El desafortunado, una novela de Ariel Magnus

El legendario cazador de nazis Simon Wiesenthal tituló uno de sus libros de memorias Justicia, no venganza. En este apasionante volumen, en el que va desmadejando toda la trama y las extrañas e insólitas alianzas que se tejieron a su alrededor para que muchos de los criminales nazis escaparan a otros país bajo otra identidad a finales de la II Guerra Mundial, figura el nombre de dos de los criminales más tristemente célebres de aquel oscuro período de la historia: Joseph Mengele y Adolf Eichman. El primero murió, y así lo aseguran hoy todas las fuentes, a finales de los años setenta ahogado en una playa de Brasil mientras que el segundo fue secuestrado por un comando de los servicios secretos israelíes en Argentina, desde donde fue trasladado a Israel, país en el que fue objeto del que probablemente sigue siendo uno de los juicios más sonados del pasado siglo XX.

Sonado por varias razones. La primera de ella porque proclamaba al mundo que los judíos no querían olvidar y segundo que no olvidar implicaba –como el título de las memorias de Wiesenthal– un acto de justicia y no de venganza.

Inspirándose en su vida bajo otra identidad en Argentina, El desafortunado (Seix Barral, 2020) relata los días de Eichman en un lugar perdido de la Argentina acosado por sus recuerdos y por el miedo, en el tiempo presente, de ser capturado por los servicios secretos de Israel. La novela se cuenta no desde su punto de vista, ya que está escrita en tercera persona, pero sí acompañándolo todo el rato, como si el escritor, el argentino Ariel Magnus, fuera un espíritu invisible al lado del hombre que ordenó los asesinatos en masa más terribles de su tiempo.

El libro mezcla evocaciones del pasado, aquellos años en los que Eichman ejerció de alto jerarca en la Alemania nazi hasta convertirse en uno de los máximos responsables de la conocida como “solución final” o el exterminio de toda una raza, la judía, primero de Europa y más tarde de todo el planeta. El curso de la II Guerra Mundial y con los soviéticos a las puertas de Berlín, hace que el protagonista del libro como el de la vida real se las ingenie para escapar a Argentina, país que en aquellos años acogía con los brazos abiertos a los criminales de guerra.

El autor de esta novela basada en hechos reales, Ariel Magnus, cuenta que la idea del libro nació de su padre, quien le contaba siendo pequeño que si había un personaje al que le gustaría asesinar con sus propias manos sería Adolf Eichman y no el otro Adolf. Curiosamente, los dos habían nacido en el mismo país, Austria, que fue anexionado por Alemania años antes de que comenzase la II Guerra Mundial.

La descripción de Eichman en la Argentina es la de un prófugo desorientado y también muy enfadado con su situación actual. Sigue a través de la prensa las informaciones que sacan a la luz lo peor de la Alemania nazi pero niega todas las atrocidades que se cometieron y en las que él mismo participó más como funcionario que como hombre de acción aunque tuvo que asesinar con un tiro en la nuca a un preso judío durante una de sus visitas a los campos de exterminio. Eichman no era, no obstante y así se encarga Magnus de destacarlo, un asesino a sangre fría sino un funcionario que prefería firmar desde su despacho sentencias de muerte, la deportación de miles de personas y modernizar, en la medida de sus posibilidades, la industria de la muerte que generaron los campos donde se concentraban a los enemigos (por raza o ideología) del nazismo.

En Argentina y bajo otra identidad, Ricardo Klement, el protagonista de la novela basada en hechos reales no ha tenido demasiada suerte en su vida. Más ahora, viviendo en un país que no es el suyo y en el que residen otros como él. Resulta en este aspecto muy interesante el encuentro que mantiene Klement/Eichman con Mengele en una cafetería de Buenos Aires. El escritor los describe como dos hombres diferentes que se rechazan entre sí aunque estén forzados a confraternizar por una misma idea. En torno a Mengele se publicó hace unos años un libro bastante revelador (La desaparición de Josef Mengele, Olivier Guez, Tusquets, 2018) sobre los últimos años de quien fue conocido en vida y también tras su fallecimiento como el doctor Muerte por los crímenes que en nombre de la ciencia cometió en Auschwitz.

La descripción que Ariel Magnus da sobre Adolf Eichman es la de un hombre egocéntrico que no se arrepiente de sus crímenes y que, dentro de los que cabe, quiere a su familia, con la que se reencuentra tras varios años separados a causa de la guerra y a causa de su desaparición. El libro de Magnus llega hasta el momento en que es secuestrado por los servicios secretos israelíes y es conducido a un avión que lo llevará a Israel. El resto, el juicio que se le hizo y que dio origen a uno de las obras más sobresalientes de Hanna Arendt y su muerte no cuentan en este ambicioso y meticuloso retrato biográfico que encarna, por si existe, cierta perfección del mal y que representa a un funcionario que siguiendo siempre las órdenes no pestañeó en intentar desde su despacho exterminar a millones de personas.

El desafortunado concluye con un capítulo en el que el propio escritor explica las razones que le llevaron a escribir la historia de Eichman en Argentina; el peso que significó reconstruir el camino del criminal de guerra por su país y el odio que le tuvo su padre toda la vida. En estas páginas finales, y muy al contrario que las que dedica a hurgar en la mente del funcionario al servicio del partido nazi, se asoma algo de calidez que no hace desaparecer, sin embargo, el retrato de un hombre frío. De un oficinista que se acostumbró a elaborar desde la distancia estadísticas que sumaban millones de muertos.

Saludos, a leer, que son dos días, desde este lado del ordenador

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