofrecen un variado y completo abanico que aproxima al interesado a conocer quiénes fueron los guanches. Cuando se inicia la aventura de su lectura se le informa sobre las distintas y en ocasiones contradictorias investigaciones que se han realizado hasta la fecha sobre los guanches y continúa estudiando el origen de ese pueblo, quizá uno de los más interesantes para el desconocedor de, entre otros misterios, de dónde procedían y qué hablaban los primeros pobladores de Tenerife. Guanches se detiene también en estudiar los tres nombres de la isla (Ninguaria-Nivaria, Tenerife y Chinet-Achineche); las manifestaciones rupestres que reflejan los grabados en piedra; Tenerife, isla de los guanches para analizar también su ganadería, cómo vivían en cuevas y cabañas; su sociedad –a mi juicio otros de los capítulos que llamarán la atención porque los guanches, como hombres que fueron, fueron muchas cosas menos salvajes–; la organización política de la isla en nueve menceyatos, la religión, las enfermedades que padecían y, por último, la muerte, en el que se hace especial hincapié en el conocimiento que tenían de la momificación.

Como se dijo al principio, Guanches da lo que promete, una información sucinta pero rigurosa de los primeros pobladores de la isla narrado para toda clase de públicos. Una tarea nada fácil sobre todo porque para lograrlo hace falta, además de conocimientos, capacidad para transmitirlo.

Saludos, ahul, desde este lado del ordenador

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