Queridos camaradas, una vida, memorias de Javier Reverte, un hombre de acción

“Sé bien lo que sucede: cuanto más se acerca mi fin, más amo a la vida. Y Valsaín es todavía un lugar que me invita a sentirme feliz y que me devuelve el corazón del niño”.

“Cuando me preguntan qué soy, no sé muy bien que responder: si periodista que se aburrió de su oficio, escritor poco aficionado a la jarana cultural, político fracasado o viajero sin rumbo”.

(Queridos camaradas, una vida, Javier Reverte, Plaza y Janés, 2021)

Javier M. Reverte dejó escritos y preparados para su publicación antes de fallecer el 31 de octubre de 2020 tres libros, dos de los cuales ya se encuentran en librerías, Hombre al agua (novela) y Queridos camaradas, una vida (memorias). La editorial, Plaza & Janés, anuncia para 2022 la circulación de su último libro de viajes, un recorrido por Turquía e Irán que hará que el nombre y que la obra de este formidable escritor y periodista siga en las estanterías por mucho tiempo.

Afortunadamente, y ese es el caso de Javier M. Reverte, sus libros (novelas y ensayos, viajes también) irán creciendo y madurando con el paso de los años, sobre todo cuando regrese una normalidad que todavía sigue siendo bastante anormal.

Queridos camaradas, una vida
(Plaza & Janés, 2021) es, tal y como avisa su título, un libro de memorias. Memorias que el escritor ya había ensayado en La aventura de viajar aunque en Queridos camaradas el recuerdo sepa ahora muy amargo por su ausencia. Ambas obras, en todo caso, se complementan. Como se complementa otro libro de carácter biográfico, Soldado de poca fortuna, dedicado a su padre en una edición al cuidado de Javier y de su hermano Jorge Martínez Reverte, fallecido este último en marzo de este año.

Queridos camaradas, una vida
, escrito a ratos entre 2005 y 2020, es un recorrido apasionante y apasionado por la niñez, adolescencia y juventud del escritor y periodista. También un paseo por sus primeros años en el mundo del periodismo donde recuerda con humor e ironía a algunos compañeros con los que compartió redacción y corresponsalías así como sus primeros pinitos como escritor porque más que periodista, y lo repite varias veces a lo largo de las páginas de esta obra, se sintió escritor por encima de periodista aunque respetara, como se tiene que respetar, el oficio de contar noticias.

Las últimas páginas de estas memorias más que dedicadas a su vejez (poca si se tiene en cuenta que siempre fue un espíritu joven o el de un niño encerrado en el cuerpo de un hombre) son reflexiones sobre el momento actual, la pandemia y el retroceso de la civilización occidental, un mundo dominado por el egoísmo y la ambición de ganar dinero a costa de los demás, reflexiona. Y no, no era éste el mundo de un hombre extremadamente generoso, amigo de sus amigos y narrador con olfato para captar las grandezas como las miserias humanas.

Los mejores capítulos de Queridos camaradas, una vida son los que evocan su infancia y adolescencia. Esas páginas derraman profundo amor a su padre, el también periodista Jesús Martínez Tessier, combatiente del ejército republicano durante la Guerra Civil y soldado de la División Azul en el frente del Este en la II Guerra Mundial para “limpiar” su expediente de cualquier sospecha “comunista” y deslealtad a la nueva y cuartelera España que impuso el régimen de Franco. Estos recuerdos repasan también los veraneros en la Sierra de Madrid, sus amigos del colegio, la relación con sus hermanos y, sobre todo, los primeros amores de un hombre que, como el protagonista de aquella película de Truffaut, siempre estuvo enamorado de ellas.

El libro evoca también sus primeras lecturas (tan determinantes en su biografía como persona) y el cine que vio en unos años, los de la postguerra, que solo puedo imaginar en blanco y negro. No empaña estas memorias la nostalgia por lo vivido, Reverte era un hombre con corazón de niño y no deja espacio en el libro a un mundo, el de la infancia, perdido en las lagunas de la existencias pero sí que resalta una profunda querencia a la vida que servirá de lección a todos los lectores que no se hayan percatado aún del milagro que es estar, precisamente, vivo.

El ejemplo de Javier Reverte es que vivió si no la vida que quería, sí la que más quiso. Con todos los problemas y añadidos terribles que nos acompaña en nuestro camino existencial. El libro debe de leerse así como un libro de viaje a un lugar en el que terminaremos todos y al que no hay que temer siempre y cuando se asuma al final que lo que dimos y recibimos mereció la pena.

No circula por las páginas de Queridos camaradas, una vida, la sombra de la tristeza sino, muy al contrario, la de la celebración de esa misma vida. El hecho de existir, construirte como persona y mantenerte leal a lo que eres son algunos de los elementos que construyeron la existencia de un hombre que dejó huella entre todos los que lo conocieron. Lo vino a decir hace algunas semanas, en concreto el sábado 23 de octubre, su editor, David Trías, en el pequeño pero cariñoso homenaje que le brindó a Javier Reverte el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras, Periplo, que se celebra desde hace nueve años en el Puerto de la Cruz. Festival al que estuvo muy vinculado el escritor, periodista y viajero.

No se trata Queridos camaradas, una vida, de una exposición de anécdotas, de narrar lo que no narró en los numerosos viajes de los que dejó constancia en sus libros, sino del relato de un hombre que acabó sus días en paz consigo mismo, partiendo a su último destino casi como un héroe de aquellas películas del oeste que disfrutaba tanto siendo un niño. Y se escribe niño porque Javier M. Reverte fue eso: un niño. Es decir, que nunca perdió su capacidad para asombrarse, su interés por descubrir, de amoldarse a cualquier clase de circunstancias. También fue un niño que tuvo la suerte de encontrar a la mujer de su vida y partir con ella a lugares que salpican como motas el mapa del mundo.

Un relato en el que desfilan también los grandes amores de su vida. El de su mujer, el de viajar y el de escribir. También los ríos, y aquellos pueblos donde encontró sosiego y amigos excelentes sin contar los que tuvo cuando formó parte de la tribu (corresponsales de guerra) como Manu Leguineche, el jefe de todos ellos y su alma gemela.

Las memorias están escritas con la voz del escritor. Ese estilo marca Reverte que obliga a seguir adelante con un texto que se devora en unas pocas horas, unos pocos días. Un libro, como muchos que nos legó, escrito no ya con las tripas (que también) sino con el corazón.

Saludos, mil gracias, desde este lado del ordenador

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