A tumba abierta, cuentos de Joe Hill

Joe Hill es un excelente narrador de historias macabras. De casta le viene al galgo, como se dice, ya que como casi todo el mundo sabe Hill es un pseudónimo tras el que se esconde Joseph Hillstrom King, uno de los hijos de la pareja de escritores Stephen y Tabitha King.

No creo, dicho esto, que alguien pregunté quién diablos es Stephen King porque a estas alturas debe ser uno de esos pocos escritores de nuestros agitados tiempos que conoce casi todo el mundo. Incluido los que no leen un libro porque el cine y la televisión han bebido de sus cuentos y novelas para numerosas películas y series de televisión entre las que se encuentran las versiones de El resplandor y Christine, dirigidas por Stanley Kubrick y John Carpenter, respectivamente.

El caso es que Joe Hill hace tiempo que dejó de estar bajo la sombra del padre aunque cultive el mismo género que hizo rico y famoso a su mentor, el fantástico ladeado al terror aunque con sus novelas y cuentos Joe Hill ha demostrado que tiene un universo personal muy diferenciado del de su padre con el que coincide, sin embargo, en la capacidad que tiene para mimetizar el estilo de otros escritores a los que admira y rinde tributo en muchas de sus obras.

A mi Hill sin embargo me gusta más como escritor de historias cortas que como novelista. Se mueve mejor en este formato, y el elemento fantástico que late en ellos es casi siempre único y cerrado, pertenece a un relato que brilla y muere con igual intensidad cuando se lee y se termina.

Nocturna Editorial está apostando últimamente por este autor. Ha publicado que me conste dos de sus novelas, Fuego y Nos4A2, muy irregulares y dos de sus libros de relatos Tiempo extraño que reúne novelas cortas muy sobresalientes y ahora A tumba abierta que recopila trece historias bastante redondas y originales. El libro, de casi 600 páginas, cuenta además con una introducción y unos apuntes y agradecimientos que firma el autor.

Esta fórmula de explicar el origen de los cuentos y que Joe Hill desgrana en las páginas finales de A tumba abierta lo suele emplear bastante Stephen King y si bien no aporta mucho sobre las razones que dieron origen a estas historias, parece como si las aproximara al lector, lo que establece un grado de complicidad que debería de imitarse. Pienso, de hecho, que una de las razones del éxito de Joe Hill como de su padre es la sensación de cercanía que consigue en muchas de sus historias. Que uno entienda y no necesariamente se reconozca en sus personajes.

En el, a mi juicio, mejor relato de esta antología, Queda libre, narra una historia muy amarga que transcurre a bordo de un avión. Hill nos lleva a conocer a algunos de los miembros que viajan en el aparato, incluidos los pilotos como si de una de aquellas películas de la serie Aeropuerto se tratara. Historia de catástrofe como aquellos filmes de los 70, la que van a padecer sus protagonistas no deja de resultar infernal sobre todo porque se sospecha que no habrá final feliz. No voy a revelar lo que desata que el avión atraviese las nubes mientras el firmamento se ilumina pero sí a recomendarles que se aproximen a él y descubran a un escritor que conoce muy bien los resortes del género.

El libro incluye dos cuentos que están escritos con su padre, Stephen King, llevan los títulos de Acelera y En la hierba alta, mejor el último que el primero aunque el primero como explica y se descubre nada más leerlo, proponga una nueva versión de Duel, una historia original de Richard Mathenson que dio origen al filme dirigido por Steven Spielberg. En la hierba alta es una terrorífica historia de terror rural y ha dado origen también a una película.

El resto de los cuentos mantienen más o menos el tipo. Los hay mejores y los hay también peores pero el tono general es excelente porque las historias, aunque sea un tópico, se leen con entusiasmo. O lo que es lo mismo, logran sus objetivos que no es otro que el de entretener al lector. Evadirlo a otra realidad donde lo imposible se hace posible. Hay un tono además en todas las historias digamos que triste, por lo que muchas no acaban lo que se dice muy bien. Otra de las aportaciones de Joe Hill es donde desarrolla algunas de sus narraciones, y el perfil de los protagonistas que intervienen en ella.

El libro cuenta con un interesante, por cómo está narrado, cuento sobre muertos vivientes (Tuiteando desde el circo de los muertos) así como un excelente relato de venganza con acento macabro en Rosas, que trascurre en una familia de paletos blancos y racistas que viven en los más profundo del bosque.

Y hay más, incluso cuentos planteados como juergas tipográficas (está escrito de manera escalonada) como se observa en El diablo en la escalera, entre otros.

A tumba abierta es un buen libro de cuentos para no dormir y una buena oportunidad –por si no se conoce a su autor– para adentrarse en su mundo y en su peculiar y personal manera de entender el género.

Saludos, historias para no dormir, desde este lado del ordenador

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