Fernando Martínez Laínez: “España no supo combatir la batalla de la propaganda contra la leyenda negra”

Fernando Martínez Laínez (1941) es escritor y periodista. Fue delegado de la agencia Efe en Cuba, Argentina y la Unión Soviética y es doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha escrito más de 70 libros, en el último de ellos, Espías del imperio (Espasa, 2021) cuenta la historia de los servicios secretos que trabajaron a las órdenes de la casa de los Austria, dinastía que contribuyó a cimentar un imperio en el que no se puso el sol.

Como narrador, Fernando Martínez Laínez ha cultivado géneros como el histórico, policiaco y de espías, en libros como Una pica en Flandes, Mientras la patria exista, Fernando el Católico y El rey del Maestrazgo, lo que lo consolidan como uno de los más reconocidos escritores de novelas de género que se escribe en España. El escritor y periodista fue uno de los invitados del VI Festival Atlántico de Género Negro Tenerife Noir, que estuvo dedicado a la memoria de la escritora norteamericana Patricia Highsmith por el centenario de su nacimiento.

-¿Desde cuándo comienza a interesarse por el mundo del espionaje al servicio de los Austrias?

“Fue una pasión temprana porque el mundo de los espías está muy vinculado al de la Historia. Cuando ejercía como periodista la Guerra Fría seguía estando de actualidad, una Guerra, la Fría, muy unida al mundo del espionaje por lo que sobresalía en los medios de comunicación de entonces. Espías del imperio nace, no obstante, como rechazo a esa visión tan española de que fuimos una especie de país deslavazado, con problemas y que siempre salía derrotado de todas las guerras. Una visión derrotista que todavía perdura pero que si escarbas un poco descubres que es falsa y que gran parte de la hegemonía española durante esos dos siglos, XVI y XVII, se debió a sus agentes y a los espías que trabajaron para los Austrias”.

- Entiendo entonces que escribe el libro para proponer otra visión, no derrotista, de la Historia de España.

“El libro, efectivamente, se escribe para oponerse a esa visión derrotista que ha calado tan hondo en España pero se trata solo de una introducción a un asunto riquísimo y que demanda muchas más novelas y ensayos porque, de momento, sigue siendo un capítulo poco estudiado. Existen grandes lagunas y una ignorancia absoluta sobre aquellos espías por lo que espero que el libro ayude a futuros escritores e historiadores en sus investigaciones para tener una idea cercana de cuál fue el impresionante trabajo que desarrollaron los espías del imperio”.

- Usted ubica el origen de los servicios de inteligencia en España con Fernando el Católico.

“Fernando el Católico a parte de ser el mejor rey de nuestra Historia fue el gran impulsor de lo que entendemos como servicios de inteligencia. Fernando el Católico es un personaje interesante pero cuenta con una faceta que ha quedado relegada, marginada, como es su carrera militar. Ya era militar siendo niño, acompañó a la guerra a su padre, por lo que pronto adquirió una mente como estratega muy avanzada para su época lo que reflejó años más tarde en una serie de ordenanzas y disposiciones que sientan las bases de la campaña militar en Italia y el triunfo de los Tercios en Francia. Desde el punto de vista administrativo y logístico fue un adelantado a su tiempo mientras que en el aspecto político es el creador del Estado nacional moderno. Fue tanta su influencia que Nicolás de Maquiavelo le dedica a Fernando el Católico la primera edición de El príncipe porque lo toma como modelo del príncipe renacentista. Fernando se dio cuenta que el poder militar se sustentaba en la información así que a través de sus embajadores y de enlaces matrimoniales incluso, le sirvieron para estar enterado de todo lo que pasaba en Europa y actuar militarmente con ese ejército que se forja, de alguna manera, con las campañas del Gran Capitán”.

- ¿Cómo se articulaban estos servicios de información y cómo se desarrollaron con los Austrias?

“Los Austrias continuaron la senda abierta por Fernando el Católico, solo que corregida y ampliada porque las posiciones españolas se van haciendo más grandes a medida que pasan los años. España fue el primer imperio multicontinental de la Historia y, en ese sentido, estos servicios de información se van haciendo más y más complejos a medidas que se hacen más grandes las distancias de su territorio. A modo de ejemplo, en esa época una carta enviada de Madrid con destino Bruselas tardaba unos veinte días si no era interceptada por el camino por agentes de otra potencia. Con todo, España contó con unos servicios de inteligencia muy buenos desde arriba hacia abajo. Primero estaba la corona, el valido… Los servicios de inteligencia discurrían a través del secretario de Estado que luego delegaba en organismos como el Consejo de Guerra y el Consejo de Estado, una reunión de notables en la que se tenía en cuenta todo lo que afectaba a nombramientos y objetivos a largo y medio plazo. El Consejo de Guerra puede entenderse como una especie de brazo armado del Consejo de Estado y a través de esos dos cuerpos se delegaban las informaciones de los escalones más bajos, como las que proporcionaban los virreyes, gobernadores, capitanes generales y los embajadores, que eran los ojos y los oídos en el exterior y que contaban, también, con sus pequeñas redes de informantes. Luego estaban los espías, los soldados espías, que en muchos casos eran reclutados o contratados por los capitanes generales o gobernadores. El caso es que el sistema funcionaba y durante mucho tiempo bastante bien, más de un siglo y medio, lo que no quiere decir que hubiera fallos y traidores como Antonio Pérez”.

- ¿Cuáles cree que pueden ser los hitos del espionaje al servicio de los Austrias?

“Estuvieron concentrados básicamente en el Mediterráneo. Las mayores batallas que sostuvo España en los siglos XVI y XVII fue contra el turco. Durante esta larguísima contienda se perdieron numerosos recursos y se sufrieron importantes derrotas como la de Argel. Los turcos contaban además con corsarios muy preparados que dominaban el Mediterráneo. En este escenario, las redes de espías al servicio del imperio funcionaron muy bien, es cierto que con la ayuda de los venecianos y de otros aliados aunque básicamente el dinero que costeaba toda esa red era de España. Sin embargo, no se le ha dado la importancia que se merece a esta guerra”.

- El pasado 7 de octubre se celebró el 450 aniversario de la batalla de Lepanto. Una batalla que contó, entre otros soldados, con uno llamado Miguel de Cervantes. ¿Actuó como espía el autor de Don Quijote?

“Sí. Cervantes es captado como espía años después de la batalla de Lepanto, donde resultó herido. Por lo que consta, su actuación en Lepanto fue heroica a pesar de sufrir unas fiebres. Cuentan que permaneció en la cubierta de la galera donde recibió dos arcabuzazos y que al regresar a España por mar fue hecho prisionero en el golfo de León, cerca de la costa francesa, por piratas berberiscos lo que da una idea de hasta donde navegaban estos corsarios. Cervantes pasa unos cinco años cautivo en Argel hasta ser rescatado con grandes sacrificios por su familia. Cuando regresa a España y como no puede volver a ser soldado, solicita entrar en el servicio de inteligencia a través de Mateo Velázquez, quien lo envía a una difícil y peligrosa misión: volver a Argel, donde estuvo cautivo. Consigue la información que se le había asignado y regresa pensando seguir su carrera como espía pero Velázquez ha perdido influencia y debe buscarse otro trabajo. Lo que resultó beneficioso para la literatura”.

- Cuentan que Quevedo también fue espía.

“Quevedo fue un gran agente que actuó sobre todo en Italia, que conocía muy bien. Fue amigo y hombre de confianza del duque de Osuna, extendiendo sus misiones a Francia y varios puntos del Mediterráneo y centro Europa. Al llegar a España incluso ejerce de agente doble pero pierde ese juego porque choca con los intereses de la corona y de los validos en Madrid. El duque de Osuna pierde influencia en la corte y Quevedo queda desamparado y es encerrado en un calabozo sin estar acusado de nada. Un castigo del conde duque de Olivares que lo mantiene preso varios años hasta que consigue la libertad pero sale muy tocado de prisión. Es una pena que no escribiera sus memorias porque hubieran sido fabulosas”-

- ¿Tuvieron los espías del imperio un súper agente secreto?

“Sí, a través del Consejo de Estado y del Consejo de Guerra se tuvo un jefe de espías, Juan de Idiáquez y Olazábal. Durante muchos años fue además el brazo derecho de Felipe II. Su hijo también es un destacado miembro de aquellos servicios de inteligencia pero son personajes que, lamentablemente, han pasado como sombras por la Historia. Nadie se ha ocupado de ellos por lo que intenté recordarlos en Espías del imperio”.

- Pero triunfa la leyenda negra, esa mancha que oculta en negro el pasado de España.

“Creo que hubo un cúmulo de circunstancias que así lo hicieron. El imperio estaba rodeado de potencias enemigas. De hecho, en la segunda mitad del siglo XVII, España está rodeado de potencias hostiles. Se decía entonces: todos contra nos y nos contra todos. Aparte de esto, no se supo combatir en la batalla de la propaganda que ganaron, básicamente, los luteranos y los flamencos con el concurso de gente como Antonio Pérez. Esa imagen negativa de España fue calando y lo que termina de rematar la faena es que hoy gran parte de los españoles han asimilado como cierta la leyenda negra. Y la asumen con una especie de culpabilidad colectiva. Tuvieron que ser los hispanistas anglosajones los primeros en poner las cosas en su sitio, en explicar que, por ejemplo, Felipe II no fue un santo pero tampoco un monstruo”.

Saludos, érase una vez…, desde este lado del ordenador

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